Francisco, nuestro nuevo obispo de Roma y pastor de toda la Iglesia Católica ayer, 19 de Marzo, ha dado inicio a su ministerio no con el trato de quién asume un “poder”.

Sino que lo hace con la ternura de un padre humilde que dona su vida para custodiar a su familia, y para acompañar a esta familia a ser la cara visible y humana de un Dios misericordioso, cercano a los humildes y a los excluídos. Un padre que es vigilante y cuidadoso con todo el género humano y también con el medio ambiente, precioso y fundamental don de Dios.

Con una voz calma pero con franqueza, ha invitado “a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad”, es decir a todos nosotros, a no dejar “que los signos de destrucción y muerte acompañen el camino de este nuestro mundo".

Como cura diocesano de Roma, como colaborador de este obispo, estoy orgulloso de tener un pastor que me invite a no temer a la ternura y al compromiso en la lucha diaria de los pobres y de los mas débiles. También su tarea universal me lleva, y empuja todos los fieles de esta ciudad, a tener un horizonte amplio, mundial, a ser vigilantes con nosotros mismos, con nuestros sentimientos, a fin de que sean siempre de atención y compromiso con un estilo de vida sobrio, justo, solidario.

Han sido importantes los signos de la eucaristía inaugural: una casulla simple y de estilo paleocristiano, un ritual simplificado, el evangelio en griego, la presencia numerosa de obispos, sacerdotes y feligreses de rito latino y de rito oriental, gente de todos los pueblos y naciones.

Una cercanía sencilla y familiar de un “papa” que una sola vez utilizó esta palabra en su homilía, para recordar que “…nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz, debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad!”. 

P. Luca Pandolfi, cura de la diócesis de Roma
Profesor de Antropología, Sociología y Comunicación intercultural en la Pontificia Universidad Urbaniana