El papa Francisco espera una rápida conclusión de la causa de beatificación de Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador asesinado a tiros, mientras celebraba la misa en vísperas de la festividad de la Encarnación, el 24 de marzo de 1980, en un hospital de la capital del país centroamericano.
Eran años difíciles para el pequeño país, que ya había visto caer a otros misioneros y sacerdotes, sencillamente por decir la verdad: el jesuita Rutilio Grande, por ejemplo; y luego caerían, qué casualidad, también jesuitas como Ignacio Ellacuría, entre otros que permanecen en el olvido.
El arzobispo de San Salvador resume en su vida la de esos otros, demasiados, con vidas tronchadas por mandato de militares, cuya última voz en la cadena de mando muchas veces no se ha podido comprobar. En el vecino país de Guatemala, que sufrió un verdadero genocidio, se juzga ahora a un antiguo jefe de Estado, Ríos Montt, por crímenes contra la humanidad. Allí cayeron también humildes jesuitas no tan renombrados.
Muchos de estos casos, por los sentimientos políticos encontrados, se pudren en las gavetas de la investigación, y guardan polvo en cajones eclesiales. Pero, si la noticia es cierta, parece que al menos la causa del arzobispo ya beatificado por el pueblo, al que llaman “san Romero de América”, experimentará un giro.
El peligro es la mistificación que se da en algunos países entre cultos indígenas, manipulación política de algunos personajes, y uso indebido por parte de ideologías que está comprobado no compartieron figuras intachables como el arzobispo Romero. Esto ha hecho que esta causa, tan clara por otra parte, para quien haya leído las documentadas biografías sobre Óscar Romero, se atascara y lleve 33 años esperando. Ya fue un giro también que Juan Pablo II rezara ante su tumba, en su visita a El Salvador en 1996, gesto muy discutido que evidenciaba un cierto pentimento de la actitud vaticana hacia el arzobispo americano.
Ahora, el diario católico italiano Avvenire se hace eco de una noticia difundida por la agencia italiana ANSA. “La causa de beatificación –hizo saber el postulador, el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo para la Familia- se ha desbloqueado».
El anuncio lo hizo el prelado en Molfetta, Italia, a donde se trasladó con motivo de la celebración de los veinte años de la muerte de otro “santo del pueblo”, don Tonino Bello, el obispo presidente di Pax Christi, cuyo proceso de beatificación avanza, al parecer sin los obstáculos ideológicos del de Romero.
Monseñor Paglia dio la noticia de la reanudación de la causa al día siguiente de su encuentro con el papa Francisco, y auspició que los dos siervos de Dios puedan ser elevados conjuntamente al honor de los altares (Tonino Bello como confesor y Óscar Romero como mártir) porque «Jesús a los apóstoles los manda siempre de dos en dos».
Monseñor Romero fue asesinado a los pocos días de decir, en su homilía dominical en la catedral, a los soldados de tropa, sobre todo, que ellos pertenecía al pueblo y que no debían disparar indicriminadamente contra sus hermanos inocentes, que esas eran órdenes injustas contra los mandamientos de Dios y no debían ser obedecidas.
La respuesta no se hizo esperar y unos cuantos sicarios, enviados por poderes militares, políticos y económicos, a medias identificados en las investigaciones, acabaron con la vida del arzobispo que ya sabía que se la jugaba. Como tantos otros agentes de pastoral, misioneros y misioneras, religiosos y religiosas, laicos y laicas que dieron su vida por la fe en los años terribles de la represión.
El diario italiano hace partir el giro en la causa de Romero de la coronada con éxito de Pino Puglisi, el parroco de Brancaccio, en la ciudad siciliana de Palermo, asesinado por orden de la mafia, que será proclamado beato el próximo 25 de mayo en la capital del sur italiano.
Afirma Avvenire que en el desbloqueo de la causa de Romero podría haber sido decisivo el testimonio, hecho en 2010 por el capitán Álvaro Rafael Saravia, el único condenado por la muerte del arzobispo Romero, cuyas palabras demuestran que el prelado fue “asesinado en odio a la fe».
En el caso del padre Puglisi, un apóstol de la no violencia como Romero, que educaba y catequizaba a los niños para sustraerlos a las mafias de su barrio, el postulador ha sido el arzobispo de Catanzaro, monseñor Vincenzo Bertolone, que –concluye Avvenire–, con su intuición relativa al uso de las declaraciones del proceso penal de los asesinos, inspiró y abrió también una autopista para la causa del que tantos llaman popularmente “san Romero de América”.