“El hombre propone y Dios dispone”. Muchas veces en la vida tenemos que experimentar esto, y así fue también cuando temprano, el día 19 de marzo pasado, nos dirigimos a la Basílica de San Pedro para participar en la Misa de inicio del ministerio petrino del Santo Padre Francisco.
Antes de llegar a la Plaza, llena de fieles de todas partes del mundo, quisimos pasar con otra hermana de mi comunidad, al hospital Santo Spirito, ubicado muy cercano al Vaticano, para saludar a un sacerdote enfermo. Aún no eran las 7 de la mañana y cuando entramos en la sala, lo encontramos rezando el rosario. Alrededor de él estaban otros enfermos y hasta en los pasillos se encontraban otros tantos, para quienes no había lugar en las salas.
El Padre estaba sin acompañante y decidimos quedarnos un poco más y resignarnos con participar de la Misa desde algún lugar más alejado en la Via della Conciliazione. Mientras tanto los médicos habían iniciado a hacer su ronda de visitas médicas e indicaron hacer varios estudios a nuestro sacerdote amigo. Mientras esperábamos los resultados, se acercó un voluntario para preguntarnos si alguna de nosotras hablaba alemán, porque un peregrino se había descompensado a causa de la multitud en la plaza.
En el pasillo encontramos sentada sobre su cama una señora inglesa, quien tampoco hablaba italiano y otra vez más pudimos experimentar que una de las principales misiones que tiene la religiosa, es consolar a las almas. Entre tanto, en los momentos en los cuales los médicos estaban asistiendo a los pacientes y nos pidieron dejar la sala, seguimos por televisión desde el pasillo de primeros auxilios, junto con accidentados, quebrados, y otros tantos descompensados, la transmisión en directo de la Misa desde la Plaza de San Pedro.
Tuve la gracia de poder escuchar la homilía del Papa Francisco, llena de un gran sentido de humanidad. El nuevo Santo Padre presentó una reflexión sobre cómo habría que vivir más cristianamente. Nos hizo ver que tenemos que ser custodios de nuestros hermanos, que todos tenemos una responsabilidad hacia el otro, de modo especial hacia los más débiles y necesitados.
Custodiarnos implica tener bondad y ternura, tener capacidad de amar y de dialogar, tener el corazón abierto hacia los demás, dispuestos a servir a nuestro prójimo. Si bien no pude estar en la Misa con el Santo Padre, como había programado, entendí que Dios en Su Providencia me había hecho vivir las palabras que acababa de escuchar y así pude vivir la Misa del Papa Francisco participando del sufrimiento de Cristo, presente en nuestros hermanos. ¡Qué gran regalo nos hizo Dios!
Como dijo el Santo Padre: “Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado.”
Madre María de Anima Christi
Superiora General del Instituto Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará