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Domingo 6 de diciembre de 2015

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El Papa en el Ángelus: ‘Las mentes cerradas y los corazones duros son los desiertos de hoy’

Texto completo. Francisco invitó este domingo a derribar las barreras y los obstáculos que impiden nuestra conversión

Como cada domingo, el papa Francisco rezó el Ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro. Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice les dijo:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este segundo domingo de Adviento, la liturgia nos pone a la escuela de Juan el Bautista, que predicaba “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados”. Y nosotros quizá nos preguntemos: ‘¿Por qué nos tendríamos que convertir? La conversión es para el que de ateo se vuelve creyente, de pecador se hace justo. Pero nosotros no la necesitamos. Nosotros somos ya cristianos’. Podemos preguntarnos esto. Por tanto, ‘estamos bien’. Y eso no es verdad. Pensando de este modo, no nos damos cuenta de que es precisamente por esta presunción –que somos cristianos, todos buenos, que estamos en lo correcto– precisamente por esta presunción, es por lo que nos debemos convertir: de la suposición de que, en fin de cuentas, va bien así y no necesitamos conversión alguna.

Pero preguntémonos: ¿es cierto que en las diversas situaciones y circunstancias de la vida, tenemos en nosotros los mismos sentimientos de Jesús? ¿Es verdad que sentimos como siente Jesús? Por ejemplo, cuando sufrimos algún mal o alguna afrenta ¿podemos reaccionar sin animosidad y perdonar de corazón a los que nos piden perdón? Que difícil es perdonar, ¿eh? ¡Que difícil! ‘Me la vas a pagar: esta palabra viene de dentro, ¿eh? Cuando estamos llamados a compartir alegrías y tristezas, ¿sabemos llorar sinceramente con el que llora y alegrarnos con el que se alegra? Cuando debemos expresar nuestra fe, ¿sabemos hacerlo con valentía y sencillez, sin avergonzarnos del Evangelio? Y así podemos plantearnos tantas preguntas. No estamos bien. Siempre debemos convertirnos, tener los sentimientos que tenía Jesús.

La voz del Bautista grita aún en los desiertos de hoy de la humanidad, que son –¿cuáles son los desiertos de hoy?– son las mentes cerradas y los corazones duros, y nos provoca para que nos preguntemos si efectivamente estamos recorriendo el camino correcto, viviendo una vida según el Evangelio. Hoy, como entonces, él nos amonesta con las palabras del profeta Isaías: “¡Preparad el camino del Señor!”. Es una invitación apremiante a abrir el corazón y recibir la salvación que Dios nos ofrece incesantemente, casi con testarudez, porque nos quiere a todos libres de la esclavitud del pecado. Pero el texto del profeta dilata esa voz, preanunciando que “todos los hombres verán la Salvación de Dios”. Y la salvación es ofrecida a todo hombre, y a todo pueblo, sin excluir a nadie, a cada uno de nosotros: ninguno de nosotros puede decir: ‘Yo soy santo, yo soy perfecto, yo ya estoy salvado’. No. Siempre debemos aceptar este ofrecimiento de la salvación, y por eso el Año de la Misericordia: para avanzar más en ese camino de la salvación, ese camino que nos ha enseñado Jesús. Dios quiere que todos los hombres sean salvados por medio de Jesucristo, el único mediador.

Por lo tanto, cada uno de nosotros está llamado a hacer conocer a Jesús a cuantos no lo conocen aún: pero eso no es hacer proselitismo. No. Es abrir una puerta. “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!”, declaraba san Pablo. Si a nosotros el Señor Jesús nos ha cambiado la vida, y nos la cambia cada vez que acudimos a Él, ¿cómo no sentir la pasión de hacerlo conocer a cuantos encontramos en el trabajo, en la escuela, en la comunidad, en el hospital, en los lugares de reunión? Si miramos a nuestro alrededor, encontramos a personas que estarían dispuestas a comenzar o a volver a comenzar un camino de fe, si encontraran a cristianos enamorados de Jesús. ¿No deberíamos y no podríamos ser nosotros esos cristianos? Os dejo la pregunta: ¿De verdad estoy enamorado de Jesús? ¿Estoy convencido de que Jesús me ofrece y me da la salvación? Y, si estoy enamorado, ¡tengo que hacerlo conocer! Pero debemos ser valientes: allanar las montañas del orgullo y de la rivalidad, rellenar los abismos excavados por la indiferencia y la apatía, enderezar los senderos de nuestras perezas y de nuestros acomodamientos.

Que nos ayude la Virgen María –que es Madre y sabe cómo hacerlo– a derribar las barreras y los obstáculos que impiden nuestra conversión, es decir, nuestro camino hacia el encuentro con el Señor. ¡Él solo! ¡Solo Jesús puede dar cumplimiento a todas las esperanzas del hombre!

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración mariana:

Angelus Domini nuntiavit Mariae…

Al concluir la plegaria, el Papa se refirió a la XXI Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático que se está llevando a cabo en París:

Queridos hermanos y hermanas,

Sigo con gran atención los trabajos de la Conferencia sobre el clima en curso en París, y me vuelve a la mente una pregunta que hice en la encíclica Laudato si’ “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” Por el bien de la casa común, de todos nosotros y de las futuras generaciones, en París todo el esfuerzo debería estar dirigido a mitigar los impactos de los cambios climáticos y, al mismo tiempo, a contrastar la pobreza y hacer florecer la dignidad humana. Las dos elecciones van unidas. Parar los cambios climáticos y contrastar la pobreza para que florezca la dignidad humana. Recemos para que el Espíritu Santo ilumine a todos los que están llamados a tomar decisiones tan importantes y les dé la valentía de tener siempre como criterio de elección el bien mayor para la familia humana.

Además, el Pontífice recordó el quincuagésimo aniversario de la eliminación de las sentencias mutuas de excomunión de 1054:

Mañana se conmemora el quincuagésimo aniversario de un acontecimiento memorable entre católicos y ortodoxos. El 7 de diciembre de 1965, en la vigilia de la conclusión del Concilio Vaticano II, con una declaración común del papa Pablo VI y del patriarca ecuménico Atenágoras, se eliminaban de la memoria las sentencias de excomunión intercambiadas entre la Iglesia de Roma y la de Constantinopla en 1054. Es realmente providencial que este gesto histórico de reconciliación, que ha creado las condiciones para un nuevo diálogo entre ortodoxos y católicos en el amor y la verdad, sea recordado precisamente en el inicio del Jubileo de la Misericordia. No hay un auténtico camino hacia la unidad sin una petición de perdón a Dios y entre nosotros, por el pecado de la división. Recordemos en nuestras oraciones al querido patriarca ecuménico Bartolomé y a los demás jefes de las Iglesias ortodoxas, y pidamos al Señor que las relaciones entre católicos y ortodoxos estén inspiradas siempre por el amor fraterno.

Sobre la ceremonia de beatificación de los mártires de la diócesis de Chimbote, el Santo Padre señaló:

Ayer, en Chimbote (Perú), fueron proclamados beatos Michael Tomaszek y Zbigniew Strzałkowski, franciscanos conventuales, y Alessandro Dordi, sacerdote fidei donum, asesinados por odio a la fe en 1991. Que la fidelidad de estos mártires en el seguimiento de Jesús nos dé la fuerza a todos nosotros, pero especialmente a los cristianos perseguidos en diferentes partes del mundo, para testimoniar con valentía el Evangelio.

A continuación, llegó el turno de los saludos que realiza tradicionalmente el Obispo de Roma:

Saludos a todos los peregrinos, llegados de Italia y de diferentes países. ¡Hay muchas banderas! ¿eh? En particular, al coro litúrgico de Milherós de P
oiares y a los fieles de Casal de Cambra, Portugal. Saludo a los participantes en el Congreso del Movimiento de Compromiso Educativo de Acción Católica, a los fieles de Biella, Milán, Cusano Milanino, Neptuno, Rocca di Papa y Foggia; a los confirmandos de Roncone y los confirmando de Settimello, a la Banda de Calangianus y al Coro de Taio.

Francisco concluyó su intervención diciendo:

Os deseo a todos un buen domingo y una buena preparación para el inicio del Año de la Misericordia. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto! 

(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)

 

Francisco: «¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan?»

En el Ángelus, el Papa pidió a los líderes mundiales reunidos en la Cumbre del Clima de París que se mitiguen los impactos del cambio climático

El papa Francisco volvió a preguntar este domingo a los líderes mundiales reunidos en la Cumbre del Clima de París (COP21) “qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan”.

Después de rezar el Ángelus con decenas de miles de personas reunidas en la plaza de San Pedro, el Pontífice pidió que “por el bien de la casa común, de todos nosotros y de las futuras generaciones, en París todo el esfuerzo debería estar dirigido a mitigar los impactos de los cambios climáticos y, al mismo tiempo, a contrastar la pobreza y hacer florecer la dignidad humana”.

Por este motivo, el Santo Padre invitó a los fieles a rezar para que “el Espíritu Santo ilumine a todos los que están llamados a tomar decisiones tan importantes y les dé la valentía de tener siempre como criterio de elección el bien mayor para la familia humana”.

Las negociaciones avanzaron este sábado con la adopción de un borrador que allana el camino hacia un posible acuerdo en París la semana próxima, con el fin de evitar una catástrofe ecológica a escala planetaria.

El primer acto de las negociaciones se cerró con la entrega por parte de los delegados de los 195 países participantes de un borrador aprobado por todos y que consta de 48 páginas.

El texto será utilizado como base para los debates de los ministros de medio ambiente y desarrollo sostenible que comenzarán el lunes, al inicio de la segunda y definitiva semana de la COP21.

 

El Papa enciende el árbol de Navidad e inaugura el pesebre de Asís

La costumbre de reproducir en imágenes el nacimiento de Jesús se remonta al siglo XIII por iniciativa del fundador de la orden franciscana

El papa Francisco encendió y bendijo este domingo desde Roma, el árbol de Navidad y el pesebre que los frailes instalaron en la plaza de la Basílica inferior de San Francisco en la localidad italiana de Asís.

Para la ocasión, los franciscanos trajeron una barca proveniente de Lampedusa, que salvó la vida de nueve ciudadanos tunecinos. La balsa de casi siete metros pretende ser una representación de todas las embarcaciones que transportan a migrantes y refugiados rumbo a Europa. Ya que, los frailes quieren rendir este año un especial homenaje a todas las personas que huyen de la miseria, el odio, la violencia y la guerra. 

“Os invito, en esta Navidad, a abrir el corazón a la misericordia y el perdón. No es fácil perdonar estos estragos”, dijo el Santo Padre de forma improvisada. Un “gracias de corazón” a la Guardia Costera italiana, «mujeres y hombres buenos”, añadió durante la videollamada. “Habéis sido sembradores de esperanza”, destacó.

Además, el Pontífice manifestó su reconocimiento a los que, en esta tierra italiana, acogieron generosamente a los migrantes y refugiados. “El sur de Italia ha sido un ejemplo de solidaridad para todo el mundo”, aseguró.

Tras sus palabras, Francisco encendió una lámpara con una vela, que posteriormente entregó a un religioso que le acompañaba. Este gesto simbólico del Papa sirvió para alumbrar el abeto navideño y el nacimiento de los frailes franciscanos de Asís.

Entre los asistentes a la ceremonia en la ciudad umbra, se encontraban 31 refugiados provenientes de Afganistán, Camerún, Nigeria y Siria, acogidos por Cáritas diocesana de Asís. También participó un coro de cien voces blancas de un colegio de la localidad, que cantó algunos villancicos. Al término del acto, se entregaron regalos y juguetes a los niños de familias necesitadas.

Los orígenes de esta costumbre de reproducir en imágenes el nacimiento de Jesús se remonta al siglo XIII por iniciativa de san Francisco de Asís. Se dice que, mientras predicaba por la campiña de Rieti, en Italia, le sorprendió el crudo invierno al humilde predicador que vestía con harapos. Se refugió en la ermita de Greccio. Era la Navidad del año 1223.

Mientras oraba rodeado de aquella paz del bosque y meditando la lectura del evangelista Lucas, tuvo la inspiración de reproducir en vivo el misterio del nacimiento de Jesús en Belén. Construyó una casita de paja a modo de portal, puso un pesebre en su interior, trajo un buey y un asno de los campesinos del lugar e invitó a un pequeño grupo de ellos a reproducir la escena de la adoración de los pastores.

La idea se propagó por toda Italia, luego a España y el resto de la Europa católica. En Nápoles, hacia finales del siglo XV, reprodujeron en figuras de barro a los actores del gran acontecimiento narrado por san Lucas.

 

Los tres misioneros asesinados en Perú por Sendero Luminoso ya son beatos

Se trata del sacerdote italiano Alessandro Dordi y de los frailes franciscanos Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski

Tras la lectura en latín de la carta apostólica firmada por el papa Francisco, los sacerdotes asesinados en Perú por Sendero Luminoso en el año 1991, Zbigniew Strzalkowski, Miguel Tomaszek y Alessandro Dordi, ya son beatos. La multitudinaria ceremonia de beatificación se celebró este sábado en el estadio centenario Manuel Rivera Sánchez de la ciudad de Chimbote, situada a unos 440 kilómetros al norte de Lima, y fue presidida por el cardenal italiano Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

En su homilía, el cardenal Amato manifestó que los misioneros fueron matados “como corderos sin defensa”. “Su martirio fue la representación de la caridad. La caridad perdona a los asesinos y genera reconciliación. La caridad no acabará nunca, es el único sendero luminoso que trae vida y no muerte, que trae paz y no guerra”, dijo.

Así, el purpurado destacó la relación entre el martirio y la próxima celebración de la Navidad. “Con su encarnación, Jesús ha traído a la tierra el idioma del cielo, la lengua del cielo, que es la caridad”, insistió. Jesús, en su vida terrena, “ha hablado la lengua de Dios. El Evangelio es el idioma de la caridad”, prosiguió. “Con la caridad, Jesús ha trasladado el cielo a la tierra y por eso la caridad es esencial para los cristianos”, subrayó, al tiempo que señaló la importancia para los fieles de “testimoniar la caridad”.

A pesar de que “provenían de países lejanos, tenían idiomas distintos. El P. Miguel y el P. Zbigniew hablaban polaco, Don Alessandro italiano”, y cuando vinieron a Perú aprendieron a hablar español, recordó el prefecto. “Pero en realidad, la lengua de los tres mártires fue sobre todo la de la caridad”, aseguró, ya que “su predicación, su comportamiento, su apostolado, su aceptación del martirio fueron lecciones de caridad. Porque la caridad vence al odio y aplaca la venganza”, enfatizó.

Para el cardenal Amato, el apostolado de los mártires asesinados en el norte peruano fue el “de la ayuda a los necesitados, de la defensa de los pequeños y los débiles”.

Los mártires nos dejan tres mensajes, apuntó. “El primero es un mensaje de fe. Los mártires superar
on las numerosas dificultades de su misión en tierra peruana gracias a una extraordinaria confianza en la providencia divina”. Esto “les dio la serenidad para abandonarse en el plan de Dios” incluso “a pesar del concreto peligro de muerte”.

“Un segundo mensaje es el de la caridad: Por amor se han hecho misioneros, impulsados por la influencia de anunciar a Cristo y de llevar a los pueblos la Buena Nueva del Evangelio”.

Los mártires beatificados “educaban a los niños y los jóvenes en el amor de Jesús. Ayudaban a los necesitados, asistían a los enfermos”, especialmente en la epidemia de cólera que golpeó Perú en 1991. Además, señaló, “enseñaron a cultivar los campos, a construir carreteras. No tenían enemigos, todos les respetaban y les amaban”.

Y el tercer mensaje que dejan los mártires “es el de la fidelidad a la vocación cristiana y misionera”, indicó. “Los mártires eran asiduos a la oración, llevando con alegría una vida pobre y sencilla”, destacó.

Los nuevos beatos “son mártires tanto por la sangre” como “por la confesión de la caridad que transforma nuestra historia contaminada por el mal en historia de salvación, fermento de esperanza y caridad”, explicó el religioso salesiano.

“Los mártires nos invitan a afrontar también nosotros el martirio del cansancio cotidiano”, afirmó el purpurado italiano, que concluyó sus palabras pidiendo a los mártires que rueguen por la Iglesia en todo el mundo. 

Las autoridades de Áncash inauguraron en la víspera de la beatificación un monumento en Santa y el llamado Parque de los Mártires en el municipio de Nuevo Chimbote, que se erigieron en honor a los dos frailes franciscanos polacos y al sacerdote italiano.

 

Venezuela: La Iglesia invita a los ciudadanos a votar masivamente y en paz

La Comisión de Justicia y Paz de la CEV insta a los organismos del Estado a velar por la transparencia y tranquilidad de los comicios

La Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) y la Vicaría de Derechos Humanos de la Arquidiócesis de Caracas han invitado este sábado a todos los venezolanos a “ser protagonistas” y salir a votar en un proceso que esperan sea “participativo y pacífico”.

“Abstenerse es perder la oportunidad de decidir. El futuro lo escribimos cada uno de nosotros”, dice el comunicado firmado por monseñor Roberto Lückert León, presidente de la Comisión de Justicia y Paz de la CEV.

Así, los obispos venezolanos exhortan a las autoridades involucradas en la jornada electoral de este domingo a “garantizar la transparencia del proceso y la seguridad en el ejercicio de este derecho, que presupone el respeto a la opción del elector, y al secreto inviolable de su voto, así como de las condiciones de tiempo y espacio para facilitar el mismo”.

El texto también recuerda que “el voto es un derecho, pero también es un deber, que hace posible el equilibrio de poderes del Estado de Derecho» y destaca que “es la única vía, por lo demás pacifica, para garantizar la democracia y el fortalecimiento de la ciudadanía”.

“Ante los últimos hechos de violencia reseñados en los medios de comunicación, que han precedido este histórico proceso electoral, esta Comisión llama la atención a los organismos del Estado para que velen y protejan los derechos civiles contemplados en nuestra Carta Magna, especialmente el derecho a la vida, a la integridad física, al libre tránsito, y a oír con diligencia las peticiones que los ciudadanos dirijan ante la autoridad competente en el ejercicio de su derecho al voto, así como también el acceso de los medios de comunicación para informar sin restricciones todo lo relativo a este proceso comicial”, indica el comunicado de la CEV.

Por último, los prelados exhortan al pueblo fiel a “elevar una oración al Todopoderoso, para que llene a los venezolanos y venezolanas de entrañas de misericordia, y haga posible en nuestra patria los valores del Evangelio: el amor y la justicia, que llevan al diálogo, a la reconciliación, y a la paz tan anhelada por este noble pueblo”.

En las elecciones del 6 de diciembre, 19.504.106 ciudadanos están llamados a las urnas para renovar todos los escaños de la Asamblea Nacional de Venezuela. Los 167 diputados que sean elegidos ejercerán su mandato durante cinco años, desde el 5 de enero de 2016 hasta el 5 de enero de 2021, y serán los encargados de mantener la legislación venezolana.

 

Santa María Josefa Rosselló – 7 de diciembre

«Esta fundadora fue un apóstol infatigable, una maestra de la misericordia y de la ternura. Luchó por su vocación y venció toda contrariedad. Emprendió grandes obras, entre otras un seminario para fomento de vocaciones al sacerdocio»

La vida santa muestra a cada paso que la llamada a la vocación es una invitación divina cuya respuesta tiene carácter irreversible, a pesar de los contratiempos y dificultades que se presenten. El amor, tanto el humano como el divino, cuando está fuertemente afianzado no hay quien lo derroque. María Josefa, que no tuvo una fácil existencia, perseveró en su religioso empeño alimentando sin descanso su más alto ideal: alcanzar la unión plena con la Santísima Trinidad. Dócil a la voluntad divina, a su tiempo halló el camino que debía seguir.

Era la cuarta de diez hermanos, y nació en la localidad italiana de Albisola Marina, Savona, el 27 de mayo de 1811. Sus padres, humildes alfareros, no disponían de recursos económicos y fueron sacando adelante a sus hijos en medio de múltiples carencias, sin descuidar la fe. Benita, nombre que dieron a la futura santa, era una niña despierta, con empuje, buena trabajadora. De ahí que la madre se apoyase en ella para cuidar al resto de los hijos que iban llegando. Cristo y la Virgen María eran el sostén de la muchacha que ya en su juventud se afilió a la Orden Terciaria Franciscana. En ese tiempo, el anhelo de ser santa latía en lo más íntimo de su ser, pensaba consagrar su vida, pero la escasez económica de la familia le imponía la responsabilidad de ayudarles.

Durante siete años sirvió en el hogar de los Monleone, una acomodada familia de Savona, atendiendo a un paralítico con tanta delicadeza y abnegación que se ganó el cariño y la confianza de todos. Al enviudar la señora Monleone le abrió su corazón haciéndole saber que si permanecía junto a ella heredaría su fortuna. Pero como Benita tenía otras inquietudes, rehusó la oferta y acudió al Instituto de las Hijas de Nuestra Señora de las Nieves con la idea de compartir su vida con ellas, sabiendo que su carisma era la atención a los pobres por los que sentía dilección. Pero no poseía la dote requerida y la rechazaron. Fue una respuesta dolorosa para ella que anhelaba la oración y el silencio, aunque su confesor, que conocía su creatividad y dotes de iniciativa, consideraba que su futuro debía ser otro.

En años sucesivos se añadieron nuevos sufrimientos a su vida: perdió a sus padres, a un hermano y a una hermana. Con estas circunstancias, el sostenimiento de su familia fue mucho más acuciante para ella superando con creces la preocupación que tuvo por este motivo en vida
de sus progenitores. Sus proyectos quedaron maniatados hasta los 27 años. A esta edad supo que la intención del prelado Agustín de Marí era impulsar una acción apostólica para ayudar a jóvenes pobres librándolas de una vida disoluta, y se ofreció para ayudarle. Junto a tres de ellas dispuestas a vincularse a esta labor en la casa que les proporcionó el obispo, en 1837 fundó la Congregación de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, que también tenía entre sus prioridades la asistencia a los enfermos. Uno de los dictámenes que estableció fue erradicar la dote como requisito para ingresar en ella.

Profesó en octubre de ese año y tomó el nombre de María Josefa. Desempeñó las misiones de maestra de novicias, vicaria y ecónoma. En 1839 fue elegida superiora general de forma unánime, cargo que ostentó cerca de cuarenta años, un periodo de gran fecundidad para el Instituto que comenzó a expandirse. En 1856 añadió a sus fines el rescate de esclavos africanos, y con la ayuda de dos sacerdotes, que compraban o «robaban» a muchachas negras, pudieron auxiliar a muchas de las que habían llevado vida descarriada, educándolas e insertándolas en la sociedad. En 1869 abordó una delicada misión creando un seminario para fomento de vocaciones al sacerdocio, dedicado a aspirantes pobres, fundación que le acarreó numerosos sinsabores. Fue pionera en el establecimiento de escuelas populares gratuitas. Otra de las obras que forjó, y que se materializó tras su muerte, fue la Casa de las Penitentes para jóvenes que habían caído en las redes de la prostitución. En 1875 envió un nutrido grupo de religiosas a fundar Argentina. Mientras, seguía abriendo casas en Italia.

El lema que transmitió a sus hijas, fue: «Tu corazón a Dios y tus manos al trabajo»Tenía claro que la santidad se alcanza realizando «exactamente»los «deberes diarios». Y en ella, estos «deberes», además de atender su alta misión, fueron las tareas domésticas: lavar, barrer, etc., y cuidar enfermos atendiendo especialmente a los que padecían enfermedades desagradables. Siempre confió en la Providencia y encomendó lo que hacía a la Virgen María y a san José. Con inquebrantable fe encaró las dificultades económicas solventadas con la copiosa herencia que le dejó al morir la señora Monleone, legado que le permitió abrir otras nuevas fundaciones. Los últimos años de su vida, llena de enfermedades se enfrentó a los escrúpulos que le sobrevinieron infundiéndole el temor de su condena. Se dijo: «Amemos a Jesús. Lo más importante es amar a Dios y salvar el alma». Murió el 7 de diciembre de 1880. Pío XII la canonizó el 12 de junio de 1949.

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ZENIT Staff

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