ROMA, viernes 22 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Comunicar la fe a una generación post-comunista es la primera prioridad para un obispo de la zona nord-oriental de Bielorrusia.
Monseñor Wladyslaw Blin, obispo de Vitebsk, explicó la situación que vive su diócesis, a la asociación caritativa católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), destacando la importancia de la nueva evangelización en un país oprimido por el comunismo durante más de 70 años.
“Hoy debemos buscar nuevas vías para llegar a la gente, para que permanezca firme en su propia fe”, afirmó.
“La nueva evangelización”, añadió, “debe expresar el poder de la fe y del Evangelio, porque la gente está perdiendo de vista el poder del Espíritu Santo”.
En este contexto, la diócesis del prelado está comprometida con una serie de proyectos para comunicar la Buena Noticia, como el Festival de Música Espiritual para los Jóvenes y las jornadas de Cultura Cristiana, que alientan los intereses en las prácticas cristianas tradicionales bielorrusas.
Entre las iniciativas está también el “Magnificat”, el festival de películas cristiana, bajo el patronato de monseñor Blin.
“Predicar el Evangelio es un gran reto para la Iglesia católica”, dijo el prelado. “Antes la fe era parte de nuestras tradiciones, pero actualmente las personas se están alejando lentamente de ella”.
La Iglesia no se ha hecho atrás en el afrontar cuestiones éticas y morales, y monseñor Blin organiza conferencias médicas internacionales en Bielorrusia.
Profesionales y expertos de Roma son enviados a hablar de la ética cristiana en la profesión médica, incluida la dignidad de la vida.
También son muy populares las peregrinaciones a lugares como Braclav o Buclav.
El 1 de julio, casi 2.500 peregrinos llegaron al santuario nacional en Budslau en la vigilia de la fiesta de Nuestra Señora de Budslau.
No obstante los retos, la fe está profundamente enraizada en muchas personas, en parte a causa de la persecución bajo el comunismo.
Monseñor Blin, que durante el periodo comunista estuvo exiliado en Polonia, recordó que muchos “murieron por su fe. Casi todas las familias tienen una víctima que dio su vida por su fe en Dios”.
“El país, sobre todo en las zonas orientales, ha sobrevivido 70 años sin Dios. Ahora es necesario dar testimonio a la próxima generación”.
Para el prelado, el papel de la Iglesia católica es el de “reforzar la conciencia de la gente del hecho de que todas las personas tienen el derecho de practicar la religión que llevan en el corazón, la fe de sus antepasados”.
“Debemos estar allí para los fieles”, declaró el obispo. “Queremos mostrarle a ellos que con Dios cualquiera puede ser feliz, porque Dios es amor. Toda persona infeliz ha perdido a Dios en su vida”.
En Bielorrusia, sobre una población de 10 millones de habitantes casi 2 millones son católicos, mientras que la mayoría es ortodoxa rusa.