BARCELONA, martes 5 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Es imposible confundir a la liturgia con un código de normas, o una especie de protocolo sagrado, si se la comprende y estudia desde dentro. Lo admite en esta entrevista el nuevo director del Instituto Superior de Liturgia de Barcelona, http://www.cpl.es/ISLB/default.html, el único Instituto Superior de Liturgia que imparte sus clases en castellano, motivo por el cual despierta gran interés en América Latina.

Jaume González Padrós (Sabadell, 1960), es un sacerdote doctor en Liturgia (Pontificio Ateneo Sant’Anselmo) que afirma que si bien la liturgia es “terreno de los creyentes”, también es una magnífica ocasión para evangelizar.

Padrós es miembro del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona y Consultor de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española.

- Cada vez más latinoamericanos vienen a Barcelona para estudiar liturgia. ¿Qué tiene este instituto que lo haga tan atractivo?

González Padrós: No se puede dudar que la lengua influye, dado que en nuestro Instituto tenemos toda la actividad docente en lengua española, y también la cercanía cultural de las naciones latinoamericanas con España.

Pero, además, hay otro factor, y es la divulgación, activa desde hace muchos años, de las publicaciones del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona en las Iglesias de América, junto con la presencia de algunos de sus miembros y profesores del Instituto en estas tierras hermanas impartiendo cursos, tanto a sacerdotes y personas de vida consagrada como a laicos.

Otro elemento influye: el subrayado pastoral que desde nuestras aulas damos a los estudios de teología litúrgica. Intentamos hacer una eficaz traducción al momento celebrativo de todos los principios teológicos y espirituales, así como del conocimiento histórico de los libros litúrgicos y de sus implicaciones jurídicas.

La mayoría de nuestros alumnos son pastores de la Iglesia, presbíteros, y su ministerio no sólo está orientado hacia la docencia y la investigación; también la guía de comunidades concretas forma parte de su misión. Por eso agradecen tanto que todo lo estudiado se trabaje cercanamente a la praxis celebrativa.

Todo ello hace que desde América latina se vea el Instituto litúrgico de Barcelona como un referente cercano. Y que, para nosotros, profesores, a los estudiantes de aquellas latitudes los veamos y sintamos muy cerca de nuestras ilusiones y de nuestro trabajo. 

- ¿Cómo se afronta desde el instituto la reforma liturgia conciliar, y la aplicación del motu proprio del Papa sobre la cuestión?

González Padrós: El Concilio Vaticano II afrontó la reforma litúrgica para “acrecentar la vida cristiana entre los fieles, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia” (Constitución litúrgica, núm. 1).

O sea, el Concilio quiso una reforma y un fomento de la liturgia, o, por decirlo mejor, una reforma de la liturgia para proveer a su fomento, consciente de que ella, la liturgia, es el sujeto más eficaz para una verdadera renovación de las mentalidades, acorde con el Evangelio, y el estímulo de gracia necesario para una vida cristiana verdadera, como nos ha recordado recientemente el Santo Padre.

Pero la tarea propuesta no tenía nada de fácil. De tal manera que, los mismos Padres conciliares, declararon que todo ello no sería posible sin una adecuada educación, empezando por los pastores de almas, quienes deben ser los maestros de todo el pueblo de Dios. He aquí donde aparece la necesidad de centros especializados en el estudio de la liturgia desde parámetros auténticamente teológicos, con seriedad y profundidad. Nuestro Instituto Superior tiene su razón de ser aquí.

Es la traducción histórica de esa voluntad de la Iglesia, movida por el Espíritu Santo, de dar a todos los bautizados la ocasión de entrar en comunión de vida con la Santa Trinidad de Dios.

Por eso, el reto es constante, para nosotros, los profesores de liturgia. Y más, con el paso de los años, cuando el acontecimiento conciliar queda ya lejos de las nuevas generaciones, las cuales, no sólo no vivieron el antes, sino ni siquiera el durante y el postconcilio más inmediato, con sus luces y sus sombras. Para ellos el Vaticano II es algo lejano, a lo que deben acercarse de la mano de alguien que lo conozca bien, dado que sigue afectando a la vida de las Iglesias particulares. Esa mano somos nosotros, los docentes. Y por eso digo que la tarea es de enorme responsabilidad; podemos mostrarles toda la belleza teológica y espiritual de la reforma litúrgica, o bien, si no somos competentes y rigurosos en contenido y método, podemos mal educar y desviar del centro de comprensión.

Por eso, un profesor de liturgia, debe, cada día, invocar el auxilio del Señor, sobre su tarea, suplicando la luz del Espíritu y sus dones.

En cuanto al Motu proprio, Summorum Pontificum, del Papa Benedicto XVI, sobre el uso actual de los libros litúrgicos vigentes hasta el año 1962, a las puertas del Vaticano II, se ha escrito y discutido mucho. El pasado 13 de mayo la Santa Sede publicó, al respecto, la Instrucción Universae Ecclesiae, para regular con precisión lo expresado en el citado documento papal.

Estamos obligados a una lectura atenta de estos textos, para no generar confusión alrededor de esta liberación del uso de los libros anteriores a la reforma conciliar, constituidos como «forma extraordinaria» del Rito Romano.

Una vez más, también aquí, todos, estudiantes, profesores, pastores, debemos hacer un esfuerzo para no caer en el subjetivismo, y comprender la voluntad del Papa en su sentido más concreto, en aras del bien mayor de la comunión eclesial y de la estrecha unidad entre la ley de la oración y la ley de la fe, entre lo que se reza y lo que se cree.

- La liturgia parecería un ámbito estrictamente de interés de los creyentes. Usted ve en la liturgia alguna dimensión de evangelización, de terreno común con los no católicos?

González Padrós: La liturgia, en efecto, es terreno de los creyentes. Ella tiene la facultad de iniciar a la vida cristiana, a través de los sacramentos primeros (bautismo, confirmación y eucaristía), y de renovar, en los ya iniciados, la gracia para que vivan siempre de Dios y en Dios. Así, pues, hay que pensar en una tarea de anuncio, de evangelización, que debe preceder, en el tiempo, a la práctica litúrgica. La confusión de estas dos etapas se traduce en fracaso de la acción pastoral y frustración en la vivencia litúrgica.

No obstante, también es cierto que, la liturgia, posee una gran fuerza pedagógica y contiene una gran instrucción.. ¡Cuántas personas se han sentido interpeladas en lo hondo de su corazón en el curso de una celebración litúrgica bien realizada!

Otra cosa es el nivel en el que podemos participar juntos, durante las acciones litúrgicas, los católicos y los miembros de otras Iglesias, comunidades o congregaciones cristianas. En el marco de la celebración de la Palabra de Dios sí es factible una notable participación común, pero desgraciadamente  no podemos ir más allá. Hacerlo sería falsear la realidad, mostrando, en la acción litúrgica, una comunión –en la fe objetiva- ficticia.

Y la liturgia no admite la ficción; exige siempre la verdad, en lo que se dice y en lo que se hace.

- ¿Qué es la espiritualidad litúrgica a la que Joseph Ratzinger hacía referencia antes de ser Papa?

González Padrós: El Papa Benedicto XVI ha tenido siempre, como teólogo, una gran estima por la liturgia. La ha co mprendido, desde la fe, con hondura doctrinal, y la conoce bien.

Precisamente por eso, por su trayectoria tan fecunda de estudio e investigación, puede vivir espiritualmente de la liturgia, haciendo de ella no una piedad particular, sino acogiéndola como lo que es, la piedad de la Iglesia, en su sentido más genuino. Es una alegría intelectual muy grande tomar en las manos cualquiera de los libros de Joseph Ratzinger, y leer lo que escribe sobre la liturgia y sus consecuencias para la espiritualidad del cristiano.

Creo que sus reflexiones están en la línea de las páginas que leemos, con gran fruición espiritual, procedentes de los Padres de la Iglesia, aquellos pastores y teólogos de los primeros siglos, de Oriente y de Occidente, y que se caracterizan por su referencia inmediata a la Sagrada Escritura y por la comprensión mistérica de los ritos sacramentales.

- ¿Por qué la liturgia se asocia con severidad, formalidad, normativas...?

González Padrós: Porque se tiene de ella un conocimiento tópico, meramente práctico, periférico. Quizás, también, porque nunca se ha tenido una experiencia celebrativa de calidad. Sin embargo, es imposible confundir a la liturgia con un código de normas, o una especie de protocolo sagrado, si se la comprende y estudia desde dentro, en campo teológico y en sintonía con la gran tradición de la Iglesia, y si es celebrada con el arte espiritual que exige.

Una de las cosas más gratificantes para un profesor de liturgia es cuando, al acabar un curso, algunos participantes te dicen que, durante esos días, han descubierto la liturgia; que hasta ese día la pensaban como un amasijo de leyes y ritos anticuados, y que ahora lo ven todo distinto, con sentido y perfume espiritual. ¡Ese día te vas a la cama satisfecho y dando muchas gracias a Dios!

A mi siempre me gustó lo que leí en una ocasión del cardenal Bevilacqua, gran amigo de Pablo VI: “La liturgia es agradecida; si la tratas bien, te recompensa con creces”. ¡Cuánta razón tenía! ¡La de veces que lo he experimentado, tanto en el aula como en la iglesia!

Por Miriam Díez i Bosch