CARPINETO ROMANO, domingo, 5 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Los cristianos, movidos por su fe y amor a Dios, deben ser una «fuerza benéfica y pacífica» de cambio, aseguró Benedicto XVI este domingo al visitar Carpineto Romano, pueblo natal del Papa León XIII (1810-1903).
La visita apostólica a esta localidad de menos de cinco mil habitantes, situada a ochenta kilómetros de Roma, tenía por objetivo recordar el bicentenario del nacimiento de ese obispo de Roma, cuyo nombre de pila era Vincenzo Gioacchino Pecci, y que, entre otras cosas, ha pasado a la historia por ser el gran pionero de la doctrina social de la Iglesia con su encíclica «Rerum novarum» (1891)
El acto central de la visita fue la celebración eucarística, en la plaza principal, engarzada entre casas y montañas, llena de miles de fieles.
Durante la homilía, recogió el legado de aquel Papa subrayando que «en la realidad histórica, los cristianos, actuando como ciudadanos individualmente o de manera asociada, constituyen una fuerza benéfica y pacífica de cambio profundo, favoreciendo el desarrollo de las posibilidades propias de la misma realidad».
«Esta es la forma de presencia y de acción en el mundo propuesta por la doctrina social de la Iglesia, que busca siempre la maduración de las conciencias como condición de tansformaciones válidas y duraderas», aseguró.
Dios, ante todo
Para entender el Magisterio de León XIII, añadió, es necesario comprender que está profundamente ligado a la primacía de Dios.
Seguir a Cristo es «comprometedor» y no puede depender de «entusiasmos y oportunismos».
Debe ser «una decisión ponderada, tomada tras haberse preguntado en conciencia: ¿quién es Jesús para mí?».
«Esto es siempre la base de todo para todo cristiano, incluido el Papa», añadió. Por este motivo, «sin la oración, es decir, sin la unión interior con Dios, no podemos hacer nada, como dijo claramente Jesús a sus discípulos en la Última Cena».
«Me gusta considerar todos estos elementos como dimensiones de una realidad única: el amor de Dios y de Cristo, ante el cual no hay que anteponer nada. Y esta primera y principal cualidad de Vincenzo Gioacchino Pecci la asimiló aquí, en su pueblo natal, de sus padres, de su parroquia».
Pero hay también otro aspecto que deriva siempre del primado de Dios y de Cristo y forma parte de la «acción pública de todo pastor de la Iglesia»: «Todo pastor no está llamado a transmitir al pueblo de Dios verdades abstractas, sino una ‘sabiduría’, es decir, un mensaje que conjuga fe y vida, verdad y realidad concreta».
«El Papa León XIII, con la asistencia del Espíritu Santo, fue capaz de hacer esto en uno de los períodos históricos más difíciles par a la Iglesia, siendo fiel a la tradición y, al mismo tiempo, afrontando las grandes cuestiones abiertas».
En este sentido, Benedicto XVI recordó la contribución que León XIII ofreció al «camino de la civilización»: «La nueva fraternidad cristiana supera la separación entre esclavos y libres, e desencadena en la historia un principio de promoción de la persona que llevará a la abolición de la esclavitud, así como a superar otras barreras que todavía existen».
Precisamente León XIII dedicó a la esclavitud su encíclica Catholicae Ecclesiae, de 1890 y desde esta luz se entiende su magisterio social «hecho famosísimo e insuperable por la encíclica ‘Rerum Novarum'».
Un Papa anciano que rejuveneció a la Iglesia
«En una época de áspero anticlericalismo y de encendidas manifestaciones contra el Papa, León XIII supo guiar y apoyar a los católicos por el camino de una participación constructiva, rica de contenidos, firme en los principios y capaz de apertura. Un Papa muy anciano, pero sabio y de amplias miras, pudo introducir en el siglo XX a una Iglesia rejuvenecida, con la actitud adecuada para afrontar los nuevos desafíos».
Llegó a la sede de pedro en 1878, tras la unificación de Italia y la anexión de los Estados Pontificios, motivo por el cual León XII «era todavía un Papa política y físicamente ‘prisionero’ en el Vaticano, pero en realidad, su magisterio representaba a una Iglesia capaz de afrontar sin complejos las grandes cuestiones contemporáneas».
Benedicto XVI viajó a Carpineto Romano en helicóptero procedente de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, adonde regresó a mediodía para dirigir la oración mariana del Ángelus.
Al despedirse, el Papa dejó este consejo a los habitantes de Carpineto Romano: «amaos como Cristo os ha amado y con este amor sed sal y luz del mundo. De este modo, seréis fieles a la herencia de vuestro grande y venerado paisano, el Papa León XIII. ¡Y que también lo sea toda la Iglesia!».