Hoy durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el papa Benedicto XVI centró su reflexión en el Bautismo del Señor, fiesta con la cual se cierra el tiempo de Navidad en el calendario litúrgico de la Iglesia latina.

Realzando la tradición oriental del cristianismo, el santo padre enseñó que Jesús –ya adulto--, se sumerge en las aguas del río Jordán, “santificando así las aguas del cosmos entero”.

Sobre este pasaje de los evangelios, que marca el inicio de la vida pública de Cristo, el Catequista universal se preguntó: “¿por qué Jesús, en el que no había huella del pecado, se hizo bautizar por Juan? ¿Por qué quería hacer ese gesto de penitencia y conversión, junto con tantas personas que querían prepararse para la venida del Mesías?”

Todo por amor

El gesto del bautismo de Jesús por su primo Juan –continuó el papa--, “se pone en la misma línea de la Encarnación, de la bajada de Dios desde lo más alto hasta el abismo de los infiernos”. Porque el significado de este “movimiento descendente” de Dios, se tendría que resumir en una sola palabra: “el amor, que es el mismo nombre de Dios”.

Fueron tres las frases evangélicas que utilizó para fundamentar lo dicho. Una se refiere a 1 Jn. 4,9-10, donde el apóstol Juan escribe: "En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él" y lo envió "como víctima de expiación por nuestros pecados".

“Por eso” –continuó--, “es que el primer acto público de Jesús fue ser bautizado por Juan”. Y cita Jn. 1,29, que narra aquel ansiado encuentro a orillas del Jordán, cuando Juan viéndolo llegar dice: “He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo".

Culmina la escena, citando al evangelista Lucas que testifica cómo Jesús, cuando fue bautizado, mientras oraba, “se abrió el cielo y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y ​​vino una voz del cielo: "Tú eres mi hijo, yo hoy te he engendrado” (cf. 3, 21-22).

Una vida nueva

Este Jesús, según dijo Benedicto XVI, “es el Hijo de Dios, que está totalmente inmerso en la voluntad de amor del Padre (y) es Aquel que morirá en la cruz y resucitará por el poder del mismo Espíritu que ahora se posa en Él y lo consagra”.

Se refirió a Jesús también como “el hombre nuevo que quiere vivir como hijo de Dios, es decir en el amor; el hombre que, de cara al mal en el mundo, elige el camino de la humildad y de la responsabilidad, decide no salvarse a sí mismo, sino dar la vida por la verdad y la justicia”.

En un paralelo con la vida de quien quiera seguir a Cristo, refirió que “ser cristiano es vivir así, pero este tipo de vida implica un renacer: renacer de lo alto, de Dios, por la gracia”. Este renacimiento, es decir el bautismo, fue dado por Jesús a la Iglesia “para regenerar a los hombres hacia una vida nueva”.

Recordó finalmente que, siguiendo una tradición de los papas, en la mañana había bautizado a un grupo grande de niños, nacidos en los últimos tres o cuatro meses.

Fue propicia la ocasión para bendecir a los recién nacidos, pero sobre todo, para “animar a todos a hacer memoria del propio Bautismo, de aquel renacimiento espiritual que nos ha abierto el camino a la vida eterna (y que) en este Año de la fe, (se) descubra la belleza de haber renacido de lo alto, del amor de Dios, y vivir como su verdadero hijo”.

Se puede leer el texto completo de las palabras del papa en: http://www.zenit.org/article-44125?l=spanish.

Saludos en español

Para los fieles y peregrinos de los países de lengua española, el papa también tuvo palabras de reflexión en esta fecha tan especial:

“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, especialmente a los provenientes de Badajoz. En este domingo del Bautismo de Nuestro Señor, con el que concluye el tiempo de Navidad, exhorto a todos a contemplar a Jesucristo, el Hijo amado de Dios, su predilecto.

Siguiendo su ejemplo y con la ayuda de su gracia, seamos para los demás fuente de consuelo y esperanza,no teniendo otro deseo que ofrecer un testimonio sencillo y elocuente de generoso servicio, sin buscar jamás ser servidos. Así dejaremos a nuestro paso un luminoso rastro de bondad y misericordia”.