LOURDES, viernes 8 junio 2012 (ZENIT.org).- Con una ponencia titulada "Ciencia y fe», del presidente del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios, arzobispo Zygmunt Zimowski, se abrió esta mañana en Lourdes el primer seminario científico internacional sobre el tema «Lourdes, la salud y la ciencia: ¿qué significa ‘curarse’ hoy?».
Con motivo del veinte aniversario de la institución de la Jornada Mundial del Enfermo (querida por el beato Juan Pablo II y que tuvo lugar por primera vez en esta ciudad francesa en 1993), la Oficina de Constataciones Médicas, presidida por Alessandro de Franciscis, ha querido convocar a expertos de fama mundial para debatir sobre el argumento en una óptica racional y científica y de acuerdo, no en oposición, con la idea de que la fe y la oración puedan influenciar la curación física.
El evento ha sido organizado junto al Comité médico internacional de Lourdes, por el Consejo Pontificio de Pastoral de la Salud. Entre los ponentes figuran, entre otros, el profesor Luc Montagnier, premio Nobel de Medicina en 2008, y el cardenal arzobispo de Lyon Philippe Barbarin.
«Ciencia y fe –dijo monseñor Zimowski- a su modo viven hoy la tensión hacia aquella que Pablo VI llamó la ‘civilización del amor’ en la que se encuentre espacio y tiempo para el bien, para la verdad, para la pacífica convivencia. Y están llamadas a ofrecer su efectiva contribución, al servicio de la humanidad, en la concordia, en el diálogo, en mutuo apoyo. Ciencia y fe pueden y deben convertirse en aliadas, después de que demasiadas veces han vivido una postura de distancia, de desconfianza, o incluso de contraposición.
Esta postura de alianza, explicó el arzobispo, debe realizar cuatro tipos de servicio: al hombre, a la verdad, a la vida y de la una (ciencia) a la otra (fe): «Ciencia y fe sobre todo deben servir al hombre. No son experiencias autorreferenciales, sino abiertas. Por ejemplo, una ciencia que no se propusiera enriquecer a la humanidad y, sobre todo, servir a los más débiles, sería una actividad monstruosa, temible, expuesta al riesgo de convertirse en sierva del poder. Del mismo modo, una fe cristiana que olvidara que Dios se ha revelado, se ha hecho carne, ha muerto y ha resucitado por nosotros los hombres y por nuestra salvación, sería una experiencia ofensiva respecto a Dios, antes que a los hombres».
Citando a santo Tomás de Aquino (Summa contra Gentiles), el presidente del Consejo Pontificio para los agentes sanitarios afirma que ciencia y fe son aliadas también porque son «provocación y ayuda» la una para la otra, y añade que «la ciencia provoca al creyente a cultivar la inteligencia, siempre y sobre todo cuando este reflexiona sobre la más inaferrable e indescriptible de las realidades: la de Dios». A su vez, «la fe es para el hombre de ciencia invitación permanente a la ulterioridad, a mirar al hombre, la realidad y la historia con la conciencia de que existe, más allá del mundo fenoménico, «un nivel más alto que necesariamente trasciende las previsiones científicas, o sea el mundo humano de la libertad y de la historia» (Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias, 6 noviembre 2006)».
La fe –recuerda Zimowski citando la encíclica de Juan Pablo II Fides et Ratio– «ayuda a ‘realizar el paso, tan necesario como urgente, del fenómeno al fundamento. No es posible detenerse en la sola experiencia; incluso cuando esta expresa y hace manifiesta la interioridad del hombre y su espiritualidad, es necesario que la reflexión especulativa alcance la sustancia espiritual y el fundamento que la sostiene'». La ciencia y la fe, subraya el ponente, deben tener como referente principal al hombre, su dignidad, su bienestar, su realización: «Son como dos raíles, ciertamente distintos e inconfundibles el uno del otro, caminando sobre los cuales se procede hacia un futuro de luz, de bien, de solidaridad para la humanidad». Por esto –concluye- nadie debe sentirse excluído del cuidado debido a su persona y a su salud, en el respeto de la igual dignidad de cada uno.