Durante la audiencia concedida hoy sábado a los profesionales de la comunicación que trabajan en la Santa Sede, así como a periodistas y comunicadores sociales que vienen cubriendo las últimas actividades en el Vaticano, el papa Francisco fue amplio en palabras de aliento y gratitud hacia todo ellos. Se reservó algunas sugerencias para el trabajo diario que estos realizan, quienes informan sobre la Iglesia como fuente noticiosa.
A esto sumó algunos conceptos en exclusiva –como esperaba la gente de prensa–, sobre su elección, lo que será el programa de gobierno pastoral, pero sobre todo sus más profundos anhelos para la Iglesia y la humanidad.
Ofrecemos a continuación el texto íntegro del discurso del santo padre, pronunciado en el Aula Pablo VI ante cerca de seis mil personas.
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Queridos amigos: Estoy feliz, al inicio de mi ministerio en la Sede de Pedro, de encontrarme con ustedes, que han trabajado aquí en Roma en este momento tan intenso, el cual comenzó con el anuncio sorprendente de mi venerado predecesor, Benedicto XVI, el 11 de febrero pasado. Los saludo a cada uno de ustedes.
El papel de los medios de comunicación ha ido creciendo en los últimos tiempos, tanto es así que se ha convertido en algo esencial para contar al mundo los acontecimientos de la historia contemporánea. Dirijo un agradecimiento especial a todos ustedes por su cualificado servicio en los últimos días –¡han trabajado, eh! ¡han trabajado!–, durante los cuales los ojos del mundo católico, y no solo, se dirigieron a a la Ciudad Eterna, en particular a este territorio que tiene como «centro de gravedad» la tumba de san Pedro. En las últimas semanas han tenido que hablar de la Santa Sede, de la Iglesia, de sus ritos y tradiciones; de su fe y, en particular, el papel del papa y su ministerio.
Vaya un agradecimiento especial a quienes han sido capaces de observar y presentar estos eventos de la historia de la Iglesia, teniendo en cuenta la perspectiva más justa en la cual deben ser leídos, en aquella de la fe. Los acontecimientos de la historia casi siempre exigen una lectura compleja, que a veces también puede incluir la dimensión de la fe. ¡Los acontecimientos eclesiales no son ciertamente más complicados que los políticos o económicos! Ellos sin embargo, tienen unas características de fondo particular: responden a una lógica que no es principalmente aquella de las categorías, por así decirlo, mundanas, y es por esta razón, que no es fácil interpretarlas y comunicarlas a un público amplio y variado. La Iglesia, de hecho, al ser sin duda también una institución humana, histórica, con todo lo que conlleva, no tiene una naturaleza política, sino esencialmente espiritual: es el Pueblo de Dios, el Santo Pueblo de Dios, que camina hacia el encuentro con Jesucristo. Solo poniéndose en esta perspectiva, se puede tener plenamente sentido sobre cómo actúa la Iglesia católica.
Cristo es el Pastor de la Iglesia, pero su presencia en la historia pasa a través de la libertad de los hombres: entre estos, uno viene elegido para servir como su Vicario, Sucesor del Apóstol Pedro, pero Cristo es el centro, no el Sucesor de Pedro: es Cristo. Cristo es la referencia fundamental, el corazón de la Iglesia. Sin Él, Pedro y la Iglesia no existirían ni tendrían razón de ser. Como ha dicho en varias ocasiones Benedicto XVI, Cristo está presente y conduce a su Iglesia. En todo lo que sucede el protagonista es, en última instancia, el Espíritu Santo. Él ha inspirado la decisión de Benedicto XVI por el bien de la Iglesia;Él ha dirigido en la oración y en la elección a los cardenales.
Es importante, queridos amigos, tomar en cuenta este horizonte interpretativo, esta hermenéutica, para centrarse en el corazón de los acontecimientos de estos días. De aquí nace un renovado y sincero agradecimiento por los esfuerzos de estos días particularmente difíciles, pero también una invitación a conocer más y más la verdadera naturaleza de la Iglesia, y también su camino en el mundo, con sus virtudes y sus pecados, y conocer las motivaciones espirituales que la guían y que son los más auténticos para entenderla.
Tengan la seguridad de que la Iglesia, por su parte, reserva una gran atención a su valioso trabajo; ustedes tienen la capacidad de recoger y expresar las expectativas y las exigencias de nuestro tiempo, de proporcionar los elementos para una lectura de la realidad. Su trabajo requiere estudio, sensibilidad, experiencia, al igual que muchas otras profesiones, pero implica una especial atención de frente a la verdad, a la bondad y a la belleza; y esto nos hace especialmente cercanos, porque la Iglesia existe para comunicar justamente esto: la Verdad, la Bondad y la Belleza «en persona».
Debe verse claramente que estamos todos llamados, no a comunicarnos a nosotros mismos, sino esta tríada existencial que conforman la verdad, la bondad y la belleza.
Algunos no sabían por qué el Obispo de Roma ha querido llamarse Francisco. Algunos pensaban en Francisco Javier, en Francisco de Sales, hasta en Francisco de Asís. Les contaré la historia. En la elección, estaba junto a mí el arzobispo emérito de São Paulo y también prefecto emérito de la Congregación para el Clero, el cardenal Claudio Hummes: ¡un gran amigo, un gran amigo! Cuando la cosa se hizo un poco peligrosa, él me confortaba.
Y cuando los votos subieron hasta dos tercios, vino el aplauso de costumbre, porque había sido elegido el papa. Y él me abrazó, me besó y me dijo: “¡No te olvides de los pobres!” Y esa palabra entró aquí (señala la cabeza -ndr): los pobres, los pobres. Luego, inmediatamente, en relación con los pobres pensé en Francisco de Asís. Después pensé en las guerras, mientras que el escrutinio continuaba, hasta llegar a todos los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así nació el nombre en mi corazón: Francisco de Asís. Es para mí el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, un hombre que ama y cuida la creación; en este tiempo no tenemos una relación tan buena con la creación, ¿verdad? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre… ¡Ah, cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!
Después de eso, algunos han hecho varias bromas. «Pero, debiste llamarte Adriano, porque Adriano VI fue un reformador, se debe reformar …». Y otro dijo: «No, no, tu nombre debe ser Clemente». «Pero, ¿por qué?». «Clemente XV: y así tomas represalias en contra de Clemente XIV que suprimió la Compañía de Jesús». Son bromas …
Los quiero mucho, les agradezco por todo lo que han hecho. Y pienso en su trabajo: quiero que trabajen con calma y con frutos, y que conozcan cada vez mejor el evangelio de Jesucristo y la realidad de la Iglesia.
Los encomiendo a la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Estrella de la Evangelización. Y les deseo lo mejor a ustedes y a sus familias, a cada una de sus familias. Les imparto de corazón a todos la bendición. Gracias.
…Les dije que les daba de corazón la bendición. Como muchos de ustedes no pertenecen a la Iglesia católica, otros no son creyentes, de corazón doy esta bendición en silencio, a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios. ¡Que Dios los bendiga!
Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.