Por José Antonio Varela Vidal
CIUDAD DEL VATICANO, martes 3 julio 2012 (ZENIT.org).- El pasado 29 de junio, solemnidad de san Pedro y san Pablo, el papa Benedicto XVI impuso el palio a todos los arzobispos metropolitanos que había nombrado en el último año. Entre ellos estuvo monseñor Salvador Piñeiro, arzobispo de Ayacucho, quien es también presidente de la Conferencia Episcopal Peruana desde enero de este año.
ZENIT conversó con él sobre el significado de esta ceremonia, del signo visible que ha recibido y de los desafíos de su labor al frente de una de las jurisdicciones más pobres del país, desde donde se extendió el terrorismo de Sendero Luminoso a principios de la década de los ochenta del siglo pasado. Y nos habló también de sus primeros meses en la presidencia de un episcopado que entre otras tareas, es convocado continuamente a promover el diálogo en medio de larguísimos conflictos.
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¿Qué significado tiene el palio entregado por el santo padre?
–Arzobispo Piñeiro: Son estos signos que tienen tanta riqueza, tanta expresión en la Iglesia. Es llegar a Roma y encontrarnos con el sucesor de Pedro para que él te imponga esta señal de comunión, de afecto, de preocupación y solicitud por nuestras iglesias.
Mucho se destaca el hecho de que esté tejido con lana de ovejas…
–Arzobispo Piñeiro: Sí, porque es una insignia elaborada con lana de ovejas bendecidas por el papa y criadas por unas religiosas benedictinas. Este distintivo, que sobre los hombros del obispo coloca el santo padre, nos recuerda que tenemos que ser el buen pastor y que hay que cuidar a la grey.
Hemos visto unas cruces y unos alfileres dorados, ¿qué significan?
–Arzobispo Piñeiro: En esas cruces están las virtudes que son la fuerza en el alma, para perseverar en el bien, para proclamar la verdad, para tener esa capacidad de amar y de servir con fortaleza. Y los alfileres que se insertan en las cruces, recuerdan las llagas gloriosas de Jesús a fin de seguirlo en la virtud, porque si no entendemos el camino de la cruz no sabemos por donde vamos.
Hay mucho simbolismo…
–Arzobispo Piñeiro: Es todo un simbolismo: es conducir la Iglesia, cuidar de tus hermanos lleno de fe y de amor. Al ser recibido de manos del papa, representa esa comunión con la Iglesia Universal, porque como metropolitano también hay que acompañar y cuidar a las diócesis sufragáneas.
¿Cuándo y dónde se debe utilizar el palio?
–Arzobispo Piñeiro: Siempre se utiliza en la sede del arzobispo o en las diócesis sufragáneas, porque segun el canon que señala el Código, no se puede usar fuera de esas sedes.
Hoy en día, ¿qué relación tiene un metropolitano con las sedes sufragáneas?
–Arzobispo Piñeiro: Es una presidencia de honor y para algunas decisiones que se toman en la archidiócesis. Yo tengo dos, que son la diócesis de Huancavelica y la prelatura de Caravelí. También en algunas emergencias, cuando parte alguno de los sufragáneos se asume el gobierno de la Iglesia local hasta que se organice quién va a tener al frente el cuidado de esa sede. O sino cuando nos envían alguna consulta por asuntos del gobierno de la Iglesia universal, se reúne la región, es decir el arzobispo metropolitano con sus hermanos. Esto expresa también la colegialidad, somos hermanos en el episcopado, tenemos que ayudarnos; y en el caso nuestro, son muy parecidas las exigencias, la problemática, entonces nos apoyamos para que nuestro trabajo pastoral sea más efectivo y para hacerlo con más afecto.
¿Y cuando fallece el arzobispo, qué se hace con el palio?
–Arzobispo Piñeiro: Ese signo con que hemos sido marcados por la Sede de Pedro, nos lo llevamos hasta la eternidad. Cuando el arzobispo ha fallecido se le impone el palio y con ese signo nos despiden en la sepultura. Y si ha tenido otras sedes metropolitanas, los palios anteriores también se depositan en el féretro.
Usted ya ha cumplido casi 8 meses en la archidiócesis de Ayacucho, ¿cuál es su diagnóstico?
–Arzobispo Piñeiro: Es una Iglesia enclavada en los Andes y cuánto nos limita la dificultad geográfica. Es una economía muy pobre, no tengo valles, todos son quebradas, no hay industria; hay gente muy buena, pero cuyo trabajo es de comercio, muy doméstico…, hay extrema pobreza.
Se tendría que promover más la educación superior de las nuevas generaciones…
–Arzobispo Piñeiro: Una de las preocupaciones de la Iglesia es colaborar también en la formación educativa. Tenemos un instituto tecnológico con cinco carreras, a las que vengo dando mucho dinamismo, con sacerdotes que ayuden en la docencia, porque no solamente se deben aprender las técnicas, sino tambien la doctrina social de la Iglesia, y la fe. En este año querido por el papa, he regalado el Catecismo personalmente a cada uno de los alumnos, para que se estudie el Catecismo de la Iglesia. Y esto porque el nuestro es un centro de formación de la Iglesia, y no solamente debo sacar expertos en mecánica o en tareas de agricultura o de sanidad, sino debo sacar laicos que den testimonio de su fe, que apuesten por el evangelio, que es fuente de justicia y de paz.
¿Y qué recursos humanos tiene para este trabajo?
–Arzobispo Piñeiro: De las parroquias, hay 25 que están en funciones, aunque hay otras que deberíamos atender mejor y que están en las zonas más distantes, o con poblaciones que han disminuido. Pero digamos que los grandes centros poblados están atendidos por sacerdotes beneméritos, que a pesar de las distancias y los pocos recursos, están allí dando su cariño, su testimonio como guías y pastores que son de esas comunidades.
¿Tiene congregaciones trabajando con usted?
–Arzobispo Piñeiro: Con gran satisfacción en estos primeros meses, tres comunidades religiosas de manera voluntaria han venido a colaborar. Son 14 las comunidades que ya están establecidas, quienes como buenas mujeres de fe, están en las zonas más difíciles, atendiendo al niño abandonado, al anciano, allí donde no ha llegado el sacerdote. A mí me emociona recordar cómo en las horas dificiles del terror, ellas estaban poniendo la semilla de la reconciliación, del amor.
¿Y en el seminario?
–Arzobispo Piñeiro: Tengo quince seminaristas en el seminario arquidiocesano de Huancayo, donde cinco diócesis colaboramos con algún sacerdote y nos acogemos a los programas educativos de ese seminario. Tengo otros cinco jóvenes que han comenzado una experiencia seria de discernimiento en la ciudad.
Desde que está como presidente del Episcopado Peruano, se ha encontrado con varios conflictos en el sur y norte del país, y que han convocado a la mediación de la Iglesia, ¿cuál es su evaluación de esta situación?
–Arzobispo Piñeiro: Nos hemos acostumbrado en los últimos tiempos a los enfrentamientos. Vemos que la gente sale a protestar y al final no se sabe a ciencia cierta por qué, y entonces el tema de la justicia y de la politica se interfieren. Por eso son importante las mesas de diálogo, y que la casa del obispo, la curia episcopal sea un lugar neutral donde se expongan y se aclaren los puntos de vista. A veces terminamos discutiendo y nos olvidamos cuál fue el tema frontal, el inicio de la dificultad. No sabemos dialogar, hemos perdido esa sensibilidad por buscar la verdad. Qué bien enseña san Pablo, de que hay que buscar la verdad en la caridad, porque yo no soy dueño de la respuesta, sino que debemos buscar juntos la solucion en el diálogo.
Es difícil invocar a la unidad…
–Arzobispo Piñeiro: Otro asunto es todo este sentido asambleísta. Yo soy respetuoso de la democracia, pero una vez q
ue se toma una decisión, y se elige este gobierno regional o local, ya no debe haber camisetas de los partidos, sino todos nos ponemos la camiseta del Perú para seguir adelante. Pero no, como no salí elegido, como soy de la oposición, allí estoy poniendo la zancadilla, en lugar de poner el hombro por el país. Ya luego habrá un proceso y se irá a nuevas elecciones, porque esa es la democracia, entonces tendrás oportunidades para encontrar los caminos de solución que tú propones. Pero ahora todos tenemos que aportar nuestras iniciativas, apostar por el Perú.
En todo diálogo también se discrepa, ¿no?
–Arzobispo Piñeiro: Podemos discrepar, uno ve de una manera, otros de otra, y esta discrepancia es sana; pero lo que nunca será democrático –y es antiperuano–, es la discordia en el corazón, esa discordia que fomenta odio, que fomenta enemistad, que evita la concordia. Por mi temperamento y por mi vocación, creo que tenemos que ser personas que buscan el consenso, que conversan, que dialogan para encontrar las grandes motivaciones.
Da curiosidad saber cuál es su lema episcopal…
–Arzobispo Piñeiro: Es el salmo 18, “el Señor es mi Fortaleza”. Ya podemos hacer proyectos, hablar mucho, pero si no esta Jesús, si su evangelio no me fortalece, entonces aparece la rutina, el cansancio, el desaliento. Jesús es nuestra fortaleza, tenemos que fiarnos de Él.