Ser cristianos o dejar de serlo

La cuestión capital en el centro de los trabajos del Sínodo para Oriente Medio

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CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 16 octubre 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito el padre Manuel Nin, benedictino; rector del Pontificio Colegio Griego de Roma, con motivo del Sínodo de los Obispos de Oriente Medio, en el diario de la Santa Sede L’Osservatore Romano.

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Al regreso de su peregrinación a Tierra Santa, en septiembre de 2009, Benedicto XVI convocó el Sínodo para Oriente Próximo, en presencia de los patriarcas y los jefes de las distintas Iglesias orientales católicas y acogiendo su petición. La vida concreta de las Iglesias cristianas orientales católicas, sus desafíos, sus esperanzas, sus temores llevaron a sus pastores a proponer al Obispo de Roma que convocara la celebración de este instrumento de la vida eclesial. El uso y el significado de la palabra sínodo, término quizás más nuevo en Occidente, no lo es para Oriente, y mucho menos para el Oriente cristiano, que justamente llamamos «próximo» y que recoge su herencia multiforme sobre todo de la antiquísima sede de Antioquía.

Mientras que durante los primeros siglos de la era cristiana la otra gran sede episcopal del Oriente cristiano, la de Alejandría, tuvo en el episcopado mismo y en la escuela teológica de la ciudad el lugar de reflexión tanto teológica como eclesiológica, y que se manifestó en las grandes figuras que van de un Orígenes (siglo II-III) a un Cirilo de Alejandría (siglo V); en cambio, la Iglesia antioquena a lo largo de su historia bimilenaria tuvo en la institución sinodal el instrumento fundamental para afrontar y resolver los problemas tanto de carácter teológico como eclesiológico. Desde la segunda mitad del siglo III hasta muy avanzado el siglo VI, Antioquía fue sede de varios sínodos que afrontaron temas doctrinales y eclesiológicos muy importantes: la cuestión en torno a Pablo de Samosata en el sínodo del año 268; en las décadas sucesivas al concilio de Nicea del año 325 todos los diversos sínodos antioquenos en los que los obispos de la región decidieron sobre la aceptación o no del credo niceno, y que fueron sínodos sobre todo de carácter doctrinal; después, en torno a la figura de Melecio de Antioquía, elegido obispo en 360. Todos esos sínodos afrontaron cuestiones de carácter fuertemente eclesiológico y en ellos participaron también la sede romana y las grandes figuras episcopales de Basilio de Cesarea y Dámaso de Roma. 

La ciudad donde los cristianos fueron llamados por primera vez con ese apelativo (cf. Hechos de los Apóstoles 11, 26) es la cuna de una buena parte de las tradiciones culturales, lingüísticas, litúrgicas y teológicas del Oriente cristiano. Especialmente Antioquía es el seno de tres grandes tradiciones litúrgicas que todavía hoy conforman la vida teológica, litúrgica y espiritual de varias Iglesias orientales: la tradición siro-oriental, la siro-occidental y la bizantina.

En el ya lejano 1977 uno de los mejores conocedores y amantes del Oriente Próximo cristiano, el padre Jean Corbon (1924-2001), publicó L’Église des Arabes, un libro iluminador e indispensable en su género, en el cual el autor analiza y profundiza la presencia de la Iglesia en el área medioriental a partir de la realidad cristiana de la ciudad de Antioquía. Al inicio de su obra Corbon se pregunta cuáles son los modos para conocer y para vivir «una» y «en una» Iglesia. Y enumera tres. En primer lugar, el necesario conocimiento «de la humanidad de Cristo que es cada Iglesia, aquí y ahora, desde un punto de vista geográfico hasta el sociológico y el lingüístico». En segundo lugar, el necesario conocimiento «de lo que sucede hoy en cada una de las Iglesias a partir de su historia, de los hechos que la han configurado y sacudido a lo largo de los siglos. La sensibilidad para sentir la armonía de la historia» en la vida de esa Iglesia. En tercer lugar, el necesario conocimiento «de la fe, es decir, de la Iglesia vista y vivida como misterio de fe, y como misterio de fe que implica y toca la vida de cada uno de los fieles».

A lo largo de su obra, Corbon analiza en la prima parte la historia cristiana de la ciudad de Antioquía; y, hablando de esta ciudad, la mirada del autor va a todo el Oriente Próximo cristiano, subrayando un hecho que nunca podríamos ignorar para comprender la realidad, de ayer y de hoy, de estas tierras: el proceso de inculturación árabe que, más allá de las variantes también confesionales entre las diversas Iglesias cristianas, creará un fuerte sentimiento de comunión entre ellas. Un hecho que, sin embargo, no eliminará la presencia de otras dos realidades culturales y lingüísticas importantes: la griega y la siria. 

En la segunda parte de la obra, Corbon hace un análisis meticuloso de la situación actual de la Iglesia antioquena -leemos de todo Oriente Próximo- y propone puntos sobre los que conviene reflexionar para entender los verdaderos problemas. En primer lugar, la problemática de las realidades eclesiales provenientes de Occidente, tanto de ámbito católico latino como reformado, e insiste en la necesidad vital de rechazar cualquier forma de proselitismo tanto de carácter eclesiológico como litúrgico, evitando formas que hoy definiríamos de sincretismo y de hibridismo litúrgico entre tradiciones distintas, cada una de las cuales tiene un patrimonio único e intangible. En segundo lugar, Corbon menciona las realidades de las Iglesias orientales católicas en ámbito antioqueno: armenio-católica, greco-católica, siro-católica y caldea, y su relación con las Iglesias hermanas de comunión ortodoxa. 

El autor insiste «en el eje alrededor del cual todas las cuestiones se unifican y se aclaran, es decir, la comunión en la caridad entre las Iglesias. En torno a este eje se pueden abordar todas las demás cuestiones, sin minimizarlas en absoluto».

Así pues, al inicio de la celebración del Sínodo, la obra de Jean Corbon resulta seguramente profética en numerosos aspectos y de algún modo se podría proponer casi como un segundo Instrumentum laboris para las reflexiones de los padres sinodales que en estas dos semanas están llamados a reunirse, a encontrarse, a orar juntos, pero sobre todo a afrontar con franqueza y con gran caridad los problemas de los cristianos en Oriente Próximo hoy. En la realidad multicultural y multiétnica que es la cuenca oriental del Mediterráneo y de los países que lo rodean. 

Obispos de países distintos, de lenguas diversas, de tradiciones litúrgicas y también espirituales diferentes se encuentran para reflexionar sobre los problemas pastorales y principalmente sobre la vida de las Iglesias, sobre la situación cada día más precaria con vistas a la continuidad de una presencia cristiana autóctona en las tierras donde el cristianismo nació y creció como Iglesia. 

Corbon concluye su obra citando la frase del patriarca Atenágoras y que podría ser también uno de los hilos conductores de las reflexiones de los padres sinodales: «La cuestión de la unidad entre los cristianos ya no es una cuestión sobre uno u otro modo de ser Iglesia hoy, sino la cuestión de ser cristianos o dejar de serlo». 

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ZENIT Staff

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