El cardenal Raúl Eduardo Vela Chiriboga nació en Riobamba, Ecuador, el 1 de enero de 1934. Estudió filosofía y teología en el seminario mayor San José de Quito, recibió la ordenación sacerdotal el 28 de julio de 1957. Parte de su formación religiosa incluye cursos de formación teológica, litúrgica y pastoral en Bogotá, Madrid y Buenos Aires.
Cuando participó en la celebración de los 475 años de creación de la primera jurisdicción eclesiástica de Perú y Sudamérica, realizó varias visitas pastorales a las parroquias y congregaciones religiosas. En esta ocasión, el cardenal llamó a vivir el Año de la Fe con gran entusiasmo pues es el momento propicio para reanimar, purificar, confirmar, confesar nuestra fe y la de los católicos que están inactivos.
Un artículo del diario El Comercio recoge testimonios de diferentes personas que ha tenido ocasión de conocer de cerca al cardenal, «quienes lo recuerdan coinciden en que no hay día que no llame a alguno de sus amigos para felicitarlo por su onomástico, cumpleaños o aniversario de bodas o de ordenación sacerdotal». También dice que su hermana Alejandrina cree que esto «se debe a su fuerza espiritual, a su amor por el prójimo y a su dedicación por la Iglesia», con respecto al hecho de que fuera creado cardenal.
En artículo el diario habla también de que una de sus reseñas biográficas lo identifica como uno de los primeros bachilleres del Colegio Salesiano de su ciudad natal. Añade que entre sus primeros trabajos se cuenta la promoción de la educación católica y la formación de grupos juveniles, además de que colaboró estrechamente en la labor de evangelización de las comunidades indígenas de Chimborazo y compartió su visión de justicia social con los trabajadores oprimidos en las haciendas. En los años como obispo auxiliar de Guayaquil trabajó en los barrios marginales del Puerto Principal, según Monseñor Antonio Arregui, arzobispo de Guayaquil y actual presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE). «En la época en la que la ciudad se expandió hacia el sur, el cardenal Vela se vinculó en la intensa actividad de evangelizar», recuerda Arregui. Su labor se centró en ese entonces en las zonas periféricas de Guayaquil, cuando empezaban a habitarse por invasiones. También celebraba misas, primeras comuniones, matrimonios, y atendía a las parroquias, especialmente a las de Cristo del Consuelo, Cristo Rey, Puerto Lisa y Los Esteros. «Se sentía aquí como en su casa», sostiene el arzobispo.
También en el mismo medio habla monseñor Remigio Romero, quien trabajó siete años junto al hoy cardenal en Cañar, conoció su faceta como radioaficionado, y lo describe como un hombre sencillo, que busca el bienestar de sus feligreses. «Permanentemente busca obras sociales», afirma. Entre las que realizó en Azogues está la construcción de un subcentro de salud y la división de tierras para construir viviendas para los más necesitados, en paralelo a su trabajo con los indígenas. Monseñor Romero también cuenta que otro proyecto que realizó fue la formación de grupos de adultos que aprendieron un oficio para poder conseguir trabajo. Afirma que nunca lo vio «de mal genio», y cuando algo salía mal se quedaba en silencio. También resalta su paciencia y disposición a recibir sugerencias. Señala que siempre repetía «hay que responder a las necesidades actuales».
Otro testimonio es el de María Salomé Castro, una microbióloga de 27 años que pudo conocerlo porque su mamá trabajaba en la Archidiócesis, lo recuerda como «una persona con un criterio muy humano en ciertos temas, algo que en otros no he visto». «Por ejemplo, si tú le decías: ‘Tengo cinco hijos de diferente marido’, no te hablaba de pecado, sino de cómo sostener a tu familia», relata. Cuando ella le contaba sobre sus investigaciones frente al microscopio, el cardenal le decía que le parecía «impresionante que en esos seres vivos tan pequeños pueda uno ver la grandeza de Dios…».
En sus primeros años como sacerdote ejerció su ministerio en su diócesis hasta que hasta que fue nombrado, en 1969, subsecretario de la CEE. En 1972 fue elegido obispo auxiliar de Guayaquil. Desde ese año y hasta 1975 ejerció el cargo de secretario general de la CEE. En 1975 fue nombrado obispo de Azogues, cargo que desempeñó hasta 1989. Es el quinto cardenal de Ecuador
En 1989 fue nombrado obispo ordinario militar. Fue miembro de la Junta de Defensa Nacional, en calidad de delegado del Arzobispo de Quito. En la Conferencia Episcopal Ecuatoriana presidió desde 1999 la Comisión Episcopal de Liturgia. El 21 de marzo de 2003, el beato Juan Pablo II lo nombró arzobispo de Quito y en 2010 recibió la investidura cardenalicia, en Roma.