Por Valentina Colombo
ROMA, viernes 22 junio 2012 (ZENIT.org).- ¡Imaginen un periodista que escribe un editorial y poco después se encuentra en un tribunal para responder a la acusación de… apostasía corriendo el riesgo de ser condenado a pena de muerte! Es el caso del jordano Salih Kharisat que ha sido denunciado por un grupo de abogados, capitaneados por Musa Abdelilat, ligados al movimiento salafita. La acusación es de haber escrito frases de las que se presume su ateísmo y la falta de respeto hacia el Corán. El proceso se celebrará el próximo 24 de junio en el tribunal sharaitico de Amman norte y a juzgarle será el juez Ibrahim Zayd al-Kilani.
Obviamente Kharisat no se lo cree y miega las acusaciones contra él, pero la mecha se ha encendido. El hecho de que se trate de un grupo de salafitas que recurre a la justicia no excluye que otros salafitas pasen a la acción y lleven a cabo la pena prevista para el apóstata, es decir la pena de muerte.
Lamentablemente, no es el primer caso en la «moderada» Jordania. El 24 de septiembre de 2008 empezó la odisea del poeta y periodista Islam Samhan.
Objeto incriminado: su colección de poesías Ágil como una sombra. Una recensión aparecida en la web invita a las autoridades religiosas a emitir una fatwa contra versos que ultrajan a la religión.
El jeque Nuh al-Quda, gran mufti de Jordania, le había acusado de ser «un apóstata y un enemigo de la religión», por haber escrito rimas de amor que en algunos casos recuerdan y aluden a algunas suras del Corán y en otros se dirigen a Dios mismo. Samhan es reo de haber escrito: «Inquieta/ se lamenta/ De aquello que no sabía/ Ella se dirige a Dios/ Pequeña como un pajarito/».
Y: «Tú eres nicho del lecho/ Todo iluminas/ Casi sin que fuego te toque./ […]/ Enseña a los ángeles/ tu nombre/ Un grupo de adoradores te pisa/ los pies/.
Inmediatamente después de la fatwa el poeta Islam Samhan, que hoy tiene treinta y un años, fue llevado al tribunal, y esto vale también para Kharisat, a pesar de que la Constitución del Reino hachemita de Jordania afirme en el artículo 14 que «el estado salvaguardará el libre ejercicio de todas las formas de culto y ritos religiosos en sintonía con las tradiciones observadas en el Reino, a menos que esto contravenga con el orden público y la moralidad», y el artículo 15 que «el Estado garantizará la libertad de opinión».
«Cada ciudadano jordano será libre de expresar su opinión en discursos, escritos o por medio de representaciones fotográficas y otras formas de expresión, admitido que esto no viole la ley; la libertad de prensa y publicación será asegurada dentro de los límites de la ley; los periódicos no serán suspendidos de la publicación si sus permisos revocados si no de acuerdo con lo previsto por la ley; en caso de declaración de ley marcial u de estado de emergencia, puede ser impuesta por ley una censura limitada a periódicos, publicaciones, libros y transmisiones televisivas sobre cuestiones que tocan a la seguridad pública y a la defensa personal; el control de los recursos de los periódicos será regulado por ley». El artículo 37 de la ley jordana sobre la prensa habla claro y limita notablemente la libertad de expresión en el país: «Está prohibida la publicación de cualquier forma de cualquier cosa que ofenda o ultyraje una de las religiones y denominaciones cuya libertad es sancionada por la constitución». En modo particular el islam.
El 21 de junio de 2009, el tribunal de Amman, con gran exaltación de los extremistas islámicos, condenó a Islam Samhan a un año de reclusión y a una multa de diez mil dinares jordanos (cerca de diez mil euros) por haber «insultado el sentimiento religioso». El 26 de junio, el joven poeta, desesperado, me escribió: «Cuando fui al tribunal era optimista. Estoy convencido de mi inocencia. Este es el motivo por el que me quedé sin palabras cuando se pronunció la sentencia que me ha visto condenado. Es una decisión política que mira a complacer a los extremistas islámicos que son peligrosos como los terroristas en Irak o aquellos que secuestran a turistas en Yemen. Los extremistas amenazan con castigarme y matarme».
Islam Smahan que había sido a su vez precedido por el poeta jordano Musa Hawamdeh, también acusado de haber ultrajado la religión y de apostasía, no ha recibido todavía la sentencia definitiva. El motivo de este titubeo se debe sin duda al hecho de que la opinión pública internacional se ha desencadenado con llamamientos a su favor, entre los cuales algunos dirigidos al mismo rey Abdallah.
Lo mismo debe suceder para Kharisat, que entre otras cosas es un defensor acérrimo de la condición de la mujer en su país. Hace falta que llamamientos, peticiones recuerden al monarca jordano que si quiere mantener intacta la imagen de «último occidental», de «moderado» debe tener el valor de impedir que se repitan casos de este tipo.
Por enésima vez, la vida de un hombre está en peligro. Los derechos humanos y la libertad no se respetan. Pero Kharisat no está solo y el proceso será seguido en cada paso, así como el de Islam Samhan.
No es aceptable que en el tercer milenio haya personas que corran el riesgo de pena de muerte por haber escrito un editorial o una poesía.