Las difíciles relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano han registrado en los últimos meses algunas señales de acercamiento.
Ente ellas un par de eventos culturales importantes, como el viaje en septiembre del año pasado del Coro Pontificio de la Capilla Sixtina: Hong Kong, Taiwan y Macao, como primer paso para un futuro viaje a Pekín. Y en este mes de enero ha sido la presentación de los 44 volúmenes de la «Colección de obras históricas y literarias chinas de la época Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911) existente en la Biblioteca Vaticana.
Un proyecto que ve la colaboración entre la Universidad de Lenguas Extranjeras de Beijing y la Biblioteca del Vaticano, con la ayuda de la Universidad La Sapienza di Roma y del Instituto Confucio en Roma. En realidad las primeras negociaciones comienzan en el 2008, cuando se realizó una profundización sobre el material, que inició a ser digitalizado.
El prefecto de la Biblioteca Vaticana, padre Cesari Pasini indicó en declaraciones a la radio de la Santa Sede, que «al inicio se individuaron los volúmenes apropiados, puesto que la Biblioteca del Vaticano tiene 3 mil obras impresas o manuscritas de China, aunque muchas de ellas existen también en otros países e incluso en mejor estado”. O sea se individuaron libros únicos, varios de los cuales importantes sobre la historia del país asiático.
El prefecto de la Biblioteca ha recordado que además de las obras en latín y el griego, desde el siglo XVI se incorporaron otros idiomas, como el chino.
Y recordó que “todos los misioneros, incluido el jesuita Ricci y otros que viajaron a China, tradujeron obras literarias o científicas, así como la catequesis en chino, y los logros y las conquistas occidentales”.
Añadió que entre los libros más estudiados están las obras de los misioneros jesuitas, franciscanos, dominicanos, como el libro impreso en 1674 por el jesuita, Ferdinand Verbiest, que tiene una ilustración a doble página del observatorio Imperial de Pequín, el cual fue montado precisamente por los jesuitas después de hacer una demostración con los instrumentos astronómicos».
De este modo, los libros publicados en China y Europa, fueron un medio para “el conocimiento recíproco a varios niveles: teológico, filosófico, científicos y literario. Por lo tanto, se trata de un diálogo entre las culturas, entre los pueblos. En general, los misioneros son capaces de esto, y así nace este aspecto positivo de conocimiento que construye nuevos caminos».