La justicia y la misericordia son dos caras de la misma moneda en el derecho matrimonial de la Iglesia que evitan el «laxismo» y el «rigorismo» en la pastoral matrimonial. Es una de las ideas surgidas hoy en la jornada de estudio organizada por la Facultad de Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, en la que varios profesores de distintas facultades de derecho han podido hablar sobre la pastoral matrimonial. La jornada se ha organizado con ocasión del próximo Sínodo de los Obispos sobre la familia que se celebrará en octubre en el Vaticano.
Muy a menudo –ha explicado el profesor Carlos José Errázuriz– misericordia y derecho son percibidas como «radicalmente antitéticas», como dos mundos separados que siguen lógicas opuestas: «el amor benigno, flexible y compasivo de una parte, y un sistema de normas rígidas que ignora las exigencias personales más íntimas de la otra». Sin embargo, ha destacado, entre estos dos virtudes hay un «tejido profundamente armónico: es necesario descubrir el impulso a la justicia que está encerrado en la verdadera misericordia cristiana». No existe misericordia sin justicia.
En esta misma línea ha proseguido el profesor Denis Biju-Duval, presidente del Instituto Pastoral ‘Redemptor hominis’. Así, ha expresado que «una misericordia que fuera el pretexto al rechazo de convertirse no sería ni justa, ni misericordiosa; ni tampoco una conversión considerada como un presupuesto puramente humano para beneficiarse de la misericordia». Se trata más bien de «derivaciones» que sufre la pastoral, hechas de «falsa bonad» de una lado y «moralismo» del otro.
De este modo, una manifestación concreta de justicia y misericordia evidenciada por Eduardo Baura, profesor de derecho canónico a la Santa Cruz, consiste en el no limitarse «a la aplicación automática de la ley general», sino de tener cuidado de las exigencias personales, «siempre en el respeto de los derechos de los fieles directamente interesados y de los de la comunidad cristiana».
Pero se observa que, existe el riesgo de confundir misericordia con un sentimentalismo que lleva a no afrontar hasta el fondo los problemas, a no eliminar los males, porque eso sería costoso, o a quitarlos causando otros peores. En definitiva, «el eslogan sentimentalista produce fácilmente resultado porque no se busca la verdad sino el sentimiento inmediato».
Al abordar el tema de la pastoral de los fieles divorciados y vueltos a casar civilmente, el profesor Miguel Ángel Ortiz ha recordado que «es necesario distinguir la responsabilidad moral por las opciones del pasado de la institución actual». En el caso concreto de la admisión a la comunión eucarística, lo que la hace incompatible no son las culpas pasadas sino «la voluntad actual de vivir en contradicción» con el significado comunional del matrimonio y de la eucaristía. Al respecto, «la Iglesia debe tener una actitud misericordiosa, que ayude a acoger la misericordia de Dios, consciente que el primer acto de esa misericordia es decirnos la verdad y vivir según la verdad».
Un aspecto particular de la misericordia ha sido expuesta por el profesor Benedict Ndubueze Ejeh, que ha reflexionado sobre el carácter preventivo de la misericordia en ámbito matrimonial. La misericordia va ejercitada ya en la fase en la que los cónyuges piden la admisión al matrimonio. «Por el bien de los cónyuges, de la familia y de la sociedad civil y eclesiástica, la misericordia no es, y no debe ser, solamente curativa. Es mucho más importante que la misericordia en ámbito matrimonial sea de carácter preventivo».
Del mismo modo, durante la jornada se han abordado algunos temas que deberán ser afrontado en el próximo Sínodo sobre la familia, donde han intervenido también los profesores Paolo Bianchi, del y Nikolaus Schöch. El discernimiento de la verdad sobre el proyecto vocacional de los esposos, el apoyo positivo a las familias «para que realicen la misión de la Iglesia», la cercanía en la prueba y en la eventual búsqueda de reconciliación, la búsqueda de la verdad en el proceso de nulidad matrimonial, el testimonio creíble de fidelidad al Evangelio del matrimonio indisoluble.