ROMA, viernes 13 enero 2012 (ZENIT.org).- Continúa la crisis de la gasolina en Nigeria, con huelga general contra la decisión del gobierno de eliminar los subsidios a la población para la compra de gasolina. A ello se añade la violencia de los grupos religiosos fundamentalistas como Boko Haram contra los cristianos, que se ha cobrado otras cuatro vidas.
Este miércoles –según informaba, en noticia fechada en Abuja, el 12 de enero, el diario vaticano L’Osservatore Romano–, cuatro cristianos fueron asesinados en Potiskum, en el estado nororiental de Yobe, uno de los lugares donde existe el mayor número de miembros del grupo fundamentalista islámico Boko Haram, el cual se atribuyó la responsabilidad de los sanguinarios ataques contra las comunidades cristianas en la última Navidad.
Según testigos citados por agencias internacionales de noticias, el automóvil con los cuatro se detuvo en una estación de servicio en las afueras de la ciudad y algunos supuestos miembros de Boko Haram abrieron fuego. Fuentes locales indicaron que los cuatro pertenecían al grupo étnico igbo, que se encuentra principalmente en el sur de Nigeria, de mayoría cristiana. Según estas fuentes, el automóvil de las víctimas estaba lleno de maletas, lo que podría apoyar la idea de que estaban huyendo de la ciudad.
En los últimos días, Boko Haram ha dado un ultimátum a todos los cristianos para que abandonen las regiones del norte del país. La policía se limitó a confirmar el asesinato de los cuatro, pero no dio información sobre su identidad ni la de los atacantes.
Potiskum, uno de los lugares donde está en vigor, desde el 31 de diciembre, el estado de emergencia declarado por el presidente nigeriano Goodluck Jonathan, fue hace dos días escenario de un atentado de militantes Boko Haram en un bar frecuentado por cristianos, que mató a ocho personas, tres civiles –entre ellos un niño–, y a cinco policías.
Mientras tanto, muchas personas participan en protestas por todo el país. Parece no haber tenido ningún efecto la orden del gobierno de declarar ilegal la huelga, y reducir el sueldo a los que participan. También amenazaron con unirse a la huelga los dos sindicatos de trabajadores de las principales petroleras, que hasta ahora no han detenido su producción.
La manifestación más impresionante fue en Lagos, donde alrededor de diez mil personas salieron a las calles en Kano y en Minna, donde por los enfrentamientos murió un policía.
Cuando sigue vigente desde el 1 de enero el aumento triplicado del precio de los combustibles, lo que ha generado una fuerte ola de protestas, la tensión parece aumentar aún más tras el anuncio de los gremios del petróleo de que suspenderán la producción de crudo el domingo próximo.
De darse el paro en las plataformas petrolíferas de Nigeria, primer país productor de crudo en África, con 2,4 millones de barriles al día, los precios del combustible se elevarán aún más en los mercados externos, vaticinan los analistas.
Tanto en las principales ciudades de Lagos y Abuja, como en otras demarcaciones nigerianas, esta semana cientos de miles de personas se lanzaron a las calles y cerraron centros laborales, comercios y escuelas, para obligar al Ejecutivo a restablecer la subvención petrolera.
La eliminación de ese subsidio significa en territorio nigeriano no solo el encarecimiento del gas doméstico, la gasolina y el petróleo, sino también el aumento de las tarifas de transporte, alimentos y otros bienes, lo que a la postre dañará a los más pobres.
Por otra parte, Boko Haram y otros grupos implicados podrían “ser responsables de crímenes contra la humanidad», afirmó la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay. Todo ello en el supuesto de que se demuestre que han realizado atentados sistemáticos y generalizados contra civiles, por razones que incluyan su pertenencia étnica o religiosa.
Pillay instó a los líderes religiosos y de opinión, a nivel nacional y local, a que se unan de manera decidida para «poner fin a la espiral de violencia sectaria» y que eviten «caer en la trampa» de realizar declaraciones provocadoras.
Consideró que es esencial que los líderes de las comunidades musulmana y cristiana condenen conjuntamente la violencia y recomendó que pidan a sus seguidores que colaboren en la identificación y detención de quienes participen en asesinatos y otros actos violentos.