CIUDAD DEL VATICANO, 5 dic (ZENIT.org).- Acusar a la Iglesia de difundir el sida por plantear los interrogantes morales que suscita el preservativo es un acto de «terrorismo psicológico». Lo afirma subsecretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.
El padre Felice Ruffini, poco después de que haya concluido en el Vaticano la Reunión intercontinental de expertos en asistencia a enfermos de sida, celebrada entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre (Cf. «Sida: Prevención, educación, acompañamiento; documento vaticano»), responde así a las polémicas que acompañan siempre a las tomas de posición de la Iglesia en esta materia.
En declaraciones concedidas hoy a la agencia de las comunidades religiosas, VID, confirma: «Es un verdadero acto de terrorismo psicológico presentar la posición de la Iglesia contra el profiláctico como una de las causas, si no la principal, de la difusión del sida. Si el virus se extiende, la culpa es, en todo caso, del hombre que no quiere hacer una autocrítica de sus propios comportamientos».
Para apoyar sus palabras, el religioso cita al científico francés Luc Montagner, uno de los descubridores del virus VIH, quien «dijo claramente en la Conferencia Internacional sobre el Sida promovida hace unos años por el Consejo Pontificio para la Salud en el Vaticano que para combatir eficazmente el sida hacía falta un comportamiento sano en el plano sexual».
«Para la doctrina católica, la castidad según el estado de vida de cada persona, es el medio de prevención más seguro» (Cf. «Cumbre mundial en el Vaticano de lucha contra el sida»), aclara, «Y el que rechaza esta posición no puede después lanzar este tipo de acusaciones contra la Iglesia».
«Hoy, en todo caso –añade–, el verdadero problema consiste en afrontar la oleada actual de libertad y permisivismo con una verdadera educación ética y moral».
Además, pensando en la realidad africana, el juicio, según el padre Ruffini, debe matizarse aún más. «Proponer el uso del preservativo es un contrasentido –precisa–, sobre todo si tenemos en cuenta situaciones ambientales caracterizadas por altas temperaturas».
Además, «tenemos que decir de una vez por todas que la Iglesia ha estado siempre en primera fila en el campo de la prevención y de la asistencia, y muy a menudo es la única estructura que ayuda a los enfermos, abandonados a sí mismos incluso por sus propias familias».
«Por lo que he podido verificar en Burkina Faso, donde trabajan los Camilos –los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos, familia religiosa a la que pertenece el padre Ruffini–, y por lo que conozco de otras realidades africanas estamos ante situaciones dramáticas. Nuestros párrocos se han convertido en padres de centenares de niños, que han quedado sin familia después que sus padres hayan muerto de sida».
«Familias enteras desaparecen –recuerda el religioso–. Nuestro cometido consiste en procurar una ayuda cultural para sanear la sociedad desde el punto de vista ético y de los comportamientos, para hacer entender que sólo así se podrá afrontar y resolver el problema».
«La Iglesia propone la ley de Cristo, que pasa por el camino estrecho, porque seguir a Jesús cuesta», concluye.