En torno a mil personas se concentraron en el Garvey Park, en las cercanías del barrio de Dorchester de Boston, el 16 de abril, para recordar a Martin Richard, un chaval de ocho años muerto por el atentado del Maratón de Boston el 15 de abril. La madre de Martin, Denise, sufrió heridas en un pulmón y su hermanita de seis años perdió una pierna en la explosión.
Richard había recibido la primera comunión en la Parroquia Santa Ana de Dorchester en mayo de 2012. Su padre, Bill Richard, emitió una declaración antes de la vigilia.
«Mi querido hijo Martin murió de las heridas del atentado en Boston. Mi mujer y mi hija están ambas recuperándose de graves heridas. Damos las gracias a nuestra familia y amigos, aquellos que conocemos y aquellos a los que no conocemos por sus recuerdos y oraciones. Pido que sigan rezando por mi familia mientras recordamos a Martin. También pedimos su paciencia y respeto a la privacidad mientras nos ocupan simultáneamente el duelo y la recuperación. Gracias», dijo Bill Richard.
El padre John J. Connolly, pastor de la vecindad de la Parroquia de St. Brendan que vive en Santa Ana, condujo la oración y el sermón en la vigilia. El pastor de Santa Ana, padre Sean M. Connor, estaba con la familia esa noche.
«Me pidió que les transmitiera la gratitud de Bill, Mr. Richard, por sus oraciones, su apoyo, sus detalles grandes y pequeños hacia ellos, pero también les pide que comprendan su muy elocuente petición en su declaración de hoy de que su familia agradecería el necesario espacio y tiempo para el duelo y la recuperación», dijo el padre Connolly.
Al alba, los vecinos hicieron justamente esto. En el hogar familiar en Dorchester, los vigilantes recogieron las flores de miembros de la comunidad a los que pararon, a lo largo del perímetro, para proteger la privacidad de la familia Richard.
El padre Connolly dio las gracias a la multitud y presentó a Courtney Grey, director de los servicios de trauma de la Comisión de Salud Pública de Boston (BPHC).
«Esta audiencia es extremadamente bella. Les deseo que puedan ver lo que nosotros vemos desde aquí, las candelas y las hermosas caras que se han reunido por este motivo. Lo que queremos decirles es que lo sentimos pero también hay cosas que podemos hacer para cuidar de nosotros y de los miembros de nuestra comunidad», dijo Grey.
Invitó a cada uno de los que estaban en la vigilia a hablar con los consejeros que estaban caminando entre la multitud, o pedir ayuda en un área que los organizadores establecieron en el parque, en relación a cualquier trauma que hubieran podido sufrir por el atentado. Invitaron a la gente a contactar con la comisión tras la vigilia para recibir ayuda para afrontarlo.
El padre Connolly dijo en su oración: «Buen y misericordioso Dios, venimos ante ti esta noche con los corazones llenos de dolor y tristeza, ira y confusión. Venimos ante tí como residentes de una comunidad que ha sido tocada toda directamente por la realidad de la violencia y el mal en medio de nosotros».
«Venimos esta noche como ciudadanos de los Estados Unidos y ciudadanos de Boston, como residentes de Dorchester, porque lo que una vez parecía ser algo que veíamos a distancia o en la television, ha llegado demasiado cerca de nuestra casa», añadió.
Y cerró la oración con una bendición: «Que el Dios Todopoderosos bendiga y consuele a la familia Richard, a todos nosotros, a nuestra Commonwealth, y nuestro país en el nombre del padre, del Hijo y del espíritu Santo». Tras la bendición, la multitud espontáneamente empezó a cantar «God Bless America«.
En la vigilia, estudiantes de los institutos educativos locales compartieron con el diario católico The Pilot, sus sentimientos: «Es bueno ver a la comunidad venir a apoyar a la familia; es bueno pero no pienso que me guste ver a una reunión como esta, incluso aunque una muerte como esta ayude a unirnos», dijo Zach Holland, un jugador de baseball en la Boston Latin Academy.
«Era un gran muchacho que amaba la vida, amaba a los Bruins [equipo de hockey sobre hielo de Boston], amaba el baloncesto, el fútbol y el béisbol. No puedo creer que se haya ido», dijo Chris Gross, de 44 años, parroquiano de Santa Ana.