MADRID, 24 nov (ZENIT.org).- El director de Cáritas Colombia ha echo valer su voz para llamar la atención sobre la crítica situación de violencia que se vive en ese país andino, en un momento en que los negociaciones de paz atraviesan un momento difícil por la retirada unilateral de las mismas de los guerrilleros.
Monseñor Héctor Fabio Henao, director del Servicio Nacional de Pastoral Social de Colombia/Cáritas Colombia (http://www.pastoralsocialcolombia.org), al visitar Cáritas de España, ha denunciado que la situación de violencia se ha agravado en las últimas semanas a medida que se acerca el inicio de la aplicación del Plan Colombia contra el narcotráfico, en especial a causa de las fumigaciones en los campos de cultivo de coca en el sur del país, y particularmente en el departamento del Putumayo, fronterizo con Ecuador y Perú.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) congelaron las negociaciones de paz la semana pasada tras denunciar la escasa acción del gobierno para combatir a los grupos paramilitares, y la presunta intensificación de la guerra, como resultado del Plan Colombia, que cuenta en sus aspectos militares con el decidido respaldo de Estados Unidos.
La Procuraduría General de la República de México, mientras tanto, reveló en las últimas horas que el cartel de los hermanos Arellano Félix, la más poderosa organización de tráfico de drogas de México, envió armas y dinero a las FARC. Según esta fuente, los hermanos Arellano Félix proveyeron de armas dinero a las FARC a cambio de grandes volúmenes de cocaína de parte de los rebeldes.
«Las tensiones ante la inminente puesta en marcha del Plan se han visto agravadas con la presencia de grupos paramilitares en la zona fronteriza del Putumayo con Ecuador –denuncia monseñor Henao–. Esta región de Colombia se caracteriza por su zona selvática y por un abandono histórico del Estado Colombiano que se refleja en la ausencia de carreteras, hospitales y centros educativos para la población. En parte gracias a estos hechos los grupos al margen de la ley han logrado implantar sus propias condiciones a la población».
«Esta situación condujo a la declaratoria por parte de las FARC de un «paro armado» que se prolonga por más de dos meses, en este departamento –explica el director de Cáritas Colombia–. Este paro ha impedido el transporte normal de las personas dentro y hacia fuera del departamento, así como la actividad comercial y el abastecimiento de alimentos. 350.000 personas están involucradas en esta situación que han dado en denominar un «secuestro colectivo»».
Ante esta situación, la Cáritas Colombiana, por medio de su director, monseñor Héctor Fabio Henao ha participado en una comisión humanitaria que visitó el Putumayo en los días recientes para analizar alternativas a la situación de la región y escuchar los planteamientos de las comunidades sobre la aplicación del Plan Colombia.
«La misión humanitaria encontró a la población en estado de desesperación ante el hecho de que los niños y ancianos comienzan a mostrar señales preocupantes por la falta de alimentos suficientes en la región. A pesar del puente aéreo establecido por el Gobierno colombiano hacia la localidad de Puerto Asís, otras regiones del mismo departamento sufren con rigor las consecuencias de este bloqueo».
Cáritas Colombiana y los obispos de la región están apoyando las iniciativas tendientes a la sustitución de cultivos ilícitos en Colombia y consideran que las fumigaciones a las que hace referencia el Plan Colombia no son el mecanismo más eficiente y compatible con el medio ambiente y la vida humana en la erradicación de cultivos ilícitos.
Asimismo han manifestado la necesidad de una solidaridad internacional con el país que fortalezca el proceso de paz y la participación ciudadana en el desarrollo de alternativas no violentas ante la crisis que vive Colombia.
El pasado 14 de noviembre cuando las FARC anunciaron un congelamiento de las negociaciones con el gobierno colombiano, la Conferencia Episcopal hizo un comunicado en el cual renueva su compromiso con la paz y hace una invitación a que los diálogos no se interrumpan.