Esta mañana, el cardenal arzobispo de Madrid Antonio Mª Rouco Varela presidió una solemne celebración eucarística en la plaza de Colón de Madrid, España, en la festividad de la Sagrada Familia.

En la Misa, que dio comienzo tras el mensaje que Benedicto XVI dirigió a las familias, concelebraron los cardenales de Barcelona Luis Mª Sistach; arzobispo emérito de Sevilla Carlos Amigo; prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos Antonio Cañizares; arzobispo presidente del Pontificio Consejo para la Familia Vicenzo Paglia. Los arzobispos de Avignon, Francia, Cattenoz; de Toledo Braulio Rodríguez; Castrense Juan del Río; de Granada Javier Martínez; de Sevilla Juan José Asenjo; de Oviedo Jesús Sanz OFM; de Toledo Braulio Rodríguez; de Valencia Carlos Osoro; y de Zaragoza Manuel Ureña. Los obispos de Alcalá de Henares Juan Antonio Reig Pla; de Getafe Joaquín M. L. De Andújar; de Bilbao Mario Iceta; de Ciudad Rodrigo Raúl Berzosa; de Córdoba Demetrio Fernández; de Coria-Cáceres Francisco Cerro; de Ibiza Vicente Juan Segura; de Menorca Salvador Giménez Valls; de Mondoñedo-Ferrol Manuel Sánchez Monge; de Orihuela-Alicante Jesús Murgui; de Salamanca Carlos López; de Segovia Ángel Rubio; de Teruel y Albarracín Carlos Escribano; de Tui-Vigo Luis Quinteiro; y de Siedice, Polonia, Kiernikowski. Y los obispos auxiliares de Madrid, Fidel Herráez, César Franco y Juan Antonio Martínez Camino SJ; de Getafe José Rico Pavés, y de Pamplona-Tudela Juan Antonio Aznárez. Además de dos monseñores de la Nunciatura.

En su homilía, el cardenal recordó que “la Fiesta de la Sagrada Familia nos reúne hoy, de nuevo, en este año que concluye, el 2012, crítico y doloroso por tantos motivos, para dar gracias a Dios por nuestras familias enraizadas en la fe en Jesucristo, el Redentor del hombre, y pedirle por el bien de la familia cristiana, verdadera ‘esperanza para hoy’”. Porque “sólo la familia concebida y vivida en la plenitud de su verdad, como la enseña el lenguaje inequívoco e indestructible de la naturaleza humana, despeja el horizonte de la esperanza para el hombre y la sociedad de nuestro tiempo”. Una verdad que se conoce, comprende y realiza en plenitud “cuando se la busca con humilde sinceridad en la escucha de la Palabra de Dios y en la vivencia fervorosa de la celebración del Sacramento de la Eucaristía”. En la Sagrada Familia de Nazaret “se abrió e inició la verdadera y definitiva historia de la salvación del mundo. Una historia que ninguna crisis, aunque suponga e incluya los mayores y más horrendos pecados del hombre, podrá jamás interrumpir y, menos, anular”.

“Nos reunimos esta radiante mañana del Domingo de la Sagrada Familia en la madrileña Plaza de Colón, evocadora de tantos memorables encuentros eclesiales, formando la gran Familia de los Hijos de Dios, para profesar ante el mundo, a la luz de la Palabra divina y actualizando eucarísticamente el Misterio de nuestra Redención, la fe en la Verdad de la Familia cristiana reflejada, posibilitada y fundada de modo pleno y definitivo en la Sagrada Familia de Nazaret: en la Familia de Jesús, José y María”.

La Verdad de la familia cristiana

En el marco del Año de la Fe, el cardenal afirmó que se hace “urgente actualizar la doctrina de la fe sobre la verdad eterna del matrimonio y de la familia. ¡Hoy, quizá, mucho más!”. “Esta Verdad del matrimonio cristiano es la verdad de vuestras vidas”, ha dicho dirigiéndose a las familias presentes en la Eucaristía. “Es la verdad del fundamento de toda sociedad que quiere y trata de edificarse de modo justo, solidario, profundamente humano y fecundo. ¡Es su futuro! Ignorarla y, más aún, despreciarla es poner en juego su misma viabilidad histórica. Sin la verdad del matrimonio, el organismo vivo, que es la sociedad, se desintegraría. Se pondría en peligro el hombre mismo”.

“Pero, aún más, la familia cristiana es la célula primera del organismo sobrenatural que es la Iglesia”, ha asegurado. “La Iglesia engendra, cría y educa a sus hijos por la Palabra de la Fe y por el Bautismo, con el concurso inestimable e imprescindible de la familia creyente”. Además, “la familia cristiana es el lugar primero --e insustituible, en principio- para que los hijos nazcan y crezcan en la Fe en Jesucristo, el Salvador del hombre. La ‘comunidad familiar’, nacida de la carne y de la sangre, santificada por la gracia del Sacramento, fundada, experimentada y vivida como fruto de la donación incondicional del amor en Cristo, es el marco fundamental para que nazca, madure y se forme el hombre, ¡la persona humana!, en toda su dignidad de ‘hijo de Dios’”.

“En el fondo de esas posturas negadoras de la verdad de la familia cristiana, está operante el hecho social de no querer conocerle a Él”. Por eso, “profesar la fe en la Verdad de la Familia Cristiana --¡la verdad de Dios que vosotros, queridas familias cristianas, queréis hacer realidad fiel en vuestras vidas, siguiendo el modelo de la Sagrada Familia de Nazareth!--, no sólo es vital para vuestro futuro y el de vuestros hijos sino, también para el futuro de la sociedad y de la Iglesia; más aún, para el futuro de la humanidad. No hay duda: ¡Vosotros sois la esperanza para hoy!”.

En este sentido, exhortó a las familias a ser fuertes. “Sed valientes en la fidelidad y en la renovación constante de vuestro amor --¡amor fecundo!- como esposos y padres de familia. Seamos fuertes y valientes todos con vosotros en la Comunión de la Iglesia: los Pastores --obispos y presbíteros--, los consagrados y todos los fieles laicos. Sería una gravísima responsabilidad pastoral y apostólica dejaros solos en esta situación tan dramática, producida por una crisis que os afecta muy directamente en lo económico; pero, sobre todo, en el reconocimiento social, cultural y jurídico que se os debe. Una crisis moral y espiritual que surge y se plantea en sus orígenes como una ‘crisis de fe’ con pocos precedentes en la historia de Europa y de España”.

Apoyo a la familia

A continuación, el cardenal dijo que “en esta hora histórica, el apoyo de toda la Iglesia, encabezada, guiada y alentada por nuestro Santo Padre Benedicto XVI, es una de las primeras exigencias pastorales del Año de la Fe”.

Y es que, a su juicio, la fe clarifica y dignifica las relaciones humanas, y las convierte en cauce de auténtico amor. “Amor que una a los hombres como hijos de Dios en la familia, en la sociedad y, por supuesto, en la Iglesia. El amor que hará posible terminar con esas dramáticas situaciones que se derivan de la extrema facilidad con que se llega al divorcio, se rompen las familias y se somete a sus miembros más débiles, a los niños, a una dolorosísima tensión interior que tantas veces los destruye por dentro y por fuera. El amor dispuesto al socorro y a la ayuda sacrificada y generosa de las familias entre si y entre sus miembros en las circunstancias tan frecuentes y dolorosas del paro, de las dificultades económicas, morales y espirituales. Un amor, que, perseverantemente vivido al calor y con la fuerza de la fe cristiana, hará posible terminar con la estremecedora tragedia del aborto practicado masivamente desde los años setenta del pasado siglo en la práctica totalidad de los países europeos, incluida España, al amparo de una legislación, primero despenalizadora del mismo y, luego, legitimadora”.

Aseguró que hay esperanza “para afrontar victoriosamente estos tremendos desafíos planteados al hombre y a la sociedad de nuestro tiempo” en “la familia cristiana que persevera en la oración dentro del hogar, unida a la plegaria litúrgica de la Iglesia; que sabe confiarse al amor de María, la Madre de Jesús”. “¡Amor siempre dispuesto a acoger y a escuchar las súplicas de los hijos!”.

“Acogidos a ese amor maternal de la Virgen Santísima, invocada en Madrid como Virgen de la Almudena y en España bajo riquísimas y populares advocaciones, las familias cristianas serán y son la esperanza para hoy”, ha concluido.

Ver la homilía completa en: http://www.zenit.org/article-44002?l=spanish.