El pontífice regresó por décima vez (la última en el año 2001) a Les Combes, pequeña localidad del ayuntamiento de Introd, que se encuentra en el área del Parque nacional del Gran Paraíso, bajo la cumbre del Mont Blanc.
En un clima mucho más fresco que el del calor húmedo romano, y que él agradece, el Santo Padre llegó en torno al mediodía al aeropuerto de Aosta, donde le dio la bienvenida el obispo diocesano, monseñor Giuseppe Anfossi.
Entre los saludos de numerosos fieles a lo largo de la carretera, el Santo Padre se dirigió en coche al chalet de piedra y madres en el que se alojará en estos días.
Acogieron al obispo de Roma los vecinos de casa y los habitantes de Les Combes (menos de cuarenta personas). Diez niños del jardín de infancia de Introd le dieron la bienvenida recitando una poesía, y ofreciéndole un ramo de flores y una cesta con productos locales.
Salvatore Mazza, corresponsal del diario italiano «Avvenire», que conoce la casa en la que se hospeda el Papa, a unos 1.300 metros de altura, explica que es «verdaderamente encantadora».
«Tiene dos pisos –revela–. La habitación del Papa se encuentra en el piso de arriba, y al lado tiene una capillita en la que celebra misa por las mañanas. Tiene una especie de pequeñísimo ascensor que le ayuda a subir a su habitación».
Mazza revela que se han preparado quince recorridos de montaña que el Papa podrá realizar en coche.
En el chalet, junto al Papa, están alojados el arzobispo Stanislaw Dziwisz, secretario personal del Papa, y el padre Tadeusz Styczen, ex alumno de Karol Wojtyla cuando era profesor en la Universidad de Lublín, y que le acompaña en las vacaciones de verano desde 1987.
El Papa dedicará los próximos días a estas excursiones en coche, a encuentros con personas conocidas, a la lectura de libros de filosofía, teología o literatura, así como a la oración.