Por José Antonio Varela Vidal
ROMA, domingo 10 junio 2012 (ZENIT.org).- La historia de esta entrevista comenzó gracias a la música, específicamente a la música sacra. Nuestro entrevistado, el presbítero Carlos López Bonifacio, escribió a ZENIT después de leer la columna litúrgica en la que se abordó el tema de uso del órgano tubular. Él trabaja como formador de uno de los seminarios menores que aún existen en el mundo, donde estudian 150 niños en edad escolar y que ha dado a la Iglesia local 36 presbíteros, durante sus 28 años de existencia.
El padre Carlos tiene a su cargo la formación musical de los pequeños, quienes con sus dotes naturales con el canto y su precoz acercamiento a la música sacra, interpretan y deleitan –también en eventos abiertos al público–, con lo que hoy se reconoce como el “Gregoriano de los Andes”, en palabras del obispo emérito irlandés Demetrio Molloy, quien fundara el seminario y revitalizara décadas atrás esta porción del pueblo de Dios que vive, celebra y canta en ocasiones, a cerca de 5.000 metros de altura…
La diócesis aguarda con expectativa e ilusión poder adquirir muy pronto un órgano tubular para el seminario menor, que permita complementar la formación musical de los niños y preparar, sin duda, a una nueva generación de organistas para las parroquias y templos. Con este propósito, el padre Carlos invita a los lectores a colaborar.
¿Cómo surge la idea de abrir un Seminario Menor en la diócesis de Huancavelica?
–P. Carlos: Surge hace veintiocho años, cuando monseñor Demetrio Molloy, misionero irlandés, al asumir la diócesis se encuentra con un panorama pastoral muy difícil: gran extensión de la diócesis y diecisiete sacerdotes (casi todos mayores). Él, con algunos misioneros españoles, se empeñaron en fomentar vocaciones nativas pero conseguían muy poco pues la pobreza material de la gente –este sigue siendo el departamento más pobre del Perú, y un ambiente convulsivo por el terrorismo de aquel momento, que por desgracia se inculcaba abiertamente ya en los colegios donde no había clases de religión–, eran un gran obstáculo a sus esfuerzos. Por eso ven la necesidad de promover el plan vocacional desde más abajo, con los niños que comenzaban sus estudios secundarios. Así surgió este Seminario Menor “San Juan María Vianney”, cuyos frutos no tardaron en llegar en medio de aquella tempestad que precisamente necesitaba de Dios. En los veintiocho años de funcionamiento somos treinta y seis los sacerdotes que hemos descubierto nuestra vocación aquí.
¿Qué beneficios viene trayendo el seminario menor para los niños, sus familias y para la Iglesia local?
–P. Carlos: Viene trayendo grandes beneficios. El principal es la promoción de las vocaciones sacerdotales pero, como no todos son llamados al sacerdocio, todos tienen la oportunidad de recibir una mejor educación integral. El 60% de nuestros alumnos provienen de comunidades campesinas quechuas donde las deficiencias materiales, académicas y afectivas son casi absolutas. Aquí descubren un ambiente totalmente novedoso y confortable (con comedor, biblioteca, habitaciones, sala de música, etcétera), que suple las carencias de sus familias y eleva el nivel académico de nuestro medio, tal como lo demuestran cientos de exalumnos, hoy ya profesionales, que han pasado por aquí. Muchos padres de familia desean que sus hijos estudien en este seminario, especialmente los catequistas rurales. Estos son agentes pastorales líderes en sus comunidades campesinas, cuyo testimonio de vida es muy edificante para todos. Un seminarista me contó que su padre catequista solía llevarle a Misa todos los domingos y para eso tenía que andar cinco horas por las montañas hasta llegar a la parroquia, luego volvían felices a su casa. Hoy varios hijos de catequistas son jóvenes sacerdotes que trabajan en el seminario, atienden las parroquias o son profesores de teología y filosofía en el Seminario Mayor. Así han inyectado en la Diócesis un espíritu vivificante.
¿Cuáles son las características de la educación que allí se imparte?
–P. Carlos: Este Seminario Menor es también un colegio privado donde priorizamos la formación humana, espiritual, artística e intelectual. El régimen de internado facilita muchísimo el aprovechamiento del tiempo y posibilita una convivencia fraterna y ordenada en la que se pueden adquirir las virtudes necesarias en todo sacerdote: sinceridad, obediencia, responsabilidad, castidad, etc. Aquí los niños aprenden a valorar la vida en gracia y a luchar contra el pecado mediante la confesión y la dirección espiritual semanal, descubren al Señor en la Santa Misa y en las oraciones litúrgicas diarias. En estos oficios el canto sagrado es un poderoso recurso para alimentar nuestro espíritu. En cuanto a la formación intelectual se enseña a servir a Dios y al prójimo con el estudio serio.
¿Cuántos son los niños y quiénes están a cargo de ellos? ¿Cómo son sus horarios?
–P. Carlos: Como nuestras instalaciones son limitadas, tenemos ciento cincuenta alumnos entre los diferentes cursos académicos. Estamos a cargo de ellos tres sacerdotes: un rector y dos formadores; otros dos sacerdotes apoyan con la dirección espiritual y confesiones a tiempo parcial pues tienen también otros encargos. Los profesores son laicos y la administración de la cocina la llevan las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús.
Cada día los seminaristas se levantan a las 6 de la mañana y después del aseo personal tienen una charla de formación por 30 minutos, para luego participar en la Santa Misa. Limpian toda la casa, desayunan y van a clases de 8.30 a 13 horas. Luego comen, visitan brevemente al Santísimo, limpian nuevamente el seminario, rezan el rosario y otra vez van a clases de las 14.30 a las 16. Un momento muy esperado es el deporte en el que predomina el fútbol. Después de la cena a las 19 horas, tienen un momento de estudio, hacen la lectio divina, rezan las oraciones de la noche y a las 21.30 todos se acuestan. Como es lógico, los sábados y domingos el horario difiere: se tienen paseos largos, competencias deportivas, cantos, recitales de música, entre otras actividades. Los domingos suelen visitar a sus familias.
¿Cómo es la formación artística que reciben? ¿Qué tipo de música se interpreta con ellos?
–P. Carlos: Principalmente cultivamos el arte musical porque monseñor Molloy quiso que todos tuviesen esa oportunidad, y porque descubrió que el niño andino tiene una sensibilidad especial para ello. Nuestro principio es que todos los niños tienen talento musical, únicamente es preciso motivarlos y acompañarlos en su progreso.
Diariamente los niños escuchan melodías populares, sacras y clásicas que luego ejecutan en sus instrumentos, a la par que aprenden a leer partituras. Los pequeños imitan pronto a los mayores y despiertan así su interés musical. Esto se potencia con los recitales mensuales que tienen en el auditorio municipal donde interpretan los temas aprendidos en la flauta, piano y violín. La Banda de músicos del seminario también tiene un prestigio ganado.
Teniendo en cuenta que el canto sagrado no es un adorno marginal sino una necesidad litúrgica, procuramos que los niños también cultiven especialmente, según decía monseñor Demetrio, “El Gregoriano de los Andes”, bellos y piadosos cantos en el idioma de los incas cultivados por los primeros misioneros y que perduran hasta hoy.
¿El seminario cuenta con todas las facilidades para cumplir con sus objetivos?
–P. Carlos: El objetivo principal, la promoción vocacional, lo estamos consiguiendo cada año aunque siempre nos parece quedarnos cortos. Procuramos contar con lo que tenemos pero el afán de superación nos crea aún metas más altas. No obstante, el materialismo y hedonismo imperante en el ambien
te exterior que afecta también a nuestros seminaristas, es una dificultad cada vez mayor que antes no había. Con todo seguimos siendo bendecidos cada año con varias vocaciones sacerdotales. Esos muchachos ingresan a nuestro Seminario Mayor diocesano donde realizan sus estudios eclesiásticos y se preparan para recibir la ordenación sacerdotal.
¿Cuáles son las necesidades principales que tienen los formadores y el señor obispo para llevar adelante este seminario menor?
–P. Carlos: La necesidad económica sigue siendo importante aun cuando social y económicamente se viene mejorando. De hecho funcionamos con ayudas de España sin las cuales no podríamos subsistir. Nuestros muchachos, procedentes por lo general de familias numerosas y campesinas, no ignoran en absoluto la deuda enorme que adquieren con los bienhechores e intentan corresponder aprovechando mejor la formación recibida y rezando por ellos. Esta es una dificultad cuya solución sólo lo entienden personas de vida cristiana, ya que es más difícil conseguir becas para los seminaristas que para proyectos sociales, aunque a la larga el apoyo al seminario es el mejor proyecto social invertido.
Cuéntenos de Huancavelica, de sus características como departamento del Perú, los números que tienen como diócesis…
–P. Carlos: Huancavelica es un departamento del Perú enclavado de los Andes Peruanos, que tiene pueblos entre los 2.500 y 5.000 metros de altitud, con un clima frío y seco. En el Virreinato fue importante y rico por las minas, pero esa prosperidad inicial ya se perdió. Actualmente, es el departamento más pobre del Perú tal como lo demuestran los índices de mortalidad infantil (29 por cada mil niños); desnutrición crónica infantil (53,6%); analfabetismo (77,9%); bajo índice de desarrollo humano (0.49); pobreza extrema de sus pobladores (72%), entre otros datos.
Como diócesis, creada en 1944, tiene una extensión de 22.000 Km2, con una población de 485.000 habitantes. Los cuarenta y dos sacerdotes, casi todos jóvenes, no nos damos abasto con los 1.627 pueblos rurales (a cada uno nos toca entre ochenta o cien pueblos), y nuestras carreteras de tierra no favorecen la comunicación. Hay nueve comunidades religiosas con vocaciones florecientes y contamos con un Instituto Pedagógico para formar a los profesores de religión. Tenemos un hogar para ancianos abandonados y seis comedores populares que alimentan diariamente a dos mil niños pobres. Cáritas desarrolla importantes trabajos de proyectos auto-sostenibles en el campo.
¿Cómo es el acceso a la educación de las niñas en Huancavelica?
–P. Carlos: Son realidades distintas las niñas de la ciudad y las del campo. En la zona rural son alarmantes los índices de analfabetismo femenino (44,5%). No es que no haya escuelas sino que, debido principalmente a la idiosincrasia que se va superando, las niñas no suelen acudir al colegio por dedicarse a la chacra o al cuidado del ganado. No obstante, cada vez son menos las niñas que no van a clases. Cuestión aparte es la preparación profesional de los maestros y las dificultades económicas que tienen. Las comunidades religiosas poseen, según sus posibilidades, hogares de acogida y formación para niñas siempre según su carisma propio. Algunas de esas niñas han venido formándose también en el arte musical gracias a pequeñas ayudas.
¿Quisiera usted hacer algún llamado a los lectores de ZENIT?
–P. Carlos: Quisiera pedirles oraciones por esta diócesis escondida entre imponentes montañas. Solo ella hará que venzamos las dificultades pastorales que tenemos, y seguirá suscitando muchas vocaciones para Huancavelica y para la Iglesia.
De momento quisiéramos que algún lector con el corazón generoso nos ayude a lograr un sueño en beneficio de la formación de nuestros seminaristas: quisiéramos tener un órgano con sonido de tubos, instrumento muy recomendado para la liturgia. Así formaremos también organistas para nuestras parroquias. La música expresa lo que las palabras ya no pueden hacer y es necesario ofrecérselo a Dios, que tanta bondad tiene con nosotros. Es la herencia de nuestro obispo emérito a quien apreciamos mucho los huancavelicanos.
También aprovecho para agradecer el testimonio sacerdotal de los misioneros españoles que hemos visto desde cuando éramos seminaristas menores. Ahora nos toca a los sacerdotes nativos seguir adelante con el seminario menor y con la Diócesis. Nuestra oración y gratitud también a ZENIT por esta oportunidad maravillosa.
Al padre Carlos López se le puede escribir al correo electrónico: carlosperu33@gmail.com