CASTEL GANDOLFO, domingo 24 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las palabras que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a los fieles peregrinos reunidos en el patio del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, para rezar el Ángelus con el Pontífice.

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Queridos hermanos y hermanas

Hoy, en la Liturgia, la Lectura del Antiguo Testamento nos presenta la figura del rey Salomón, hijo y sucesor de David. Nos lo presenta al principio de su reinado, cuando era aún jovencísimo. Salomón heredó una tarea muy comprometida, y la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros era grande para un joven soberano. En primer lugar, él ofreció a Dios un solemne sacrificio – "mil holocaustos", dice la Biblia. Entonces el Señor se le apareció en visión nocturna y prometió concederle lo que pidiera en la oración. Y aquí se ve la grandeza de alma de Salomón: él no pide una larga vida, ni riquezas, ni la eliminación de sus enemigos: dice en cambio al Señor: “Concede entonces a tu servidor un corazón dócil, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal" (1 Re 3,9). Y el Señor se lo concedió, de modo que Salomón llegó a ser célebre en todo el mundo por su sabiduría y sus rectos juicios.

Él, por tanto, pidió a Dios que le concediera “un corazón dócil” ¿Qué significa esta expresión? Sabemos que el “corazón” en la Biblia no indica solo una parte del cuerpo, sino el centro de la persona, la sede se sus intenciones y de sus juicios. Podríamos decir: la conciencia. “Corazón dócil” entonces significa una conciencia que sabe escuchar, que es sensible a la voz de la verdad, y por esto es capaz de discernir el bien del mal. En el caso de Salomón, la petición está motivada por la responsabilidad de guiar una nación, Israel, el pueblo que Dios eligió para manifestar al mundo su designio de salvación. El rey de Israel, por tanto, debe buscar estar siempre en sintonía con Dios, a la escucha de su Palabra, para guiar a su pueblo por los caminos del Señor, el camino de la justicia y de la paz. Pero el ejemplo de Salomón vale para cada hombre. Cada uno de nosotros tiene una conciencia para ser en un cierto sentido “rey”, es decir, para ejercitar la gran dignidad humana de actuar según la recta conciencia, obrando el bien y evitando el mal. La conciencia moral presupone la capacidad de escuchar la voz de la verdad, de ser dóciles a sus indicaciones. Las personas llamadas a tareas de gobierno tienen, naturalmente, una responsabilidad ulterior, y por tanto – como enseña Salomón – tienen aún más necesidad de la ayuda de Dios. Pero cada uno tiene que hacer su propia parte, en la situación concreta en la que se encuentra. Una mentalidad equivocada nos sugiere pedir a Dios cosas o condiciones favorables; en realidad, la verdadera calidad de nuestra vida y de la vida social depende de la recta conciencia de cada uno, de la capacidad de cada uno y de todos de reconocer el bien, separándolo del mal, y de buscar llevarlo a cabo con paciencia.

Pidamos por esto la ayuda de la Virgen María , Sede de la Sabiduría. Su “corazón” es perfectamente “dócil” a la voluntad del Señor. Aun siendo una persona humilde y sencilla, María es una reina a los ojos de Dios, y como tal la veneramos nosotros. Que la Virgen Santa nos ayude también a nosotros a formarnos, con la gracia de Dios, una conciencia siempre abierta a la verdad y sensible a la justicia, para servir al reino de Dios.

[Después del Ángelus]

Una vez más por desgracia llegan noticias de muerte y de violencia. Sentimos todos un profundo dolor por los graves actos terroristas que tuvieron lugar el pasado viernes en Noruega. Rezamos por las víctimas, por los heridos y por sus seres queridos. Quiero repetir de nuevo a todos el encarecido llamamiento a abandonar para siempre el camino del odio y a huir de las lógicas del mal.

Saludo con particular afecto a los fieles reunidos en Les Combes, que han participado en la Santa Misa presidida por el cardenal Tarcisio Bertone, mi Secretario de Estado, presente a pesar del luto familiar que le ha afectado. Saludo y doy las gracias al obispo de Aosta, al Rector Mayor de los Salesianos, como también a las autoridades civiles y militares de la Región y a los benefactores que han contribuido a renovar la acogedora residencia. Recuerdo con particular afecto el tiempo transcurrido en ese lugar encantador, plasmado por el amor de Dios Creador y santificado por la presencia del Beato Juan Pablo II. A los jóvenes y a los muchachos de la parroquia del Beato Pier Giorgio Frassati de Turín, y a todos los veraneantes, les auguro un sereno verano.

[En español dijo]

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. La parábola del tesoro escondido que escuchamos en el Evangelio de hoy, nos recuerda la importancia decisiva y suprema del Señor en nuestra vida, invitándonos a supeditar todo lo demás a este inefable tesoro que Dios ha puesto en nosotros. Que también en esta época veraniega nos cuidemos de fortalecer nuestra fe, sin disipar la atención en aspectos caducos. Que la Virgen María nos ayude a seguir incondicionalmente a su divino Hijo. Feliz domingo.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]