El cardenal arzobispo de Caracas, Venezuela, Jorge Urosa Savino fue claro durante la misa –el pasado Miércoles Santo- en honor al Nazareno de San Pablo, en la iglesia de Santa Teresa de Caracas. En siete oportunidades repitió que Dios se encarnó en hombre únicamente a través de Jesucristo y sólo él merece toda la gloria. Son palabras similares a las que ya había pronunciado durante la liturgia del Domingo de Ramos.

El Nazareno de San Pablo fue colocado en el centro del altar mayor. En esta oportunidad, la cofradía decidió que su imagen iría apoyada sobre una alfombra de orquídeas moradas, y que las andas metálicas se cubrieran con terciopelo púrpura. 

La Archidiócesisde Caracas, ante las distintas reacciones a las palabras pronunciadas por el cardenal Urosa, ha hecho públicos extractos de la homilía, “para iluminar a los fieles sobre la Divinidad de Cristo y aclarar la confusión creada con algunas afirmaciones recientes de tipo religioso sobre el fallecido presidente Hugo Chávez”, afirma ern su página web.

“La bellísima imagen del Nazareno de San Pablo –dijo el cardenal Urosa--, que representa a Jesucristo cargando con la cruz para redimirnos de nuestros pecados, despierta en nosotros una más intensa respuesta de fe: aquel que fue llevado a la muerte por proclamar su divinidad ( Jn 5,18; 10,33), aquel que sufrió el indecible suplicio de la cruz, luego de haber sido sometido a torturas y maltratos crueles e inhumanos, no es una persona cualquiera, no fue un simple líder o gran hombre de la humanidad, no fue un activista social. No, mis queridos hermanos. Jesús de Nazaret es mucho más. Es el mismo Dios hecho hombre, que fue enviado por nuestro amoroso Padre celestial para revelarnos así la inmensidad de su amor, y para enseñarnos el camino de una vida serena, apacible, recta, santa, pacífica y feliz, a fin de que, libres del pecado y de toda clase de maldad e ignorancia, alcancemos la felicidad y la salvación eterna”.

“San Pablo –añadió el arzobispo de Caracas--, en la carta a los filipenses lo proclama abiertamente: ¡Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre! (Flp. 2,11) Cuando san Pablo decía estas palabras: ‘Jesús es el Señor’, estaba diciendo que Jesús es Dios, pues ese es el significado de la palabra Kyrios, Señor, en el lenguaje religioso del Antiguo y del Nuevo Testamento. Ese es el núcleo, el centro de nuestra fe y de nuestra santa religión: que el enviado por Dios para guiarnos hacia la plenitud de la vida, comenzando aquí en la tierra, y para que la disfrutemos por toda la eternidad, es su Hijo Unigénito, la segunda persona dela Santísima Trinidad, el mismo Dios que se hizo hombre, y asumió nuestra naturaleza humana en todo, menos en el pecado”.

“Jesucristo no es cualquier persona –precisó el purpurado venezolano--: no es un profeta como los del Antiguo testamento; no es un gran santo como san José, san Pablo o san Antonio, san Ignacio de Loyola, o san Juan Bosco; no es un jefe o caudillo y benefactor de los pueblos. Es mucho más que eso. Es el mismo Dios que se encarnó y se hizo semejante a nosotros para elevarnos a la condición maravillosa de hijos de Dios”.

“Ese es el contenido de la fe cristiana en Jesucristo. Jesús es la misma Divinidad encarnada. Y por eso Jesucristo, aunque está inmerso en la historia, está en una esfera, en un nivel, en un plano superior y totalmente distinto al de los héroes o líderes de la historia. En un plano sobrenatural, trascendente, religioso. Por ello no podemos igualar a ningún héroe o líder humano o ningún gobernante con Jesucristo, ni tributarle culto religioso, como a Jesucristo. No podemos equiparar la esfera sobrenatural y religiosa a la natural, terrenal y sociopolítica. Y es muy importante que tengamos esto en cuenta y que así lo digamos, rechazando cualquier nivelación de Jesucristo con personalidades humanas. Jesús es único e irrepetible. Es Dios mismo, solo al cual podemos adorar”, concluyó el cardenal Urosa.

Mientras los creyentes se tropezaban y hasta llegaban a empujarse por ver el Nazareno, otros saludaban a la Virgen Dolorosa, informa el diario El Nacional de Caracas. 

El maestro de capilla José Betancourt participaba en su novena misa. Había llegado desde Mérida para acompañar musicalmente la liturgia e interpretaba el Popule meus, de José Ángel Lamas, sobre un órgano tubular de más de doscientos años de existencia. 

La imagen del Nazareno de San Pablo de Caracas goza de una veneración popular comparable a la del Cristo de Medinaceli en Madrid. El pueblo religioso acostumbra a visitarlo para pedirle favores o dar gracias por los concedidos en un continuo ir y venir de gentes que se acentúa en los días de Semana Santa.