De la homilía del papa Francisco en la eucaristía de su entronización, me quedaron resonando tres mensajes: seamos custodios de la obra de Dios; el poder otorgado por el Señor a Pedro es el del servicio, sobre todo a los más necesitados; no tengamos miedo a la ternura, expresión sublime del amor, verdadera arma de transformación del mundo.
Tres mensajes profundamente evangélicos que me evocaron de inmediato unas palabras suyas el pasado 24 de octubre en Buenos Aires, en el acto de lanzamiento de la versión regional de la revista de información eclesial VIDA NUEVA, que nació hace más de 50 años en España.
En aquella ocasión, el cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, dijo: “Me gustó que se haya repetido esa frase tan bella de Pablo VI: ‘La Iglesia tiene que ir hacia el diálogo con el mundo en el cual vive’… A ustedes les agradecemos que con esta publicación, y con este aire fresco, nos ayuden a no caer, por nuestro cansancio, en una Iglesia autorreferencial. Y una Iglesia autorreferencial se va esterilizando poco a poco, es fundamentalmente estéril, incapaz de ser fecunda, porque pierde dos cosas fundamentales que la hacen madre: la capacidad de sorpresa y la ternura. Von Balthasar nos había advertido de que la Iglesia estaba perdiendo la ternura. Deseo que la lectura de Vida Nueva Cono Sur nos mantenga siempre en esa tensión de sorpresa, de sorprendernos con ese Dios que no solo vino y va venir, sino que está viniendo continuamente. Sorprendernos y, con esa sorpresa, seguir caminando. Y que nos mantenga en la ternura, esa ternura de la Santa Madre Iglesia que sabe de besos, que sabe de caricias, que sabe de consolar, que sabe ayudar, que sabe de carne”.
Creo que estas palabras nos brindan el fundamento del mensaje que el nuevo papa nos está dejando con sus homilías y sus gestos. La contemplación de San José, patrono de la Iglesia, cuya fiesta se celebraba, le dio la oportunidad de volver sobre esos rasgos que él ve en la Iglesia que sueña. ¿Quién mejor que San José?, la menos “autorreferencial” de las vocaciones, pues es llamado a custodiar lo que Dios ha hecho en y con “otros”, en y con María, para mostrarnos de forma encarnada la Iglesia en la que el papa está soñando, una
Iglesia que se deje sorprender por Dios y acepte ser servidora y humilde custodia de su plan sobre la humanidad, desde la ternura del amor conyugal y paterno.
P. Manuel J. Cortés Soriano, SM
Superior General de la Compañía de María (Marianistas)