Un neonatólo alerta de los peligros del diagnóstico prenatal

Entrevista con el doctor Carlo Bellieni

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SIENA, martes, 14 diciembre 2004 (ZENIT.org).- Lejos de ofrecerlo o pedirlo como un examen de rutina, el diagnóstico prenatal es un instrumento que hay que utilizarlo con atención «conociendo sus riesgos e indicaciones reales», advierte el doctor Carlo Belllieni.

Reconociendo la gran utilidad de estas técnicas para determinar un buen número de patologías fetales –y tratarlas–, en esta entrevista concedida a Zenit, el doctor Bellieni –neonatólogo del Policlínico Santa Maria alle Scotte de Siena– aclara los riesgos del uso y/o abuso del diagnóstico prenatal.

–¿Qué es el diagnóstico prenatal?

–Dr. Bellieni: Es el modo de conocer las condiciones de salud del feto. Puede hacerse de forma invasiva con extracción de material fetal (sangre, vellos coriales, líquido amniótico) o no invasiva. En este último caso se puede realizar analizando la sangre materna o practicando exámenes instrumentales como ecografías fetales. La extracción de vellos coriales usualmente se realiza en el primer trimestre, mientras que la amniocentesis más frecuentemente se hace en el segundo.

–¿En interés de quién se realiza?

–Dr. Bellieni: Buena pregunta. El diagnóstico prenatal es utilísimo para poder determinar un buen número de patologías fetales: muchas de estas pueden ser tratadas, algunas directamente antes del nacimiento. Pero el diagnóstico prenatal puede ser utilizado también con fines selectivos, recientemente incluso en la forma de diagnóstico pre-implantación.

En este último caso se lleva a cabo en la fecundación in vitro, antes de introducir los embriones «idóneos» en el útero. Hay quien sugiere que este diagnóstico se pueda hacer no sólo para determinar patologías mayores, sino también rasgos secundarios, como el sexo.

Así que se debe distinguir un diagnóstico prenatal hecho en interés de todos los sujetos (embrión-feto y madre) y una que en cambio considera sólo los intereses de quién ya nació.

–La amniocentesis es un examen cada vez más difundido.

–Dr. Bellieni: En los 35 años desde que Jacobson y Barten refirieron los primeros 56 casos de amniocentesis, el número de amniocentesis ha aumentado progresivamente. Recientemente se está buscando superar la necesidad de los exámenes invasivos en el embarazo, por el riesgo de aborto que implican.

–¿Es un riesgo omisible?

–Dr. Bellieni: Un reciente estudio de Seeds en el American Journal of Obstetrics and Gynecology de 2004 refiere una tasa de aborto del 0,6%. Si se considera que en 2003 en Italia se llevaron a cabo cerca de 100 mil amniocentesis resulta, según estos datos, que más de 500 embarazos normales y deseados no llegaron al nacimiento a causa de esta técnica, con el consiguiente trauma para la mujer. No es un dato omisible, a pesar de que los cirujanos sean extremadamente escrupulosos y hábiles.

–¿Cómo viven las mujeres la elección de realizar una amniocentesis?

–Dr. Bellieni: Escribe al respecto LC Stranc en el Lancet (1997): «Cuando tanto la obtención de vellos coriales (CVS) como la amniocentesis en el segundo trimestre no están contraindicados, la preferencia de la mujer o el procedimiento que le da el mayor grado de seguridad constituyen el factor decisivo. Esta distinción es importante, porque el parecer de la mujer puede ser independiente de la entidad del riesgo: algunas mujeres quieren un test precoz indiferentes tanto del alto riesgo de complicaciones unidas al procedimiento o a la relación de aquel riesgo con la posibilidad de una anomalía fetal. Evans y colegas refieren que las mujeres más entradas en años y con mayor nivel de educación y menor número de embarazos y partos anteriores optaban más por la CVS respecto a la amniocentesis».

–Por lo tanto no hay que minusvalorar los riesgos psicológicos de la búsqueda de la perfección del nasciturus, que están ligados a las expectativas excesivas de los padres.

–Dr. Bellieni: ¡Así es! Escribía en 1996 la pediatra francesa Vial en Archives de Pédiatrie: «Cada exploración fetal no habitual, en particular la realización de un cariotipo, provoca, sobre todo en la madre, una verdadera “interrupción” de la relación con el niño que lleva, que no acabará más que con el resultado de normalidad. Los padres describen casi todas estas “suspensiones” de su proyecto, que se manifiesta con la detención de toda preparación material del nacimiento, pero también con un desapegamiento transitorio de este niño sospechoso de no tener que sobrevivir, con la preocupación de “no apegarse inútilmente”. A la mínima anomalía, la sospecha llevada sobre la calidad del niño, la duda sobre su integridad presente y sobre todo futura, induce en los padres una reacción de rechazo, un deseo de muerte, frecuentemente del todo desproporcionado con la gravedad real. Estos sentimientos ponen en peligro grave el cariño, hasta un auténtico “luto anticipado”, que, si el niño sobrevive, dejará una huella indeleble. Se corrige con mayor facilidad un diagnóstico que una representación psíquica».

–Usted ha hablado en otras ocasiones de derecho a la privacy del feto. ¿A qué se refiere?

–Dr. Bellieni: Entiendo que el feto es un sujeto que tiene derecho de no-interferencia con su esfera más íntima. También la Organización Mundial de la Salud en 1998 recomendó que el diagnóstico prenatal se realice exclusivamente en el interés del feto y no para satisfacer la curiosidad de los padres.

El Comité nacional italiano de Bioética pone en guardia respecto al exceso de intromisión en el patrimonio cromosómico fetal, prefigurando una intromisión en la privacy [intimidad. Ndr.] del individuo, en particular cuando se vayan a escrutar enfermedades no letales y tal vez de comienzo tardío: «La capacidad de predecir –a través del análisis del genoma en época prenatal o de la constitución genética– que un sujeto enfermará de una determinada enfermedad, o de comprobar que, aún carente de patologías específicas, está en cualquier caso predispuesto a padecerlas, puede también comportar un coste elevado en términos psicológicos y sociales. Es de hecho posible someter al individuo a discriminaciones en varios ambientes de su vida diaria (en el trabajo, como por parte de sociedades aseguradoras, o directamente del propio compañero) frecuentemente sólo sobre la base de una mayor probabilidad, pero no de la certeza, de que un día pueda enfermar. Se plantea por lo tanto la necesidad de protegerlo de un mal uso de las informaciones genéticas tal como para conducir a comportamientos colectivos discriminatorios y limitadores a cualquier nivel de los derechos fundamentales de la persona».

–También a propósito de las ecografías hay novedades.

–Dr. Bellieni: Debemos ser claros: las ecografías son absolutamente seguras y no perjudiciales; además pueden aportar información útil en el interés de la madre y del feto. No las banalicemos sin embargo, como no hay que banalizar nada en medicina.

En 2004 la Food and Drug Administration [Administración para la Alimentación y los Medicamentos estadounidense. Ndr.] puso en guardia del exceso de los videos grabados de «recuerdo». Muchos estudios internacionales recomiendan una ecografía en el curso del embarazo. En Italia y en Francia el número es incluso superior a las tres que se aconsejan normalmente.

–¿Qué diría en conclusión?

–Dr. Bellieni: Que el diagnóstico prenatal con demasiada frecuencia se vive en el ámbito de un ansia del embarazo ya muy difundida, que nace de la idea de la «búsqueda del hijo-perfecto», dado que ya la idea de que el embarazo pueda acabar de forma diferente de la perfección «sencillamente no se concede a las mujeres».

El diagnóstico pr
enatal invasivo es un instrumento que hay que utilizarlo con atención. En primer lugar conociendo sus riesgos e indicaciones reales y no ofreciéndolo o requiriéndolo como un examen de rutina.

En segundo lugar, sabiendo que lamentablemente tampoco puede dar la tan anhelada certeza de ausencia de patología fetal, siendo tantas y de tan variada naturaleza las patologías con las que se puede encontrar un embarazo.

Debe hacerse salir al embarazo de la tenaza del ansia y al diagnóstico prenatal hay que devolverle su papel de coadjutor de un proceso mental y emotivo, y no de obligatoriedad con fines sociales.

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ZENIT Staff

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