ROMA, martes 5 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI inauguró ayer en el Vaticano la esposición “El esplendor de la verdad” un homenaje de sesenta artistas por sus 60 de ordenación sacerdotal. La muestra permanecerá abierta desde hoy, 5 de julio, hasta el 4 de septiembre próximo, en el atrio del Aula Pablo VI.
En un espacio de unos mil metros cuadrados, el visitador encuentra obras de arte de sesenta artistas, relacionados a la misma cantidad de años del sacerdocio del Papa, sin un itinerario temático, sino en un seguirse de exposiciones y por lo tanto de sorpresas.
Son obras de arte que cubren las más variadas disciplinas: escultura, fotografía, literatura, arquitectura, dibujo, poesía, música, pintura, plástica y otros. Elaborados con materiales y técnicas diversas pero todos con aquella particularidad – no siempre común – que hace al arte digno de dicho nombre.
Entre los expositores diversos artistas españoles como Pedro Cano, Valentín Miserachs, Sidival Fila, Santiago Calatrava. Además estaban dos mexicanos: Leandro Espinosa y Gustavo Arceves, y el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer
Entre los muchos italianos, la artista y directora emérita de la Escuela del Arte de la Medalla, Laura Cretara, realizó por ejemplo un bajorelieve en material color marfil: las estrellas confluyen hacia Jesús en la cruz pero ya resucitado, se transforman en un lienzo con el cual el samaritano ayuda a un necesitado.
“Estoy convencida – declaró a ZENIT la profesora – que los símbolos tienen la capacidad de hablar a los demás”. Y consideró que “este modo de abrirse a los artistas y hacerles trabajar reabre un diálogo importante para la Iglesia”.
El artista mexicano Gustavo Arceves consideró que «todo lo que sea levantar un dique contra la barbarie está bien”. El mismo creó con “corián lúcido” un mix de resina y aluminio, una representación de la Resurrección, una gran lápida blanca en la cual se rompe el lienzo y aparece parte del pie de Cristo, cuya herida del clavo es la medalla de San Benedicto, en honor del actual pontífice.
Entre los pintores, Pedro Cano, con un acuarela representó a un peregrino que entra en la Roma Eterna por uno de sus ingresos, la “Porta Maggiore”.
La familia Mortet, plateros y cinceladores desde hace cinco generaciones, crearon un sello timbre para Benedicto XVI. Esta familia de artesanos además realizó diversos cursos en Boliva, Ecuador y Perú, abriendo talleres y enseñando este oficio.
El escultor japonés Kengiro Azuma, que durante la Segunda Guerra Mundial fue kamikaze, presentó su escultura con una enorme gota de bronce; el artista africano Anatsui realizó una tela con tapas de botellas. Además de grandes obras, como la de Santiago Calatrava y su proyecto en gótico moderno atento a las exigencias ambientales para concluir la iglesia San Juan el Divino, en Nueva York.
No faltó la música con compositores de la estatura del maestro de la Capilla Sixtina, Bartolucci y Miserachs de la Capilla Liberiana, además del italiano Ennio Morricone con una composición escrita en forma de cruz en una partitura.
Al concluir su discurso el Papa saludó personalmente a todos los artistas y visitó cada una de las 60 obras expuestas: “El mundo necesita que la verdad resplandezca y no sea ofuscada por la mentira o la banalidad”.
Y que “el Espíritu Santo, artífice de cada belleza que existe en el mundo os ilumine siempre hacia la belleza última y definitiva, aquella que enciende nuestra mente y nuestro corazón y que esperamos poder contemplar un día en todo su esplendor”: