Me resulta sorprendente cómo el Papa Francisco pueda haber dicho tanto en una homilía tan breve e impregnada de sencillez. El núcleo de sus palabras es la vocación cristiana y humana de ser custodios del don de la creación, inspirándose en la figura de San José, custodio de la Virgen y de la Sagrada familia. Me parece una unión admirable entre lo más hondo que puede decir la filosofía y la teología sobre la creación y el hombre.
Nuestra tarea es la custodia de los dones de Dios: la creación, los demás, hombres y mujeres, especialmente los más débiles y pequeños, que tantas veces se nos quedan en la periferia de nuestro corazón, y también en nuestro propio corazón.
Las periferias de los grandes suburbios, que Francisco Papa conoce bien por su labor pastoral, son como una réplica, por lo desatendidas que están, de lo que tantas veces sucede en la periferia de nuestro corazón, con nuestros descuidos en custodiar los dones de Dios. Nos pone en guardia el Papa de los Herodes que traman planes de muerte contra los dones de Dios.
Nos dice que tenemos que custodiarlos como San José, de modo contemplativo: saber escuchar a Dios y dejarnos guiar por su voluntad. Llama a la atención a los políticos y jefes de Estado, algunos de ellos a su izquierda, para que gobiernen con sentido de responsabilidad para cuidar al hombre y a la creación.
Él mismo se ve como custodio de la Iglesia que Cristo le ha confiado, tomando como modelo a José, custodio de la Virgen que es figura de la Iglesia. Toma como guía de esta misión a San Francisco de Asís por su humildad, su sencillez, su pobreza y su sentido de servicio. Sintetiza la tarea de custodiar en un amor que debe llegar a la ternura. Con un tono de voz más fuerte, que me hizo recordar el “!abrid de par en par las puertas a Cristo!” de Juan Pablo II, nos dijo que “!no tengamos miedo a amar con ternura!”.
Es una homilía que tenemos que meditar. Nos llena de mucha esperanza. Nos transmite el calor de la fe cristiana. En medio de tanto cielo gris –aplicándole la metáfora que él mismo usó–, sus palabras son como una luz que se abre en el horizonte del mundo y de la Iglesia.
P. Juan José Sanguineti
Profesor ordinario de Filosofía del Conocimiento
Pontificia Universidad de la Santa Cruz – Roma