Martirio: un acto de fe

Ayer se celebró la XXI Jornada de Oración por los misioneros mártires

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Ser misionero es una vocación en la Iglesia muy clara, gracias a la cual se lleva el mensaje de Cristo a aquellos lugares donde todavía no se ha oído hablar de él. Y cuando un misionero se instala en un territorio, se compromete también a transformar lo que impide el establecimiento del Reino en ese lugar.

Esto va desde el escaso o nulo conocimiento del mensaje salvífico, hasta la clarificación de los derechos fundamentales del hombre con los cuales Dios mismo quiere que se viva y se conviva.

Por eso en sus últimos mensajes por la Jornada Mundial de las Misiones, los papas han insistido en que el misionero se comprometa a llevar el pan espiritual, a la vez que enseña y acompaña a las poblaciones en su procura del pan material. A esto debe añadirse el acceso a una vivienda digna y a una adecuada educación; también se quiere que promueva una visión correcta del trato con los menores, con la mujer y en el establecimiento y cuidado de la familia natural, entre otros aspectos.

A fin de cumplir con este llamado, han nacido a través de los siglos órdenes y congregaciones misioneras, y últimamente figuras nuevas como los institutos seculares y los presbíteros que salen un tiempo de sus diócesis, conocidos estos como Fidei donum.

Gracias a dicha presencia, importantes territorios del planeta son «misioneros», pero como tales también son identificados por gobiernos tiránicos o grupos fundamentalistas que los quieren “limpiar” de cristianismo.

Morir por un ideal

La Iglesia siempre ha sido misionera –-es parte del mandato de Cristo a los apóstoles–, gracias a lo cual su mensaje salió del pueblo judío hacia los confines del mundo. Los gestos heroicos de estas hazañas se cuentan por montones a través de los siglos…

Según el Dossier que de modo tan acertado –pero a la vez doloroso–, presenta anualmente la agencia vaticana Fides, tan solo en el año 2012 han perdido la vida diez presbíteros, una religiosa y una laica. Es lamentable que por cuarto año consecutivo, el mayor número de agentes pastorales muertos esté en América, donde fueron asesinados seis presbíteros.

Le sigue África, donde murieron tres presbíteros y una religiosa; y después Asia, donde derramaron su sangre un presbítero y una laica.  

Si nos remontamos a décadas atrás, el mismo Dossier nos revela que «en el decenio 1980-1989 han sido asesinados violentamente 115 misioneros. El resumen de los años 1990-2000 muestra un total de 604 misioneros asesinados. El número es significativamente mayor que la década anterior, sin embargo, se deben considerar los siguientes factores: el genocidio de Ruanda (1994) que provocó al menos 248 muertos entre el personal eclesiástico; la mayor velocidad de los medios de comunicación en la difusión de la noticia incluso desde lugares remotos; el numero que ya no se trata sólo de misioneros ad gentes en sentido estricto, sino a todo el personal eclesiástico muerto de forma violenta, o que ha sacrificado su vida consciente del riesgo que corría, no abandonando a la gente que le estaba confiada. En los años 2001-2011 el número total de agentes pastorales asesinados es de 281 personas».

Celebrar la vida

Tal como explica el sitio web “Salvador Misionero”, desde el año 1993, cada 24 de marzo –aniversario del asesinato en 1980 de monseñor Óscar Romero, arzobispo de San Salvador–, se recuerdan también a todos los misioneros que han muerto en distintas partes del mundo al servicio del evangelio y del anuncio de Cristo. Dio inicio a esta jornada un movimiento juvenil misionero en Roma (Missio Italia, que es el equivalente a Juventud Misionera) y se ha extendido a otros países tanto en Europa como en América.

Muchas diócesis, parroquias, familias e institutos religiosos participan de esta jornada del 24 de marzo, recordando a los misioneros mártires y, con ellos, a todos los que han derramado su sangre por la causa del evangelio. También es una jornada especial de oración y ayuno por todos los misioneros que hoy anuncian el evangelio de Jesús en distintas partes del mundo.

Este año 2013, la vigésima primera edición, no ha sido la excepción. Es así que en el mundo entero se han celebrado vigilias de oración, jornadas de ayuno y charlas de animación sobre la vocación misionera y los altos ideales –junto con los riesgos–, que esta decisión significa para el corazón generoso de un cristiano.

Los perseguidos de hoy

En la Iglesia no solo se recuerdan y celebran los hechos pasados, sino que se tienen muy presentes los acontecimientos actuales. Estos, en un espíritu de comunión, son motivo también de reflexión, oración y de gestiones ante las autoridades o grupos rebeldes, a fin de que se le devuelva la libertad y el libre tránsito a quienes, como los misioneros, solo buscan hacer el bien.

Si pensamos en la China continental, llama la atención que miles de católicos vivan aún encarcelados por manifestar públicamente su fe o por haber sido encontrados «in fraganti» transmitiendo la palabra de Dios o celebrando algún rito. Llega hasta nosotros la información de que algún obispo chino sufre carcelería por cerca de veinte años; o hay quienes deben seguir pastoreando sus diócesis desde la clandestinidad.

En las últimas horas se ha sabido del golpe de estado de un grupo rebelde de origen islámico en la República Centroafricana (ver nota), que ya venía avanzando desde el norte del país y arrasando lo que encontraba a su paso, entre ello todo el trabajo misionero de la Iglesia.

Un mártir al lado de su pueblo es el comboniano español Juan José Aguirre, obispo de Bangassou –ciudad del sureste de dicho país–, quien días atrás le relataba a la agencia Fides lo siguiente: «los rebeldes de Seleka llegaron a mediados de diciembre desde el norte y ya han conquistado cinco diócesis y más de diez ciudades. Entraron en Bangassou el 11 de marzo. Robaron unos diez coches de la misión, del seminario menor, de la segunda parroquia de Bangassou. Destruyeron la casa de los padres Espiritanos, de las Hermanas Franciscanas y luego robaron y destruyeron la casa del rector del seminario menor diocesano, la carpintería, el centro de Internet, el colegio católico, la pediatría, la farmacia, el nuevo reparto de cirugía, la maternidad…».

Hoy, con motivo de la toma del palacio presidencial por parte de los rebeldes, no se sabe a ciencia cierta la situación actual del obispo, quien venía siendo amenazado de muerte junto a su vicario y el procurador diocesano.

Viéndolo así, son muchos los motivos para que se haga aún más oración y ayuno por los misioneros mártires…

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José Antonio Varela Vidal

Lima, 1967. Periodista colegiado con ejercicio de la profesión desde 1989. Titulado en periodismo por la Universidad Jaime Bausate y Meza, de Lima. Estudios complementarios en filosofía, teología, periodismo religioso, new media y en comunicación pastoral e intercultural-misionera; así como en pastoral urbana, doctrina social de la Iglesia y comunicación institucional y estratégica, desarrollados indistintamente en Lima, Quito, Bogotá, Roma, Miami, y Washington DC. Ex jefe de oficinas de comunicación institucional en el sector público y eclesial. Asimismo, fue gerente de televisión de un canal y director de dos revistas impresas. Es articulista en publicaciones católicas de su país y del extranjero, entre ellas zenit. Actualmente colabora con los padres palotinos, presentes en el Perú desde el 2014.

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