(ZENIT Noticias / Kiev, 01.05.2022).- Termina la octava de Pascua en la iglesia católica de rito bizantino, el principal de los católicos en Ucrania. Y el arzobispo mayor de los greco-católicos profundiza en la pureza del corazón, bienaventuranza del Señor. A continuación el texto de su mensaje.
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¡Cristo ha resucitado!
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy es 1 de mayo de 2022 y Ucrania vive ya el 67º día de esta brutal guerra, de este enfrentamiento de nuestro pueblo con el agresor ruso.
De nuevo esta noche, este último día, el este y el sur de Ucrania ardieron en llamas. De nuevo nuestra Odessa fue alcanzada por misiles y el aeropuerto de Odessa de hecho fue casi destruido. Kharkiv y Mykolaiv siguen siendo bombardeadas y les disparan con todo tipo de armas.
Pero Ucrania sigue en pie. Ucrania está luchando. Ucrania reza. Es más, el ejército ucraniano va liberando paso a paso nuestra tierra del ocupante ruso.
Vimos ayer imágenes felices de varias aldeas de los alrededores de Kharkiv desde donde los rusos estaban bombardeando a esta ciudad de más de un millón de habitantes, aldeas que fueron liberadas por el ejército ucraniano. Vimos lágrimas de alegría en los rostros de las mujeres mayores que besaban y abrazaban a sus liberadores. Ucrania reza por el fin de esta guerra.
Un dolor especial sigue siendo nuestra Mariúpol… De allí se está rescatando a la gente de diferentes maneras, por diferentes caminos… Pero el enemigo lo intenta todo para convertir la ciudad en un gran cementerio… Va cavando nuevas fosas comunes, vejándose y burlándose de la población local.
Hoy, este domingo, celebramos el Domingo del Apóstol Santo Tomás, el Domingo de la “AntyPaskha”, cuando termina la Octava Pascual. Es un día especial en el que sentimos que Cristo resucitado está presente entre nosotros en la comunidad de los fieles. Cristo llega hasta nuestros miedos a través de la puerta cerrada, se llega a nuestra incredulidad. Se deja tocar y ver… para que no seamos incrédulos, sino creyentes.
Precisamente hoy, en este día, en esta fiesta, en este contexto del tiempo de tiempo de luz y de la fiesta de la Resurrección de Cristo, quiero reflexionar con ustedes sobre la Bienaventuranza del Evangelio acerca de un corazón puro. Cristo dice: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”. Sabemos que ver a Dios es una de las aspiraciones más importantes de todo ser humano. Ver a Dios, vivir ante su rostro, contemplarlo, significa ser feliz eternamente. Significa tener vida eterna y vivir esta vida en plenitud.
Dios ha creó al ser humano como su imagen visible. Y el corazón humano, que es como el núcleo de los pensamientos y de las decisiones humanas, como la médula del ser humano, es como el espejo que representa, que muestra a este mundo la Gloria del Dios invisible.
San Ireneo de Lyon dijo: “La gloria de Dios consiste en que el hombre viva” y que el hombre que viva en plenitud. Y así ese Dios invisible se hace visible en un corazón puro. Esto es decir que se hace visible en relaciones puras, en la pureza de la relación del hombre con Dios, en la pureza de las relaciones de una persona con otra… Cuando Moisés buscó el rostro de Dios, éste le anunció su nombre diciendo: “Yo soy lo que soy”, estoy aquí para ti.
Y así, ser puro de corazón significa, en efecto, ver la presencia de Dios en mi corazón. Construir una relación pura con Él. No una relación interesada. No utilizar a Dios como medio para lograr mis propios fines o para satisfacer mis propias lujurias y pasiones. Ver a Dios en mi corazón es participar en su Resurrección. Hablamos de este don de la Resurrección, que el Señor Dios da al hombre en el Sacramento del Bautismo. Y la plenitud de la presencia de Dios debe manifestarse en nuestra relación con Dios y con el prójimo.
Que el Señor Dios manifieste su rostro a Ucrania. Que Dios bendiga a Ucrania por los corazones de aquellos que incluso en condiciones de guerra, saben mantener la pureza de su corazón. Que Dios bendiga a Ucrania por aquellos que contemplan el rostro de Dios y después saben ver su imagen en cada persona y tratan de servir a ese Dios que está presente en el otro. Esas personas ya son bienaventuradas. Esas personas se regocijan en la pureza de su propio corazón y ya ven a Dios.
Sabemos que nuestro beato mártir Emilian Kovch, en el campo de concentración en Majdanek, dijo: “Aquí veo a Dios, que es uno y el mismo para todos”. Porque supo mantener un corazón puro incluso en las profundidades del infierno del campo de concentración nazi.
Que la pureza de corazón sea nuestra fuerza en estas circunstancias de guerra. Que sea nuestra garantía de la victoria sobre el mal.
Oh Dios, bendice a Ucrania. ¡Oh Dios bendice al ejército ucraniano! Oh Dios, bendice a todos los que buscan Tu rostro. Oh Dios, bendice a todos los que con corazón puro alaban Tu Santo Nombre.
La bendición del Señor y su misericordia descienda sobre ustedes por su divina gracia y amor y permanezcan ahora y siempre y por los siglos de los siglos, amén.
¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!