ROMA, 30 mayo 2001 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha manifestado sin tapujos su «profunda desilusión» ante el fracaso de la Comunidad internacional en la lucha contra el hambre.
Del 28 de mayo al 1 de junio se está celebrando en la sede la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) la 27 sesión del Comité para la Seguridad Alimentaria, que tiene como objetivo preparar la cumbre que, en noviembre próximo, examinará la situación del programa de acción contra el hambre, adoptado por esta institución de la ONU en Roma hace cinco años.
En aquella ocasión, durante el famoso «World Food Summit», la FAO y los delegados de los diferentes países se habían propuesto reducir a la mitad el número de hambrientos del mundo para el año 2015. Hoy, nadie se atreve a dar cifras porque la brecha entre ricos y pobres sigue siendo cada día más profunda.
Al tomar la palabra en la apertura de las sesiones de trabajo del Comité para la Seguridad Alimentaria, el arzobispo Agostino Marchetto, nuncio apostólico ante la FAO, explicó que la decepción de la Iglesia nace sobre todo de la constatación de que la causa del fracaso en la lucha contra el hambre ha sido sobre todo la falta de voluntad política.
«Hay una evidente contraposición –dijo Marchetto– entre las posibilidades de intervención, por una parte, y la voluntad de activar y hacer concretos estos posibles compromisos, por otra».
Derecho a la vida
El embajador del Papa ante la FAO explicó que «el derecho a una alimentación adecuada» es «parte esencial del derecho a la vida».
Esto, no sólo significa el deber sacrosanto de todo Estado de garantizar este derecho, sino que «en ausencia o con carencia de la capacidad de cada Estado, a causa de la propia condición de subdesarrollo y pobreza, los otros Estados –especialmente aquellos que tienen las posibilidades– y las instituciones intergubernamentales están llamados a suplir esa carencia».
Estrategias
Ante esta realidad, la Santa Sede pide que la próxima cumbre mundial de la alimentación, en noviembre, afronte todos los factores que concurren en la creación de inseguridad alimentaria, un fenómeno que «se inscribe en el contexto más amplio de la pobreza».
En este sentido, subrayó ante todo uno de los factores decisivos que provocan la inseguridad alimentaria: «el perpetuarse de aquellas situaciones de conflicto, interno e internacional, que causan extremo malestar a las poblaciones implicadas, determinando fenómenos de traslados forzosos con abandono de tierras cultivables».
En segundo lugar, según el diplomático vaticano, es necesario tener en cuenta que «la cuestión de la seguridad alimentaria se inscribe en los más amplios objetivos de la protección ambiental y por tanto de los diversos ecosistemas. Esto significa que la garantía para contar con provisiones alimentarias no tendrá que depender sólo del uso de los terrenos o de su disponibilidad, sino también de una política contra la degradación ambiental y la falta de respeto del ambiente».
En tercer lugar, la seguridad alimentaria exige, añadió Marchetto, «la exigencia de acceso a los mercados». «Se hace particularmente necesario, en esta perspectiva, que el comercio mundial se abra a consideraciones de solidaridad».
En este sentido, prometió que en la cumbre el Vaticano hablará de «globalización de la fraternidad». «Esto significa abatir efectivamente las barreras aduaneras, teniendo en cuenta la posición de evidente desventaja en la que se encuentran los países con bajas rentas y déficit alimentario».
Ahora bien, a la hora afrontar todos los factores que influyen en la inseguridad alimentaria –advirtió el representante de la Santa Sede al concluir su intervención– no debe inducir a «relacionar la seguridad alimentaria con otras situaciones que, aunque importantes, corren el riesgo de no movilizar a todas las fuerzas necesarias debido a diferentes objetivos y principios».