La plaza de San Pedro estaba repleta hasta llenar la Via della Conciliazione. El colegio
cardenalicio, obispos de todo el mundo, hermanos cristianos de otras confesiones, judíos
y demás religiones, jefes de Estado y delegaciones de tantos países, y una muchedumbre
inmensa de fieles, sacerdotes y consagrados. Todos en tono de fiesta para acompañar al nuevo Papa, que comienza su ministerio petrino.
El Papa ha tomado para su homilía el ejemplo y el patrocinio de San José, en cuya fiesta nos encontramos. Y nos ha propuesto custodiar como él los dones que Dios nos encomiende, como le ha encomendado al Papa la custodia de la Iglesia universal. San José guardó con esmero a María y al Niño, que llevaba en su seno, Jesucristo nuestro Redentor. Guardemos a Cristo en nuestras vidas, para que podamos ser custodios de la creación y del hombre, especialmente de los más débiles, de los niños y de los ancianos.
En todas las épocas ha habido “Herodes” que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer. Y por eso, se hace más necesaria la vigilancia en la custodia.
Quien haya recibido algún poder, que lo emplee para servir. Sólo el que sirve con amor sabe
custodiar, y debe hacerlo con amor, incluso con ternura. El ministerio del Sucesor de Pedro
que se me confía –-ha dicho–, consiste en custodiar a Jesús con María, custodiar la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos.
Y ha terminado con una petición que se repetirá continuamente: “Orad por mi”. Es una buena costumbre de este buen Papa, que significa ser consciente de la necesidad de la gracia para responder fielmente a lo que Dios nos confía, dar importancia a la ayuda de los demás a través de su oración.
“Orad por mi” significa hacer colaboradores a los demás en la gran obra que Dios me ha confiado. Por eso, hoy y en el futuro oramos por nuestro Papa Francisco.
+ Demetrio Fernández
Obispo de Córdoba