OTTAWA, lunes 4 de julio de 2011 (ZENIT.org).– La Comisión para la doctrina de la conferencia episcopal de Canadá (CECC) publicó, el pasado 27 de junio, una carta sobre el ministerio pastoral con jóvenes que sienten atracción por personas de su mismo sexo.
“Mientras los actos homosexuales son siempre objetivamente malos, las inclinaciones no constituyen por sí mismas un pecado o una falta moral”, indican los obispos.
“Para mucha gente, la atracción homosexual es una prueba –continúan-. Los pastores deben por tanto aproximarse a ellos con mucha prudencia y caridad”.
Las personas que sienten una atracción erótica y afectiva hacia personas del mismo sexo de manera predominante y no sólo episódica “deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza”, indica el texto, evitando cualquier “discriminación injusta”.
“Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida”, afirman los obispos.
En la carta, la comisión episcopal lamenta que “la injusticia, el odio o la violencia en el encuentro de personas con tendencias homosexuales se produce por desgracia todavía demasiado a menudo entre nosotros y exhorta a no perpetuarlos con palabras o acciones.
El documento recuerda que la Iglesia nunca condena a las personas que sienten una atracción homosexual.
También destaca que “en la enseñanza y los documentos oficiales de la Iglesia no se usan las palabras “gay” ni “lesbiana” para designar a las personas”, ya que “no evocan la persona con la plenitud y la riqueza que la Iglesia reconoce y respeta en cada hombre y en cada mujer”.
“De hecho, “gay” y “lesbiana” sirven a menudo de descriptores culturales a gente y movimientos que consideran moralmente aceptables gestos y comportamientos homosexuales”, añade.
Existir para otro
Al mismo tiempo, la carta indica que “la complementariedad entre el hombre y la mujer es inherente al designio creador”.
“El hombre está llamado a existir “para” otro, a convertirse en un don”, subraya el texto, citando la carta apostólica Mulieris Dignitatem de Juan Pablo II, y se refiere a la sexualidad humana como “signo poderoso del amor oblativo de Dios”.
También destaca que “el acto genital colocado fuera de la alianza del matrimonio no puede cumplir la doble finalidad querida por el Creador”: la profundización del amor entre los esposos y la procreación y la educación de sus hijos.
Los obispos indican que el proceso que experimentan todos los jóvenes para comprender e integrar su identidad sexual es “a largo plazo”.
Además, añaden, “puede estar jalonado de numerosos obstáculos”, entre los que citan “la presión de los medios de comunicación (en particular, internet), el relativismo moral ampliamente extendido y el hedonismo propagado por una sociedad secularizada”.
Para vencerlos, “la comunidad católica tiene también la responsabilidad de dar testimonio de la verdad completa sobre la sexualidad humana”, contrarrestando las “falsas nociones de libertad” que pueden desorientar y perjudicar a los jóvenes.
“Para los jóvenes que viven una atracción homosexual y para los que el matrimonio no es una opción, escoger la castidad como valor positivo constituye un desafío tan grande como constante”, afirman los obispos.
Y dirigiéndose a quienes les acompañan, señalan: “Hay que animarles a vivir su celibato castamente como discípulos de Jesús que siguen el camino del sacrificio hasta la gloria de la vida eterna”.
Citando a la Carta san Pablo a los Colosenses, recuerdan que “innumerables cristianos a través de los siglos han descubierto que la amistad de Jesús y su solicitud aportan la curación interior y la paz y nos hacen capaces de dar fruto para la vida de su cuerpo, la Iglesia”.
En este sentido, explican que “lejos de estar condenados a una “vida sin amor”, la persona con tendencias homosexuales está llamada a vivir en el amor y la gracia de Jesucristo”.
“Sólo Él llena nuestra personalidad humana y la eleva al Padre –añaden-. Una vida así comporta el don y el sacrificio de sí mismo, pruebas de un amor auténtico a Dios y a nuestros hermanos y hermanas”.
Una ayuda
En cuanto a las razones de la carta, el texto indica que “como obispos, deseamos responder a las necesidades pastorales de adolescentes y de jóvenes adultos que se preguntan sobre su identidad sexual o que viven sentimientos de atracción homosexual”.
“Nos preocupamos por el bien espiritual de todas las personas y esperamos ayudarlas a vivir su llamada a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad”, añaden los miembros de la Comisión en un texto introductorio a la carta.
“Convencidos de que “sólo lo que es verdadero puede finalmente ser pastoral”, queremos ofrecer aquí principios generales e indicaciones a todos los católicos, a los pastores, a los padres, a los educadores y a los mismos jóvenes adultos”.
Porque, según los obispos, “toda la comunidad cristiana está llamada a acompañar y a guiar a la madurez humana a sus miembros jóvenes que experimentan una atracción homosexual”.
La Comisión ofrece en la carta diversas indicaciones pastorales y expresa su “profunda gratitud a todos aquellos y aquellas que, con sabiduría y con amor, guían a los jóvenes que descubren en sí una atracción homosexual: los sacerdotes, sus colaboradoras y colaboradores pastorales, los padres y los educadores”.
Pistas para padres
Respecto a los padres que tienen un hijo con tendencias homosexuales, destaca la necesidad de tener “paciencia, dominio de sí mismo, prudencia y comprensión”.
“Recordad que vuestro hijo, ahora más que nunca, necesita de vosotros y de vuestra familia”, aseguran.
Destacan que los hijos siempre son un don de Dios e invitan a “intentar actuar con amor y confiando en la Divina Providencia”, acoger a ese hijo, animarle a ser fiel a la vida espiritual y, si es necesario, solicitar el acompañamiento de un sacerdote o la ayuda de un consejero”.
Sobre esto último, aseguran que “el acompañamiento (counseling) puede suponer un recurso precioso para ciertos jóvenes, que atraviesan quizás un periodo de crisis tomando conciencia de sus sentimientos homosexuales”.
Alertan de la tentación al suicidio que pueden experimentar algunas personas cuando ya no pueden negar más o ignorar en sí mismos una profunda tendencia homosexual”.
Y piden asegurarse de “que los consejeros profesionales y los psicólogos que reciban a los jóvenes se distingan por su madurez humana y espiritual” y se adhieran a la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad y la castidad.
Dos grandes peligros
A los educadores y educadoras les recuerda que “no se hace un servicio a los jóvenes evitando las cuestiones difíciles o diluyendo la enseñanza de la Iglesia”.
Les piden ser “testimonios de la verdad moral integral, a la que son contrarias tanto la aprobación de las relaciones homosexuales como la discriminación injusta de las personas homosexuales”.
Y “velar especialmente para alejar dos grandes peligros de los adolescentes y los jóvenes con tendencias homosexuales”: que se consideren sólo como individuos con inclinaciones y deseos sexuales, en lugar de como personas revestidas de una dignidad recibida de Dios, y su participación en una “cultura gay” con su estilo de vida a menudo agresivo e inmoral.
Claves contra la i nclinación
A los jóvenes con tendencias homosexuales, los obispos les manifiestan su cercanía y les recuerdan que rezan por ellos y que ser cristiano “es lo que da a vuestra vida su sentido y su orientación decisiva”.
También les piden que acepten el amor de Dios y les recuerdan que “desde antes de la creación del mundo habéis sido escogidos para ser santos e inmaculados en su presencia”.
En concreto, les animan a “orar sin cesar”, a “estar vigilantes”, a “celebrar frecuentemente los sacramentos” y a “cultivar amistades virtuosas”.
Los obispos también aprecian en la carta el testimonio de hombres y mujeres con tendencias homosexuales que “dan testimonio del Evangelio a través de su generosidad y de su servicio de la caridad en la verdad”.
Al final de la carta, los obispos citan algunos documentos de la Iglesia sobre la atracción homosexual: Sobre la pastoral respecto a personas homosexuales (1986) y Algunas consideraciones en respuesta a las propuestsa de ley sobre la discriminación de personas homosexuales (1992), de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Del Consejo Pontificio para la Familia, se refieren al documento del año 1995 Verdad y significado de la sexualidad humana: Orientaciones para la educación en familia, y del Catecismo, a los puntos entre el 2357 y el 2359.