“Queridos hermanos y hermanas, buona sera, como ustedes saben los cardenales en el cónclave tienen que encontrar a un obispo de Roma, y parece que los hermanos cardenales fueron a buscarlo casi al final del mundo, pero estamos aquí. Les agradezco la acogida a la comunidad diocesana de Roma como su obispo”.
Y desde su encargo el nuevo pontífice quiso dar un homenaje al papa emérito: “Antes de todo querría hacer una oración por nuestro obispo emérito Benedicto XVI, recemos todos juntos para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja”.
Aquí rezó el Padre Nuestro el Ave María y el Gloria.
«Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad».
Un camino que no hará solo y para el cual pidió la ayuda de sus hermanos cardenales: “Les deseo que este camino de Iglesia que hoy iniciamos y en el que me ayudará el cardenal vicario aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta hermosa ciudad”. (aplausos).
“Y ahora querría dar la bendición –dijo el santo padre- si bien antes les pido un favor: antes que el obispo bendiga al pueblo, les pido a ustedes recen al Señor para que me bendiga. Porque es la oración del pueblo pidiendo la bendición para su obispo. Hagamos en silencio esta oración vuestra por mí”.
«Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad».
Y concluyó: «Hermanos y hermanas, les dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descansen».
Muchas fueron las repercusiones de los medios italianos, iniciando por el presidente Giorgio Napolitano que elogió la humildad que se veía en este papa.
O la del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que consideró a Bergoglio como «un paladín de los pobres».
La cruz de fierro que llevaba en su pecho y el nombre de Francisco, sea por el santo de Asís que por Francisco Javier, son un programa.