MADRID, domingo, 21 noviembre 2004 (ZENIT.org–Veritas).- El referéndum sobre la Constitución Europea, que se celebrará en varios países europeos (en España el 20 de febrero), se convirtió en el debate clave en prácticamente todas las mesas y foros, e incluso en los pasillos, del Congreso Católicos y Vida Pública que se clausuró este domingo en Madrid.
Algunos de los ponentes más destacados han expresado su opinión a la agencia Veritas sobre esta consulta popular.
Según Alfonso Coronel de Palma, presidente de la Fundación San Pablo-CEU, organizadora del congreso, esta iniciativa «se había empezado a organizar entre finales de diciembre y principios de enero pasados, y aunque la Constitución era un tema que estaba en la materia, nadie suponía que fuese a ser tan inmediato el referéndum».
En una mesa redonda, que presidía el eurodiputado Iñigo Méndez de Vigo, y en la que intervenían José Mª Beneyto Pérez, director del Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad San Pablo-CEU; Paolo G. Carozza, Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Notre Dame; y Fernando Álvarez de Miranda, embajador de España, hubo un debate, en algunos momentos acalorado, con algunos miembros del público.
Manuel Bru, delegado de Medios de Comunicación del Arzobispado de Madrid, miembro de la comisión ejecutiva del Congreso, constató que una gran parte de los ponentes era partidario del sí, mientras que los congresistas parecían decantarse por el no.
Maria Romana De Gasperi, hija de una de los padres fundadores de la Unión Europea, afirmó que en el actual proceso de integración, Alcide De Gasperi hubiera echado en falta a «una parte importante, la Europa política, la unidad de acción», al contrario, «lo que se está poniendo de manifiesto, como por ejemplo con el caso de Kosovo, es la división».
Sobre el veto al ministro italiano Rocco Buttiglione como comisario europeo, Maria Romana De Gasperi afirmó que espera que «se trate de un caso aislado y anecdótico», y añadió que «la referencia a las raíces cristianas era importante en la Constitución, pero lo es mucho más la actuación de los cristianos, que serán reconocidos por sus obras», por lo que para ella esta cuestión «no supone un obstáculo».
El Nuncio ante el Parlamento Europeo, el arzobispo Faustino Sáinz, según manifestó en exclusiva a Veritas, no ve «una razón fundamental desde el punto de vista religioso para decir no a la Constitución» y añadió que los valores cristianos «quedan reflejados aunque no se haga una mención expresa del cristianismo».
José Mª Beneyto afirmó, por su parte, que en el magisterio de la Iglesia «es clarísimo el carácter positivo que rodea el proceso de integración europea, porque ha supuesto la paz y la reconciliación entre los pueblos, y también una recuperación de la conciencia histórica y cultural de Europa».
Aunque haya faltado la mención de las raíces cristianas, en opinión de Beneyto, «es clarísimo que la Constitución es positiva: el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, la lucha contra el terrorismo y contra la pobreza, la cooperación al desarrollo, el reconocimiento de las fronteras para que no se produzcan nacionalismos radicales… todo esto es muy positivo desde el punto de vista humano».
«La Constitución en sí no es algo negativo. El proceso de integración ayuda a Europa. Y recuperando a Europa recuperamos su historia y por tanto el cristianismo. La misión de los cristianos, precisamente, es ayudar a recuperar
esa enorme conciencia cultural y riqueza espiritual», añadió.
Para Dalmacio Negro, académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad San Pablo-CEU, «la actitud que habría que tomar, y ya no lo digo como cristiano sino como ciudadano, es la del no, porque no se trata de una Constitución sino de una Carta Otorgada que la clase política se digna a dar a los ciudadanos».
Según Negro, la mención a las raíces cristianas «es mejor que no se haya producido, porque hubiera sido una manera de encubrir lo que hay detrás, que es una actitud contraria al cristianismo».
El europarlamentario Iñigo Méndez Vigo cree, por su parte, que la Constitución «puede ayudar a los europeos a alcanzar mayores cotas de prosperidad, de bienestar, mayor seguridad, para tener más voz en el mundo, y sobre todo, para demostrar que la Unión es más que un mercado, que es una Europa de valores».
«Hay que poner en una balanza las cosas buenas y las cosas malas, y yo creo que las buenas son más», añadió.
El recientemente cesado comisario europeo Rocco Buttiglione, afirmó: «mi impresión es que si no tenemos esta Constitución es muy difícil que podamos hacer otra mejor. Es más fácil que tengamos una peor, o que incluso no lleguemos a tenerla, que esta Europa se fragmente, y que tengamos por un lado al eje francoalemán y por otro lado una hegemonía de los Estados Unidos, con lo que Europa perdería la ocasión de ser ella misma».
Para Buttiglione, «si la Constitución nos obligara a hacer algo moralmente equivocado, no podríamos aceptarla. Pero ésta es una constitución que no nos obliga al mal. No tiene todo el potencial de bien deseable, pero es la única Constitución que podemos tener en estos momentos».
Según el doctor en historia antigua y conductor radiofónico César Vidal, hay tres pilares que subrayan las raíces culturales europeas: la Grecia antigua, el Imperio romano y el cristianismo. Sobre este último, Vidal indicó que «ha sido el causante de que el pensamiento clásico llegue a nuestros días». Indicó que «significa un gran error obviar de esta Constitución Europea toda referencia a la tradición cristiana» y por ello se declara partidario del no.
El embajador español Fernando Álvarez de Miranda, afirmó: «creo que los cristianos deben de votar, y deben además adelantarse para que no se les enajene la iniciativa. Porque si ha habido grupos políticos que han tenido participación el la Constitución Europea, los padres de ésta han sido los cristianos».
Por último, Coronel de Palma afirmó que un cristiano, «ante un proceso electoral de tal magnitud, lo que debe hacer es informarse bien, leer el texto, oír opiniones –pues habrá legítimamente dentro de la Iglesia opiniones que puedan llegar a ser confrontadas, puesto que es una materia opinable–, pero sobre todo, hacer un voto serio, riguroso y en conciencia. Y yo creo que, sea cual sea la decisión adoptada –votar sí, no o en blanco–, sí es necesario ejercer el derecho al voto».