LONDRES, jueves, 21 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Los cristianos pueden ser un puente de paz en medio de la complicada situación que vive Tierra Santa, afirmó el representante de Benedicto XVI en laConferencia Internacional sobre los Cristianos de Tierra Santa.
El cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, intervino en el encuentro celebrado en el palacio de Lambeth, entre el 18 y el 19 de julio, por iniciativa del arzobispo de Canterbury y primado de la Comunión Anglicana, Rowan Williams, y del arzobispo católico de Westminster, monseñor Vincent Nichols.
Para el cardenal los cristianos pueden ser un puente entre judíos y musulmanes, y son anunciadores de esperanza, en memoria de Abraham, padre de las tres religiones monoteístas, porque “la religión enseña que sólo existe un futuro: el futuro compartido”.
“Pero también son un don para la sociedad”, añadió el purpurado, “porque aportan la apertura cultural y sentido de la dignidad humana, de forma especial las mujeres, una concepción de la libertad que armoniza derechos y privilegios y una idea de la sociedad política que puede conducir a la democracia”.
Testimonios vivos, no arqueología
De aquí el llamamiento del purpurado para que Tierra Santa no sea sólo un escenario arqueológico, un museo al aire libre, que poder visitar pagando la entrada.
“Para los cristianos –añadió– los santos lugares son testimonios vivos, son la tierra de la revelación de Dios, el lugar donde Jesús vivió, murió y resucitó”.
El cardenal Tauran recordó que los cristianos de Tierra Santa y, en general, en Oriente Medio son árabes, descendientes directos de la fe apostólica y llegaron a esta zona mucho antes que los musulmanes.
Por esta razón no solicitan asilo, “porque están en su casa”, ya que han permanecido en Tierra Santa desde hace siglos.
Una solución para Jerusalén
El purpurado consideró primordial la búsqueda de una solución del estatus jurídico de Jerusalén, y en consonancia con la Santa Sede expresó su anhelo de que la zona más significativa de la ciudad, donde se ubican los principales lugares sagrados de las tres religiones monoteístas, obtenga un estatus especial garantizado internacionalmente.
“De esta forma se podrán asegurar derechos fundamentales como la libertad de conciencia, de religión, de circulación, educación y sanidad, a cristianos, judíos y musulmanes”, aclaró el purpurado francés.