ALICANTE, viernes 15 de julio de 2011 (ZENIT.org).- El obispo de Orihuela-Alicante, España, ha escrito un mensaje de bienvenida a turistas y visitantes de este destino de vacaciones para muchos españoles y extranjeros. En el mismo recuerda que el paraíso no es propiedad de unos pocos y no se construye sólo con el esfuerzo humano.
“Quizá soñáis con encontrar ‘el paraíso’ escondido durante el año”, afirma monseñor Rafael Palmero, cuya diócesis constituye uno de los destinos turísticos más conocidos de España.
“Este legítimo deseo coincide, al menos en buena parte, con el deseo de Dios, que nos mueve y ayuda a buscar la felicidad –añade–. Prueba de ello es que ésta se tocaba con las manos en el estado original del ser humano. Según la Biblia, el dolor vino después por la ingenua pretensión del hombre de querer ser como Dios, desobedeciendo al Creador”.
“Dios colocó a nuestros primeros padres en un paraíso y fuimos nosotros los que hicimos de él un lugar de sufrimiento –explica–. En el mismo libro sagrado leemos que Dios plantó ‘un jardín en la región de Edén’ (Gén 2,8ss). La felicidad que en él se vivía, brotaba de su familiaridad con Dios, de la libertad y dominio sobre animales y frutos, de la unidad armónica del hombre con su pareja, de la inocencia moral y la ausencia de la muerte”.
Estos son, según el pastor de Alicante los pilares fundamentales de todo paraíso humano, también del escatológico y del que en ocasiones, al menos, soñamos en recuperar de algún modo”.
“Es verdad –puntualiza- que la realización del hombre en cuanto a ‘ser feliz y pasarlo bien’ está en el cielo, pero no es menos cierto que también aquí, en la tierra, podemos atisbar destellos de ese paraíso, siempre perdido y siempre ansiado”.
Las vacaciones, recuerda, “son tiempo propicio y oportunidad buena para conseguir lo que necesitamos”. Hacen posible “este logro vivir como hijos de Dios, sintiéndonos queridos por él; disfrutando de su creación, respetándola y agradeciéndola. Teniendo paz interior y queriendo a los demás; acercándonos en los días de descanso al sacramento de la reconciliación. En una palabra: tratando de ‘ser felices, pasándolo bien’ confiando en Cristo Resucitado y sabiendo que sólo la amistad con Él nos ofrece y garantiza gozo y alegría”.
Exhorta a que el merecido descanso de estas vacaciones “estimule a todos a buscar el Paraíso prometido al buen ladrón en su cruz”. En este sentido, explica que “El Paraíso de los justos” “no es un lugar, y sí un estado en el que Dios lo será todo en todos. Sólo entonces estaremos contentos, seremos felices”.
Cita a Benedicto XVI, que recordaba hace algún tiempo: “El periodo de vacaciones, constituye, ciertamente, un tiempo útil para repasar la biografía y los escritos de algunos santos o santas en particular, pero cada día del año nos ofrece la oportunidad de familiarizarnos con nuestros patronos celestiales”.
La experiencia humana y espiritual de los santos, añade, “muestra que la santidad no es un lujo, no es un privilegio de unos pocos, una meta imposible para un hombre normal; en realidad, es el destino común de todos los hombres llamados a ser hijos de Dios, la vocación universal de todos los bautizados”.
“La santidad se ofrece a todos; naturalmente no todos los santos son iguales: de hecho, como he dicho, son el espectro de la luz divina. Y no es necesariamente un gran santo el que posee carismas extraordinarios. En efecto, hay muchísimos cuyo nombre sólo Dios conoce, porque en la tierra han llevado una vida aparentemente muy normal”, cita el obispo alicantino.
Recuerda que el Edén “contrasta con nuestras miserias, que el pecado está ligado al paraíso perdido, y que los pecados del pueblo producen desolación en la tierra (Jr. 4,23)”.
Y pide no olvidar “que nuestro paraíso no está ligado a un determinado lugar, ni a un tiempo concreto. No se ciñe a las vacaciones, ni consiste en tener al alcance de la mano muchas cosas, ni se logra dando rienda suelta a la pasiones. No es propiedad de unos pocos, ni se consigue con sólo el esfuerzo humano. El Nuevo Testamento nos revela el último secreto de este designio divino de felicidad del hombre: Cristo Jesús es nuestra felicidad, es nuestro Paraíso”.
Concluye afirmando que la Iglesia de Orihuela-Alicante, con su obispo, sus sacerdotes, sus religiosos y seglares, les desean “una feliz estancia entre nosotros” y las personas y parroquias se ponen a su disposición.