BURURI, miércoles, 20 octubre 2004 (ZENIT.org).- Con conmoción y perplejidad ha recibido la diócesis burundesa de Bururi la noticia del asesinato, perpetrado el lunes pasado, de su vicario episcopal, el padre Gerard Nzeyimana.
La nunciatura apostólica en la capital, Bujumbura, y fuentes locales han confirmado el suceso a la agencia misionera «Misna». El padre Nzeyimana, sacerdote de 65 años de origen tutsi, era muy conocido por sus valientes denuncias contra los autores de violencia contra la población en estos 11 años de guerra civil en el país africano.
Según los primeros testimonios, en la tarde del lunes algunos hombres armados detuvieron el vehículo del padre Nzeyimana –que regresaba de Bujumbura– en los alrededores de Nyanza-lac, en el sur de Burundi.
Tras obligar a los ocupantes a descender del mismo –el vicario episcopal viajaba con tres religiosas y una niña–, los asaltantes les robaron. Todos entregaron el dinero y los pocos objetos que llevaban consigo.
Tras el robo, las religiosas y las niñas fueron maltratadas, pero se les permitió que se marcharan. El vicario episcopal para la zona de Makamba (en la diócesis de Bururi) fue obligado a seguir a los hombres armados. De los relatos recogidos por la agencia misionera, parece que fue asesinado a sangre fría con disparos en la cabeza, probablemente de una distancia corta.
En el lugar habrían intervenido algunos soldados del ejército, dos de los cuales parece que resultaron heridos a causa de un breve combate con los agresores.
«No alcanzamos a entender por qué ha sido asesinado: entregó todo lo que los asaltantes le pidieron; sin embargo le mataron», afirmó monseñor Herménégilde Ndoricimpa, vicario general de la diócesis de Bururi.
«La noticia ha conmocionado a todos en la zona de Makamba, donde el padre Nzeyimana era vicario episcopal. Siempre se había comprometido a favor de la paz y nadie se explica por qué ha sido asesinado así, sin motivo aparente», añadió el «número dos» de la diócesis de Bururi, que en este período desempeña las funciones del obispo Bernard Bududira, ausente por razones de salud.
Monseñor Ndoricimpa confirmó también que «han pedido a las autoridades que lleven a cabo una investigación para aclarar la muerte del padre Gerard».
Un misionero en el lugar recordó igualmente al sacerdote asesinado como «una de las figuras de relevancia de la Iglesia en Burundi, apreciado por su empeño a favor de los jóvenes y su valor al tomar posición por las víctimas de la violencia de esta guerra».
Resaltó también que casi no se ha difundido la noticia del crimen: «Ha hablado de ello sólo alguna radio local, sin dar muchos detalles». Este miércoles se celebrará el funeral por el padre Gerard Nzeyimana.
En Burundi se cometió por primera vez, hace menos de un año, el asesinato de un representante del Papa cuando el nuncio apostólico, el arzobispo irlandés de 58 años monseñor Michael Courtney, cayó en una emboscada en los alrededores de Bujumbura.
El crimen, perpetrado el 29 de diciembre de 2003, permanece aún sin aclarar. El prelado había sido un gran promotor de la paz en medio de la guerra civil que azota el país africano.
El largo y sangriento conflicto ha ocasionado al menos 300.000 muertos y un millón de desplazados en una población de unos 6 millones de habitantes. Desde su independencia, alcanzada en 1993, Burundi ha estado marcado por un enfrentamiento entre la etnia minoritaria dominante –tutsi– y a la mayoría de la población –hutu–.
El proceso de paz avanza con lentitud entre señales contradictorias, como la nueva Constitución –que hay que someter a referéndum— y el aplazamiento por seis meses de las esperadas elecciones, las primeras en once años de conflicto.
Se calcula que el 70% de la población de Burundi, formada en un 85% por hutus y en un 15% por tutsis, vive actualmente por debajo del umbral de pobreza.