Iglesia profética y colaboradora

Para la construcción de una sociedad justa y fraterna

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 15 julio 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el artículo de nuestro colaborador habitual monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, México, en el que aborda la misión profética y evangelizadora de la Iglesia.

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

La Iglesia Católica se esfuerza por cumplir su misión evangelizadora y profética cuando hay regímenes contrarios a la fe, y también colaborar con autoridades más afines y abiertas. No han faltado tiempos en que el poder secular y la institución eclesial parecieran estar casadas, y una servirse de la otra para sus propios fines.

Después de las elecciones que hubo en nuestro país, muchos sólo piensan cómo acomodarse con los elegidos, qué ventajas podrán alcanzar, o qué riesgos pueden correr. Los obispos no estamos exentos de estos planteamientos, pero nuestra decisión no puede depender de cálculos oscuros e interesados, de ventajas personales o institucionales, sino de analizar cómo ser una Iglesia profética, que anuncia el misterio de Cristo y denuncia lo contrario al Reino de Dios, y también una Iglesia dispuesta a colaborar en la construcción de una sociedad justa y fraterna. Lo decisivo es mantenerse fieles al proyecto de Jesús, que es buscar la gloria de Dios, que se manifiesta también en la vida digna del pueblo.

CRITERIOS

Anunciar el amor del Padre, centrado en Jesús, y presente hoy por el Espíritu, es una tarea que debemos hacer en todo tiempo y lugar, aunque no hubiera las libertades mínimas. Es la misión que nos da identidad. Sin Cristo en el centro de nuestras vidas y de nuestro ministerio, no seríamos su Iglesia. Nuestra tarea fundamental es anunciar a Jesucristo. Este anuncio no puede ser desencarnado, etéreo, vago, sin incidencia en la realidad. Jesús siempre se preocupó por lo que vive y sufre el pueblo.

El profeta Amós decía: “Escuchen esto, los que buscan al pobre sólo para arruinarlo. Disminuyen las medidas; alteran las balanzas, obligan a los pobres a venderse; por un par de sandalias los compran y hasta venden el salvado como trigo. Convertiré en duelo las fiestas de ustedes” (Am 8,4-6.10). En sintonía con esta denuncia profética, considero inmoral que, en las pasadas elecciones, algunos se hayan dedicado a comprar el voto de los pobres, aprovechando su indigencia, o hayan hecho trampas para cambiar los resultados. Es indigno que se regale dinero, que se obsequien comales, láminas, camisetas, gorras, refrescos, cubetas, o que se rifen muebles e inmuebles, con tal de convencer a los ciudadanos de votar por una persona. Reprobamos el abusivo poder del dinero, para tratar de influir en la decisión de los electores. Es vergonzoso que se sigan dispendiando tantos recursos en publicidad, por parte de todos los partidos. Es un dinero que ahora se convierte en basura, mucha ni siquiera reciclable.

Sin embargo, estamos dispuestos a colaborar, desde nuestra identidad y competencia, para construir, entre todos, una patria mejor. Así lo decía el papa Benedicto XVI a los obispos de Papúa y Nueva Guinea: “Otra parte importante de vuestro ministerio pastoral la ejercéis cuando habláis públicamente como voz moral objetiva en nombre de los necesitados. Cuando la Iglesia manifiesta su preocupación en el ámbito público, lo hace legítimamente y con el fin de contribuir al bien común, no proponiendo soluciones políticas concretas, sino más bien ayudando a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos. Teniendo esto en cuenta, os aliento a seguir dialogando y colaborando con las autoridades civiles, para que la Iglesia pueda ser libre de hablar y proporcionar servicios para el bien común de modo plenamente conforme con los valores evangélicos” (9-VI-2012).

PROPUESTAS

Quienes formamos la Iglesia de Jesús (laicos, consagrados, jerarquía), tendamos puentes de comunicación con las autoridades civiles, no para hacer tratos convenencieros, ni para buscar privilegios, sino para ofrecerles información sobre las necesidades reales de nuestros pueblos, pues muchas veces no las conocen de cerca, o sus colaboradores no les presentan la realidad de las cosas. Pedirles que tomen en cuenta lo que los pobres requieren y los consulten antes de tomar decisiones que les afecten. Ser profetas que no sólo denuncian, sino que también proponen caminos de vida.

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ZENIT Staff

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