el Papa León XIV ofreció una audiencia especial a los empleados de los diferentes dicasterios de la Santa Sede Foto: Vatican Media

“Los Papas pasan, la Curia permanece”: primer encuentro de Papa León con empleados del Vaticano

Palabras del Papa durante el encuentro con los empleados de los Dicasterios de la Santa Sede, del Estado de la Ciudad del Vaticano y del Vicariato de Roma

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 24.05.2025).- Por la mañana del sábado 24 de mayo el Papa León XIV ofreció una audiencia especial a los empleados de los diferentes dicasterios de la Santa Sede, tanto laicos como religiosos, a los empleados del Estado de la Ciudad del Vaticano y a los del vicariato de la diócesis de Roma. La audiencia tuvo lugar en el Aula Pablo VI del Vaticano. Ofrecemos a continuación el texto en español del discurso del Papa:

***

¡Gracias! Cuando el aplauso dura más que el discurso, ¡tendré que dar un discurso más largo! Así que… ¡tengan cuidado! ¡Gracias!

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, la paz sea con vosotros.

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra poder saludaros a todos vosotros, que formáis las comunidades de trabajo de la Curia Romana, de la Gobernación y del Vicariato de Roma.

Saludo a los Jefes de Departamento y a los demás Superiores, a los Jefes de Oficina y a todos los Oficiales; así como las Autoridades, directivos y empleados de la Ciudad del Vaticano. Y me alegra mucho que muchos familiares también estén presentes, aprovechando el sábado.

Este primer encuentro nuestro no es ciertamente el momento de hacer discursos programáticos, sino más bien es para mí la ocasión de agradeceros el servicio que prestáis, este servicio que yo, por así decirlo, «heredo» de mis predecesores. Muchas gracias. Sí, como sabéis, llegué hace sólo dos años, cuando el amado Papa Francisco me nombró Prefecto del Dicasterio para los Obispos. Así que dejé la Diócesis de Chiclayo, Perú, y vine a trabajar aquí. ¡Qué cambio! Y ahora… ¿Qué puedo decir? Solamente lo que Simón Pedro dijo a Jesús en el mar de Galilea: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero» (Jn 21,17).

Los Papas pasan, la Curia permanece. Esto vale para cada Iglesia particular, incluso para las curias episcopales. Y esto se aplica también a la Curia del Obispo de Roma. La Curia es la institución que conserva y transmite la memoria histórica de una Iglesia y del ministerio de sus Obispos. Esto es muy importante. La memoria es un elemento esencial en un organismo vivo. No sólo se vuelve hacia el pasado, sino que nutre el presente y orienta hacia el futuro. Sin memoria se pierde el camino, se pierde el sentido del viaje.

He aquí, queridísimos, el primer pensamiento que quisiera compartir con vosotros: trabajar en la Curia Romana significa contribuir a mantener viva la memoria de la Sede Apostólica, en el sentido vital que acabo de mencionar, para que el ministerio del Papa pueda realizarse del mejor modo posible. Y por analogía lo mismo puede decirse de los servicios del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Hay además otro aspecto que quisiera recordar, complementario al de la memoria, es decir, la dimensión misionera de la Iglesia, de la Curia y de toda institución vinculada al ministerio petrino. El Papa Francisco insistió mucho en ello y, de acuerdo con el proyecto trazado por la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, reformó la Curia Romana desde la perspectiva de la evangelización con la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium. Y lo hizo siguiendo los pasos de sus predecesores, especialmente San Pablo VI y San Juan Pablo II.

Como creo que sabéis, la experiencia de la misión es parte de mi vida, y no sólo porque estoy bautizado, como es el caso de todos los cristianos, sino porque como religioso agustino fui misionero en el Perú, y mi vocación pastoral maduró entre el pueblo peruano. ¡Nunca podré agradecerle lo suficiente al Señor por este regalo! Además, el llamado a servir a la Iglesia aquí en la Curia Romana fue una nueva misión, que he compartido con ustedes durante estos últimos dos años. Y sigo y seguiré, mientras Dios quiera, en este servicio que me ha sido confiado.

Por eso, os repito lo que dije en mi primer saludo, la tarde del 8 de mayo: «Debemos buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, dialoga, siempre abierta a la acogida […] con los brazos abiertos a todos, a todos aquellos que necesitan de nuestra caridad, de nuestra presencia, de nuestro diálogo y de nuestro amor». Estas palabras fueron dirigidas a la Iglesia de Roma. Y ahora las repito pensando en la misión de esta Iglesia hacia todas las Iglesias y el mundo entero, para servir a la comunión, a la unidad, en la caridad y en la verdad. El Señor encomendó esta tarea a Pedro y a sus sucesores, y todos vosotros, de diferentes maneras, colaboráis en esta gran obra. Cada uno aporta realizando su trabajo diario con compromiso y también con fe, porque la fe y la oración son como la sal de la comida, dan sabor.

Si todos debemos cooperar en la gran causa de la unidad y del amor, tratemos de hacerlo en primer lugar con nuestro comportamiento en las situaciones cotidianas, empezando también por el lugar de trabajo. Cada uno puede ser constructor de unidad con su actitud hacia los colegas, superando las inevitables incomprensiones con paciencia, con humildad, poniéndose en el lugar del otro, evitando prejuicios y también con una buena dosis de humor, como nos enseñó el Papa Francisco.

Queridos hermanos y hermanas, ¡os agradezco nuevamente de corazón! Estamos en el mes de mayo: invoquemos juntos a la Virgen María, para que bendiga a la Curia Romana y a la Ciudad del Vaticano, y también a vuestras familias, especialmente a los niños, a los ancianos, a los enfermos y a los que sufren.

¡Gracias!

Digamos entonces juntos: «Ave María…»

[Bendición]

Gracias de nuevo, ¡mis mejores deseos!

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Redacción Zenit

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