Nos duele Guatemala
Comunicado de la Conferencia Episcopal de Guatemala
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Los Obispos de Guatemala, unidos al clamor popular ¡Basta ya, queremos una Guatemala distinta!, sumamos nuestra palabra en esta coyuntura histórica que atraviesa nuestro país, definida por dos factores: el descubrimiento de la corrupción organizada en entidades estatales que ha puesto en crisis la institucionalidad del Estado y el horizonte electoral que define tiempos y plazos constitucionales sin que se perfilen opciones políticas capaces de conducir a la consolidación de la democracia participativa y del estado de derecho mientras se acercan las elecciones que tendrán lugar el 6 de septiembre en las que se elegirán presidente, vicepresidente, diputados al Congreso y al PARLACEN, y alcaldes con las corporaciones municipales en todo el país.
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Los primeros procesos electorales de la época democrática estaban signados por la existencia de algunos partidos políticos históricos, con principios propios y con una capacidad de convocatoria a segmentos importantes del electorado. El paso del tiempo ha ido mostrando un deterioro profundo del sistema político guatemalteco. Los partidos surgen y desaparecen en ciclos breves, se caracterizan más por la personalidad de quien los organiza y menos por la propuesta política que los inspira, el clientelismo es parte de su naturaleza misma, la fidelidad de sus militantes es mínima como lo comprobamos por el transfuguismo cada vez mayor de diputados y alcaldes. Los partidos carecen de una plataforma ideológica sólida y coherente con la realidad pluricultural del país y de propuestas serias, viables e integrales que garanticen la gobernabilidad y la solución de los problemas estructurales que afrontamos. Cada día se incrementa más la brecha entre la ciudadanía y los partidos que hace ya mucho dejaron de ser interlocutores válidos de la población. Día a día crece el escepticismo ante los mismos, pues hacen promesas no cumplidas, no muestran transparencia en el manejo de sus fondos y crean sospechas sobre el origen ilícito de tal financiamiento.
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Estas características de nuestro sistema político han ido generando un creciente desencanto entre la población que cada vez cree menos en los partidos y en sus líderes cuyo comportamiento ha creado la mentalidad de considerar la participación política como quebrar una piñata: un golpe de fortuna, palos al azar, unos dulces caídos y poco más se espera de los partidos. Esta mentalidad muestra también lo fácil que es engañar y ser engañado en nuestro país.
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Las elecciones, cuya convocatoria ya se publicó para cumplir así con lo mandado por la Constitución, no deben retrasarse, pues hacerlo significaría romper el orden constitucional, sin embargo las mismas se darán en medio de la crisis generalizada que se hizo evidente a raíz del descubrimiento del enorme fraude fiscal ocurrido en la Superintendencia de Administración Tributaria y en la que había conexiones claras con funcionarios de gobierno, con empleados aduanales sindicalizados y con empresarios que recurrían al soborno para facilitar la importación y exportación de productos. A esta crisis inicial han seguido nuevos descubrimientos de corrupción multimillonaria: el contrato para la “limpieza” del lago de Amatitlán, el contrato con la droguería Pisa que no solo ha significado corrupción y capturas de personajes importantes sino que ha producido daños irreversibles y hasta la muerte de una serie de enfermos renales pésima y fraudulentamente atendidos. Esto es tan sólo una gota en el océano de corrupción e impunidad que nos ahoga, este cuadro constituye un pecado social inmenso que clama al cielo.
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Los hechos evidencian la inmundicia de corrupción en que el Estado guatemalteco se ha convertido y ha constituido el colmo de la desfachatez que ha provocado manifestaciones multitudinarias que expresan la indignación y la ira de grandes mayorías de ciudadanos que puede ser una ventana a la esperanza, pero también un riesgo de entrar en procesos caóticos y turbulentos, si no se responde con inmediatez a las demandas legítimas que se vienen planteando en las calles y plazas de nuestra patria.
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Las movilizaciones han seguido y en ellas descubrimos tanto la genuina indignación popular frente a tanta corrupción y latrocinio como agendas de grupos variados que quieren ser pescadores en el río revuelto de la corrupción actual y que avanzan propuestas de distinta importancia y con sesgos que muestran deseos no siempre realizables y garantes del bien común.
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El proceso electoral es importante pero también es evidente que la incapacidad –por ineptitud y malicia- del Congreso de la República para cambiar la Ley Electoral y de Partidos Políticos hace que los ciudadanos se enfrenten a unas elecciones en que hay mucho de lo mismo de antes y en muchos sentidos aún peor. Lo que hasta ahora hemos visto y oído son más colorcitos, más mensajes sin sustancia y más maquillaje para mercadeo electoral.
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Necesitamos fortalecer la democracia que tenemos para hacerla más expresiva de la defensa del bien común y de la promoción de la dignidad humana, que garantice el imperio de la ley para todos los sectores sin exclusión. Necesitamos que el proceso se realice con nuevas reglas, y las más urgentes deben aprobarse de inmediato para que incidan en estas elecciones, urgimos la participación de gente proba y honesta que se mantenga tal en la gestión del Estado en todos sus niveles e instituciones. Necesitamos ciudadanos y funcionarios honestos, con conciencia ética y sentido de responsabilidad moral en el manejo de los asuntos públicos y privados.
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Participar en las elecciones es importante paratodos,a sabiendas de que los márgenes en los que podemos elegir son insuficientes. En la mayoría de los casos, habrá que elegir no tanto al mejor cuanto al menos malo. Pedimos a los ciudadanos responsables continuar con la presión sobre el Congreso de la República para que haga los cambios que deben hacerse en la ley electoral y de partidos políticos. El Congreso actual así como el próximo deberán redefinir su agenda para establecer mecanismos de reforma de sus actuaciones y de la normatividad institucional del país.
10. No podemos olvidar que en nuestro país la mitad de los niños viven en estado de desnutrición crónica, los jóvenes ven que se les niega un futuro digno, más de la mitad de la población vive en pobreza, el flujo migratorio no se detiene, siete de cada diez trabajadores se desempeñan en el sector informal, la violencia se expresa en todos los sectores del país y el crimen organizado es muy probablemente el mayor empleador del país.
11. Frente a este panorama queremos gritar también con indignación: ¡basta ya! Necesitamos romper el ciclo de corrupción, impunidad y conflictividad para proponernos ser una Guatemala distinta, que no tema a la verdad pero que tampoco busque imponer -como absolutas- verdades parciales, que promueva la justicia y el derecho, que rompa con los ciclos de exclusión y que tampoco postule nuevas exclusiones que corrijan las anteriores pero que perpetúen la conflictividad. Es el momento de abrir bien los ojos, razonar con claridad, para hacer una elección responsable y consciente. Es el tiempo de exigir a los candidatos veracidad, transparencia y honestidad.
12. Queremos una Guatemala distinta y nos comprometemos para que la verdad del Evangelio, la que libera integralmente, sea nuestra mayor contribución al cambio social y ético que como país necesitamos.
Guatemala, 3 de junio de 2015.
+ Rodolfo Valenzuela Núñez
Obispo de la Diócesis de La Verapaz Presidente de la CEG.
+ Domingo Buezo Leiva
Obispo del Vicariato Apostólico de I
zabal Secretario General de la CEG