CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 14 de abril de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI afirmó hoy la importancia de que el sacerdote sea fiel a la hora de enseñar la doctrina de la Iglesia . Así lo afirmó hoy durante la Audiencia General, cuya catequesis dedicó a hablar del sacerdocio, en vísperas de la próxima conclusión del Año Sacerdotal.
Ante los peregrinos reunidos en la plaza, el Papa explicó que su intención, en esta y próximas audiencias, es “dedicar aún algunas reflexiones al tema del Ministerio ordenado”, ya que el Año Sacerdotal está próximo a concluir.
Concretamente, el Pontífice centro su reflexión de hoy en uno de los tria munera (oficios propios del sacerdote), el de enseñar.
“Hoy, en plena emergencia educativa, el munus docendi de la Iglesia, ejercido concretamente a través del ministerio de cada sacerdote, resulta particularmente importante”, afirmó.
“Vivimos en una gran confusión sobre las elecciones fundamentales de nuestra vida y los interrogantes sobre qué es el mundo, de donde viene, adónde vamos, que tenemos que hacer para realizar el bien, cómo tenemos que vivir, cuáles son los valores realmente pertinentes”.
Existen, explicó el Papa, “muchas filosofías opuestas, que nacen y desaparecen, creando una confusión sobre las decisiones fundamentales, cómo vivir, porque ya no sabemos, generalmente, de qué y para qué hemos sido hechos y adónde vamos”.
Ante esto, recordó el pasaje evangélico en que Jesús muestra compasión de la multitud “porque eran como ovejas sin pastor”.
“Esta es la función in persona Christi del sacerdote: hacer presente, en la confusión y en la desorientación de nuestros tiempos, la luz de la palabra de Dios, la luz que es Cristo mismo en este mundo nuestro”, afirmó.
Por ello, el sacerdote “no enseña ideas propias, una filosofía que él mismo se ha inventado, encontrado o que le gusta; el sacerdote no habla desde sí mismo, no habla por sí mismo, quizás para crearse admiradores o un propio partido; no dice cosas propias, invenciones propias, sino que, en la confusión de todas las ideologías, el sacerdote enseña en nombre de Cristo presente, propone la verdad que es Cristo mismo”.
“Precisamente en esto consiste su fuerza profética: en el no ser nunca homologado, ni homologable, a una cultura o mentalidad dominante, sino en mostrar la única novedad capaz de obrar una renovación auténtica y profunda del hombre, es decir, que Cristo es el Viviente, es el Dios cercano que opera en la vida y para la vida del mundo y nos da la verdad, la manera de vivir”, añadió.
El sacerdote debe enseñar “no con la presunción de quien impone verdades propias, sino con la humilde y alegre certeza de quien ha encontrado la Verdad, ha sido aferrado y transformado por ella, y por ello no puede menos que anunciarla”.
“El sacerdocio, de hecho, nadie lo puede elegir para sí, no es una forma de alcanzar la seguridad en la vida, para conquistar una posición social: nadie puede dárselo, ni buscarlo por sí mismo”, corroboró el Papa.
Dirigiéndose a los sacerdotes, Benedicto XVI aseguró que el pueblo “pide escuchar de nuestras enseñanzas la genuina doctrina eclesial, a través de la cual poder renovar el encuentro con Cristo que da la alegría, la paz, la salvación”.
La Sagrada Escritura, los escritos de los Padres y de los Doctores de la Iglesia, el Catecismo de la Iglesia católica “constituyen, a este respecto, puntos de referencia imprescindibles en el ejercicio del munus docendi, tan esencial para la conversión, el camino de fe y la salvación de los hombres”.
“El Señor ha confiado a los sacerdotes una gran tarea: ser anunciadores de Su Palabra, de la Verdad que salva”, afirmó el Papa, proponiendo de nuevo el ejemplo del santo Cura de Ars.
“Él era hombre de gran sabiduría y fuerza heroica en resistir a las presiones culturales y sociales de su tiempo para poder llevar las almas a Dios”, concluyó. “El Pueblo cristiano era así edificado y, como sucede con los auténticos maestros de todos los tiempos, reconocía en él la luz de la Verdad”. [Por Inma Álvarez]