Los días pasan y el pontificado de Francisco va pintando sus primeros colores en el firmamento del mundo y de la Iglesia. Son tonalidades que por un lado dan calidez y emoción, mientras que otros están cargados de pasión y decisión. No hay colores neutros al parecer, pues da la impresión que el papa tiene un programa muy claro, el cual solamente lo ha trasladado de su Buenos Aires querido a la sede de Pedro.
Quizás por eso insiste tanto en que es el obispo de Roma; para poder dirigir así la Iglesia como un simple pastor, atento a las necesidades de su pueblo y en busca de los mejores colaboradores internos y externos que quieran unirse a su causa. Algo así como los primeros frailes que se consiguió el pobre de Asís.
Las manifestaciones de apoyo que va recibiendo –por lo que hace y lo que dice–, le aclaran que podrá contar con muchísimas voluntades, sobre todo de aquellas que estaban empezando a prescindir de la Iglesia –y de las religiones–, en algunas decisiones y políticas mundiales.
Sin embargo, y dejando ya por fuera los entusiasmos iniciales, creemos que en estos cien días tendría que tomar algunas decisiones con cabeza fría, aunque siempre con ese corazon cálido que ya le conocemos…
Un nuevo Secretario de Estado
Si bien ha ratificado a todos los altos cargos de la Santa Sede de modo temporal, mientras se toma tiempo para “dialogar y reflexionar”, es muy probable que no siga trabajando con el buen Tarcisio Bertone. También hay que tomar en cuenta la edad del alto prelado que ya no está para tales menesteres.
Según como van las cosas, el papa debería volver a la figura de un diplomático en dicho cargo. Este a la vez podrá buscar colaboradores especialistas para los diversos campos de este “búnker”, sobre el cual se apoya el jefe de estado vaticano para sus relaciones internas y externas. Algunos dicen que un francés, otros creen que podría ser un norteamericano.
Es muy importante que en la nueva gestión, se vuelvan a tejer algunos lazos débiles con sectores de la comunidad internacional, especialmente con aquellos países y organismos que tienen una actitud hostil, por no decir disconforme con la Iglesia y con los católicos en general.
Junto a este punto, el trabajo de dupla con el presidente del dicasterio para el Diálogo Interreligioso será fundamental, dado que el crecimiento exponencial de algunas religiones –más fervorosas a veces que los propios cristanos–, se presentan hoy como una alternativa en naciones y familias.
A este respecto, sería conveniente también reducir un poco los diálogos y pedir más acciones. Por ejemplo, sería interesante conocer qué hacen de modo específico aquellos líderes que, sentándose a la mesa con los cristianos, observan impávidos cómo en sus países rigen leyes deshumanas contra la libertad religiosa.
Las finanzas vaticanas
Todos hablan de los procesos financieros en los que está involucrado el Vaticano, sin saber que el fin es hacer más transparente su gestión y prevenir cualquier tipo de fraude.
Algunos otros dicen que se le podría confiar algunas operaciones y transacciones a una banca externa solvente (¿hoy existe una?), a fin de evitar sospechas de lavado de dinero y demás cosas que se dicen por allí. De este modo, el IOR, que administra los dineros vaticanos, se podría dedicar solamente a administrar las donaciones que entran vía el Óbolo de San Pedro y demás colectas y ganancias, para luego distribuir dichos ingresos en nombre del papa, como parte de su caridad a nivel mundial.
Los pagos de sueldos y pensiones, el cobro de alquileres, las ventas de inmuebles o las ganancias de capital y dividendos en empresas, bien podrían funcionar por afuera, para que se sepa sin rubores, qué tiene y cómo gasta su dinero el Vaticano.
Un punto adicional sería generar un ingreso atípico para aliviar las zonas de miseria humana del mundo, que tanto preocupan al papa. Para esto se podría crear una tasa a las transacciones que se dan al interno del Vaticano, a modo de un impuesto de solidaridad para los que utilizan los bienes y servicios que ofrece la Iglesia, a menor costo que en Italia.
Hablamos de los bienes de consumo en supermercados y tiendas de artículos exclusivos, la farmacia y perfumería, los alquileres, sueldos, así como en las gasolineras y demás cosas que ni sabemos. A lo único que no se le debe poner tasas serían a los libros que se ofrecen en sus librerías, ni a los estudios en sus universidades.
Estamos seguros que los que vean gravadas sus compras propias –o de sus tantos amigos–, y siendo informados del destino de este impuesto, se sentirán más cerca del corazón del papa Francisco.
Los viajes soñados
Dentro de este periodo de los cien días, convendría saber del mismo papa si va a visitar algunos países, tomando en cuenta que los viajes apostólicos han tenido en la historia un carácter pastoral de gran impacto. Esto no solo entre los creyentes –-católicos o no–, sino también en gobiernos y sociedades donde han llegado los últimos sumos pontífices.
Si bien ya confirmó su viaje a Brasil –que será recién a fines de julio–, quizás podría ir entre mayo y junio a tres o cuatro países de Asia oriental, que no tuvieron la dicha de ver y escuchar en persona a Benedicto XVI. Allí la vivencia de la fe es otro discurso, y le haría muy bien sentirla de cerca para percibir con quiénes contará en serio para la nueva evangelización…
Al viaje que hará a Río para la Jornada Mundial de la Juventud, tendría que incluir al menos a cuatro países más, especialmente del Cono Sur del continente, donde el secularismo quiere poner sus tiendas. Dicen que el viaje a Argentina es un hecho, pero bien podría darse una vuelta donde sus vecinos.
Sería interesante que anunciara también sendas visitas al norte de Europa. Sabemos que los papas no van si no los invitan, pero sus diplomáticos son duchos para obtenerlas.
Quizás, con motivo de la entrega y firma de la Exhortación Apostólica postsinodal sobre la Nueva Evangelización, pueda cumplir con un itinerario que incluya al menos a Dinamarca, Suecia, Finlandia, Holanda y Noruega.
Estos son países que de seguir como están –-sin un impulso a lo Francisco–, el poco catolicismo que queda está en riesgo de desaparecer o peor aún, de presentar un rostro acomodado para evitar mayores fugas al ateísmo, o a aquellas religiones monoteístas que atraen y desplazan.
Otros viajes ya los podrá hacer más adelante. Tiene al Medio Oriente, que se quedó con el caramelo en la boca durante los impactantes viajes de los anteriores papas. Y cuenta con el África, que quiere cantar y bailar por él…
Y ni qué decir de algunos países de Oceanía, con las ganas que tienen de que el papa los busque también a ellos “en el fin del mundo”.
Para leer los artículos anteriores:
Parte 1: www.zenit.org/es/articles/los-cien-dias-del-papa-pobre-i
Parte 2: www.zenit.org/es/articles/los-cien-dias-del-papa-pobre-ii