P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Idea principal: Cristo es la Vid o Cepa, nosotros los sarmientos.
Síntesis del mensaje: la imagen de la vid es constante en la Biblia. La relación de Israel con Dios es presentada con esta comparación. La vid alimenta los ramos, les da vida. Por los ramos corre y circula la savia, formada por agua y compuestos nutrientes. La savia transporta el alimento para los sarmientos. Cristo es la Vid y la savia de la Iglesia, de nuestras comunidades y de nuestra alma (Evangelio). Y los frutos de esos sarmientos unidos a la Vid son: la caridad (2ª lectura), la valentía en la predicación para que otros se injerten a esa Vid que es Cristo (1ª lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, la viña era el emblema nacional para Israel, que lo mismo iba en el escudo guerrero de los macabeos –héroes de la resistencia palestina contra Siria en el siglo II a.C- que colgaba en el templo de Jerusalén. En el vestíbulo del Sancta Sanctorum colgaba una gigantesca vid de oro y la ilusión del judío emigrante, peregrino o turista, era llegar un día con un puñado de oro para añadir una uva a aquel racimo, una hoja, un zarcillo, un sarmiento…a aquella vid. Fue en este contexto agrícola y ampelográfico, cultual y cultural cuando Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”, “sin mí no podéis hacer nada”, y todos entendieron. ¿Nosotros también? Lo entendió san Juan, que en sus escritos repite 24 veces y san Pablo hasta 164 veces la frase o su equivalente insertados e injertados “en Cristo Jesús”, pues fuera de Él, nada, nada de nada. ¿Lo entendemos nosotros, colonos de la viña mística, que es la Iglesia, sarmientos vivos de la Vid inmortal, que es Cristo? ¿Nosotros, por cuyos vasos cribosos y liberianos corre la savia divina, que arrastra en emulsión la gracia sobrenatural, que es la vida de Dios?
En segundo lugar, ¿sarmientos unidos o desprendidos de la Vid-Cristo? Desenlace distinto y distante. Los sarmientos unidos a esa Vid-Cristo, darán mucho fruto. Fue el día de nuestro bautismo cuando nuestros ramos se unieron a esa Vid-Cristo. Desde ese día comenzó a fluir en todo nuestro organismo la savia divina, la vida de Dios, con los nutrientes de la fe, de la esperanza y de la caridad. Nuestro sarmiento necesita más savia, es decir, vida divina, para que crezca, se desarrolle y obtenga los tallos, las ramas, las hojas y los frutos esperados. Esta savia nos viene inyectada en la participación de los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía. ¿Qué frutos? Frutos en la vida personal son las virtudes. Frutos en la vida familiar: unión, diálogo, respeto, fidelidad, educación de los hijos. Frutos en la vida profesional: honestidad, rectitud, responsabilidad. Frutos en la vida pastoral: interés por las personas, apertura a los diversos grupos, movimientos y carismas, colaboración mutua, compromiso con la evangelización. Pero los sarmientos desprendidos de esa Vid-Cristo, morirán. El sarmiento se desprende de la Vid-Cristo cuando peca. ¿Qué pasa? El pecado mortal impide totalmente la irrigación sobrenatural y nos convierte en una rama seca y estéril. ¿Y para qué sirve una rama seca sino para tirarla al fuego de la inutilidad? Las faltas veniales, las imperfecciones y mediocridades constantes son como una arteriosclerosis que endurecen poco a poco nuestro corazón por falta de irrigación, pues las arterias del alma se vuelven rígidas y gruesas, dificultando la circulación sanguínea de la vida divina.
Finalmente, tiene que quedar bien claro que los sarmientos más fructíferos serán podados para que den más fruto. Es una paradoja que no podemos entender. Dios a veces la quiere y la permite. Es curioso repasar la vida de los santos: cuanto más santos, más podas y pruebas tenían, físicas, morales y espirituales. Dios los podaba para que dieran más fruto. Probó a santa Teresa de Jesús y a san Juan de la Cruz, y cómo. Probó y podó a santa Teresita de Lisieux. Probó y podó a san Juan Bosco. Probó y podó al santo padre Pio de Pietrelcina. Probó y podó a san Juan Pablo II. Gracias a esa poda, caen de nosotros las ramas inútiles, los retoños que dificultaban al paso triunfal de la savia de Cristo, las hojas secas de nuestra voluntad propia, de nuestros deseos vacuos, infantiles y caprichosos. Ante las podas, paciencia. Y mirar a Cristo que fue podado hasta el final de su vida: abofeteado, pisoteado, hecho gusano por nosotros en la cruz. Y al final dio el fruto de los frutos: la salvación eterna de la humanidad y la reconciliación con su Padre celestial.
Para reflexionar: ¿Estoy unido a Cristo-Vid en la oración, en la Eucaristía? ¿Qué pámpanos está dando mi sarmiento? Cuando he tenido la desgracia de desprenderme de esa Vid, ¿he acudido a la confesión donde recibiré de nuevo la irrigación de la vida divina perdida por el pecado? ¿Me dejo podar por Dios para que mi sarmiento produzca mejor fruto o me rebelo? ¿Ofrezco a mis hermanos los frutos de mis sarmientos?
Para rezar: Señor, aprieta mi sarmiento a tu Vid para que cada día tu vida divina invada todo mi ser. Señor, manda tu lluvia del cielo para que siempre esté verde mi sarmiento y crezca. Señor, no tengas miedo a la poda, porque así me desprenderás de todos los zarcillos inútiles.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org