El papa Francisco ha celebrado de nuevo la audiencia general de los miércoles, tras un mes de descanso. De este modo, el Santo Padre ha llegado al Aula Pablo VI, donde se celebrarán en agosto debido al calor, y ha ido saludando a los fieles en torno al pasillo. Con calma, se ha detenido a bendecir a los más pequeños y conversar algunos instantes con algunos de los peregrinos venidos de todas las partes del mundo, que le entregaban algunos regalos. Igualmente, ha acariciado con ternura a los enfermos y ancianos sentados en las primeras filas.
La catequesis de esta mañana, prosiguiendo con el ciclo sobre la familia, se ha centrado en una de las heridas a las que se enfrentan las familias de hoy. Personas divorciadas que se han vuelto a casar por lo civil.
De este modo, en el resumen hecho por Francisco en español ha indicado que “retomando las reflexiones sobre la familia, deseo referirme hoy a la situación de los que tras la ruptura de su vínculo matrimonial han establecido una nueva convivencia, y a la atención pastoral que merecen”.
La Iglesia –ha asegurado– sabe bien que tal situación contradice el sacramento cristiano, pero con corazón de madre busca el bien y la salvación de todos, sin excluir a nadie. Y así, el Papa ha añadido que la Iglesia, “animada por el Espíritu Santo y por amor a la verdad, siente el deber de discernir bien las situaciones, diferenciando entre quienes han sufrido la separación y quienes la han provocado”.
Del mismo modo, ha observado que “si se mira a la nueva unión desde los hijos pequeños vemos la urgencia de una acogida real hacia las personas que viven en tal situación”. Por eso se ha preguntado: “¿Cómo podemos pedirle a estos padres educar a los hijos en la vida cristiana si están alejados de la vida de la comunidad?” Al respecto, el Santo Padre ha afirmado que “es necesario una fraterna y atenta acogida, en el amor y en la verdad, hacia estas personas que en efecto no están excomulgadas como algunos piensan: ellas forman parte siempre de la Iglesia”.
Finalmente, el Pontífice ha señalado que “no tenemos recetas sencillas” pero “es preciso manifestar la disponibilidad de la comunidad y animarlos a vivir cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en la liturgia, la educación cristiana de los hijos, la caridad, el servicio a los pobres y el compromiso por la justicia y la paz”. La Iglesia –ha concluido– no tiene las puertas cerradas a nadie.
A continuación ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. A ellos ha pedido que “en la memoria litúrgica de la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor, confiemos a la Madre de Dios a todas las familias”.
Después de los saludos en las distintas lenguas, el Santo Padre ha dirigido unas palabras a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Así, ha recordado que hoy celebramos la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor, donde se venera el icono de la Salus Populi Romani. De este modo, ha invitado a los jóvenes a que invoquen a la Madre de Dios, “para sentir la dulzura de su amor”. A los enfermos les ha exhortado a que recen a la Virgen «en los momentos de cruz y de sufrimiento”. Finalmente, a los recién casados les ha invitado a que la miren “como el modelo de vuestro camino conyugal de dedicación y lealtad”.