Perú: El cardenal Cipriani comenta el conflicto de Cajamarca

Entrevista con el arzobispo de Lima

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Por H. Sergio Mora

ROMA, domingo 8 julio 2012 (ZENIT.org).- El cardenal peruano Juan Luis Cipriani Thorne habla del conflicto entre empresas mineras y campesinos en Cajamarca y Celendín: Los miembros del clero tenemos que ser humildes y no ocuparnos de hablar de asuntos que no son de nuestra competencia. Desde la doctrina de la Iglesia, enraizada en el contenido de los Evangelios, el magisterio pontificio ha elaborado durante el siglo XX una doctrina social. A ella debemos remitirnos. He visto cómo el diálogo con la mentira no resuelve nada. No podemos sumarnos a los que ingenuamente piensan que se trata de una lucha de idealistas defensores de los pobres o de la naturaleza, contra pragmáticos que buscan multiplicar la riqueza material de cualquier manera, o una autoridad que no razona. Aquí la entrevista concedida en Roma el 5 de julio a ZENIT.

Señor cardenal, en el Perú hay varios conflictos sociales a causa de las inversiones mineras, especialmente en Cajamarca. ¿Qué dice al Iglesia?

–Card. Cipriani: Hay que ser cuidadoso al hablar de la Iglesia frente a cualquier situación temporal, porque la Iglesia tiene una misión que trasciende las realidades terrenas, al centrarse en la salvación de las almas. La Iglesia tiene credibilidad en el pueblo en la medida que predica la Palabra de Dios. Los miembros del clero tenemos que ser humildes y no ocuparnos de hablar de asuntos que no son de nuestra competencia. Obispos y sacerdotes estamos para formar bien las conciencias, para que sean libres en la verdad y responsables en la justicia.

Si asumimos que la Iglesia es una institución política o sociológica, estamos equivocando la realidad de la Iglesia, cuyas esencia es sobrenatural y debemos verla a la luz de la fe. Eso sí, desde la doctrina de la Iglesia, enraizada en el contenido de los Evangelios, el magisterio pontificio ha elaborado durante el siglo XX una doctrina social. A ella debemos remitirnos cada vez que nos encontramos con una situación temporal, como el conflicto de Cajamarca.

Pero los obispos y los sacerdotes, ¿tienen algo que decir ante conflictos concretos, que enfrentan a la población a la policía, como estamos viendo?

–Card. Cipriani: Sí, obispos y sacerdotes debemos orientar a la población hacia la oración. La oración no es una práctica piadosa vacía de contenido. Es elevar el corazón a Dios para hablar con Él sobre nosotros, pedirle que nos ilumine para resolver los conflictos de manera pacífica. Con Dios, lógicamente, hay que hablar con la verdad, no se puede hacer oración con el engaño y la mentira.

Los eclesiásticos no tenemos una varilla mágica para resolver problemas sociales por nosotros mismos. Siempre debemos tender a la verdad, a hablar con la verdad, ya sea con Dios o entre nosotros los hombres. El diálogo es un medio para el fin de la paz social. El diálogo no es un fin en sí mismo.

Cuánto me gustaría ver que los párrocos de las distintas poblaciones de Cajamarca convocaran a sus fieles parroquianos a que se reúnan en los templos para hacer oración por la paz, por la verdad, sin tomar la palabra para proponer soluciones concretas que no les corresponde ofrecer.

La doctrina social de la Iglesia puede inspirar al obispo y al sacerdote para orientar a las partes en conflicto, ¿o se tienen que contentar con rezar?

–Card. Cipriani: Por supuesto que la doctrina social cristiana puede orientar, no sólo al obispo y al sacerdote, sino especialmente a los seglares, a encontrar soluciones a todo conflicto, también el de Cajamarca. Ahora bien, la búsqueda del bien común, en este conflicto, en un problema complejo en el que están en juego inversiones de dinero muy grandes, recursos naturales que deben ser preservados, ancestrales tradiciones campesinas, políticas de desarrollo del gobierno, factores turísticos que dan trabajo a muchos, entre otros. Hay que escuchar primero lo que dicen los técnicos.

No olvidemos que el mercado internacional de los minerales: oro, plata, cobre, tiene agentes interesados en que tal yacimiento se explote y que tal otro no. O que no lo explote tal empresa para dejar el campo para que la explote otra. No podemos sumarnos a los que ingenuamente piensan que se trata de una lucha de idealistas defensores de los pobres o de la naturaleza, contra pragmáticos que buscan multiplicar la riqueza material de cualquier manera, o de una autoridad política que no razona.

Las autoridades del gobierno peruano han explicado las razones que les mueven en el caso de Celendín, la necesidad de inversiones para crear empleo y luchar contra la pobreza, y pareciera que nadie quiere escuchar…

–Card. Cipriani: Un enfrentamiento ante la autoridad legítima con marchas, carreteras bloqueadas y piedras conduce a una represión policial con muertos y heridos, no al encuentro de una propuesta que recoja la parte de verdad que pueda tener cada una de las partes. Yo veo que la población sufre la influencia de planteamientos ideológicos cargados de prejuicios; hay ONG nacionales y extranjeras que actúan movidas por intereses determinados y que sostienen que quien no piensa como ellas está descalificado.

Ni la extracción de minerales es por definición un atropello a la cultura; ni la inversión minera, por sí misma, trae una trasformación integral a los pueblos. En el caso de Cajamarca –y Celendín- pienso que el gobierno ha dialogado bastante, ha tenido calma y ha esperado que los dirigentes locales comprendan que no se pueden atrincherar en la terquedad de una posición radical, que no conduce a la solución del conflicto.

¿No cree que las empresas internacionales no se preocupan por dialogar con la población y solamente van a buscar la riqueza?

–Card. Cipriani: En el pasado ha habido casos de este tipo en todas partes del mundo, pero en el siglo XXI hay normas internacionales que precondicionan los préstamos para invertir, hay leyes nacionales que protegen el ambiente, hay ministerios de Cultura y de Agricultura y de Ambiente; no sólo de Energía y Minas. He leído en los diarios que se han hecho varios estudios para proteger las fuentes de agua para el uso de la población y el riego de las tierras de cultivo. Pero todos los intentos de diálogo han terminado mal, quizás porque algunos líderes locales actúan en función de sus propias agendas políticas. Hace unos días supe que el presidente de la República ha logrado concertar con los alcaldes distritales de Cajamarca. Quizás sea el principio de la paz.

¿Usted ha pensado intervenir directamente en los conflictos de Cajamarca y Celendín?

–Card. Cipriani: Yo soy arzobispo de Lima. El territorio donde se dan esos conflictos tiene su obispo, que es quién tendría que responder esta pregunta, siempre dentro de los límites de la doctrina social de la Iglesia. Yo he vivido la violencia homicida de Sendero Luminoso once años en Ayacucho y he participado cuatro meses en la violencia del MRTA en la residencia del embajador del Japón en Lima. He visto cómo el diálogo con la mentira no resuelve nada.

Quienes actúan con la remembranza del marxismo y de la lucha de clases no pueden llegar a un acuerdo mediante el solo diálogo, desgraciadamente. Su terquedad conduce a la pérdida de vidas humanas, y no quiero creer que dirigentes locales la busquen para justificar su sinrazón.

No olvidemos que los cristianos rezamos todos los días para que los gobernantes sepan encontrar el camino del desarrollo de los pueblos respetando la dignidad de la persona humana, la verdad y la justicia de los pueblos. Recemos igualmente por los muertos y heridos en Celendín. Desde Roma, sin la información detallada de lo ocurrido los últimos días, no le puedo decir más.

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ZENIT Staff

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