FRONT ROYAL, viernes 15 de julio de 2011 (ZENIT.org).- El presidente emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos sostiene que en el debate sobre el aborto es necesario hablar claro.
El cardenal Francis Arinze lo afirmó el sábado pasado durante una conferencia sobre la bioética, celebrada en el Christendom College de Front Royal, en la que han participado, además del purpurado, monseñor Robert Morlino de Madison (Wisconsin), la autora Janet Smith y el padre Tadeusz Pacholczyk.
El cardenal Arinze observó que los derechos humanos son inviolables porque se reciben de Dios y son inherentes a toda persona humana.
“Si una persona es asesinada, ¿para qué le sirven todos los demás derechos?”, preguntó. “Algunos dicen: ‘Personalmente estoy contra el aborto pero no impongo mi opinión a los demás’. Es como decir: ‘Alguien quiere dispararos en el Senado y en la Cámara de Representantes, pero yo no impondré a nadie mi punto de vista’”.
“¿No es altamente ilógico para algunas personas hablar de ballenas, chimpancés y árboles como ‘especies en peligro’ que deben ser preservadas -y si se tortura a un perro en algunos países se es llevado a los tribunales por crueldad hacia los animales- mientras que el asesinato de niños no nacidos se define ‘pro choice’ antes que lo que es, un homicidio? Es necesario llamar al pan, pan y al vino, vino”.
La autora Janet Smith afrontó, por su parte, la cuestión de la anticoncepción. Usando la filosofía del personalismo contenida en la teología del cuerpo del beato Juan Pablo II, explicó los efectos dañinos de la anticoncepción en la relación esponsal.
“Tener relaciones maritales con una persona y no estar abierto a tener un hijo con esa persona, niega la realidad por la que la relación sexual lleva a relaciones que duran toda la vida”, dijo. “Debería ser cualquier cosa por la que alegrarse, no una cosa vista como un castigo por el hecho de tener relaciones sexuales”.
El padre Tadeusz Pacholczyk, del National Catholic Bioethics Center, habló sobre la investigación con células madre.
La publicidad de Hollywood, la curiosidad científica y la búsqueda de lucro son los elementos que hacen que la destrucción de embriones para obtener células madre se financie y sea activa, afirmó.
El sacerdote destacó la ironía de una ley estadounidense de 1940 que defiende no sólo el águila de mar de cabeza blanca, también su huevo.
“Si consideramos que destruir un huevo de águila es un mal igual a destruir un águila, ¿por qué no conseguimos pensar lo mismo cuando se trata de una vida humana?”, preguntó.
Monseñor Morlino prosiguió, después el debate con una presentación sobre el derecho natural y el debate sobre el fin de la vida.
“Cada caso de enfermedad terminal o de una persona moribunda es único”, declaró.
“Las valoraciones no son difíciles de hacer, es la comunicación pastoral la que es difícil. Si la persona no se siente un peso para los demás y no lo es, el enfoque pastoral de la comunicación de la verdad es mucho más sencilla”.
Lorna Cvetkovich, del Tepeyac Family Center, habló de los retos que deben afrontar los católicos que practican la medicina.
“En nuestra sociedad, el 80% de las mujeres han usado las píldoras anticonceptivas. Si tienen más de 35 años y se tiene un hijo, hay una posibilidad del 50%-60% de que se hayan quedado estériles, y el porcentaje de embarazos con fecundación in vitro aumenta cada año”, destacó. “Debemos afrontar muchas cuestiones”.
Los profesionales médicos católicos, indicó, deben preocuparse no sólo de las cuestiones relativas a la salud reproductiva, sino también de las prácticas de la investigación. Un reto para la profesión médica es entender y reconocer cuanto ha influido la ideología en el ideal científico.
“Muchos datos y varias investigaciones han mostrado que el aborto aumenta el riesgo de cáncer de pecho” comentó. “¿Por qué se esconde? En el pasado podíamos confiar en el hecho de que la gente tuviese la voluntad de realizar investigaciones positivas”.
Concluyendo, Cvetkovich confesó temer por el futuro de la medicina católica: “Deberemos elegir entre practicar la medicina anti-hipocrática y pro-choice y practicar una hipocrática, católica, pro-vida y perder nuestro trabajo”.