ROMA, martes 22 de junio de 2010 (ZENIT.org).- En medio de las Catacumbas de Santa Tecla, un cubículo que parecía una simple planta cuadrada con tres arcos, fue descubierto recientemente importantísimo tesoro de la arqueología sacra: se trata de las figuras más antiguas de los apóstoles (fines del siglo IV). Están representados Pedro, Pablo, Andrés y Juan.
El hallazgo, que fue revelado después de dos años de investigaciones y anunciado el año pasado en L’ Osservatore Romano, fue presentado oficialmente hoy en una rueda de prensa presidida por el presidente de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra y presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, monseñor Gianfranco Ravasi.
Las catacumbas de Santa Tecla se encuentran en la via Ostiense de Roma, a 500 metros de la basílica San Pablo Extramuros.
El hallazgo
Los descubrimientos fueron realizados gracias a la tecnología láser, que logró eliminar una gruesa capa que cubría estas obras y que fue usada por primera vez por los restauradores en un ambiente angosto, extremadamente húmedo.
Barbara Mizzei, responsable de esta restauración dijo que esta se dio “en un momento particular” en el que “no teníamos ninguna situación de urgencia. Porque a veces trabajamos con urgencia”.
Mizzei explicó que la concentración de cal que cubría los rostros de los apóstoles “fue levantada sin tocar la película pictórica” debido a que la humedad permitía al láser “tocar la compresión calcárea” la cual “se transformaba y se vaporizaba y provocaba una especie de pequeña explosión que provocaba el destacamento”.
Contexto histórico
Al parecer el cubículo que tenía estas figuras, servía como tumba de una mujer aparentemente noble, de la aristocracia romana que vivió a finales del siglo IV, cuando en Roma se realizaban los últimos intentos de defender el paganismo, en tiempos del emperador Teodosio (345 – 379).
Habían pasado algunas décadas luego de que Constantino aceptara el cristianismo como religión oficial del Impero. Era pues el tiempo en el que la fe llegó los más altos niveles de la jerarquía del Imperio Romano. Las mujeres piadosas y las vírgenes de la aristocracia romana prometieron un culto a los mártires y los apóstoles, en la época del papa Dámaso I (366 – 384).
Según monseñor Gianfranco Ravasi, la presencia de los apóstoles en este sepulcro “evoca una especie de devoción y de protectorado alternativo respecto al de los mártires romanos quienes, en cualquier caso, aparecieron en las tumbas de las familias”.
Por su parte, monseñor Giovanni Carrú, secretario de la Pontificia Comisión de arqueología Sacra, señaló que estos trabajos “han devuelto tanto a los expertos como a los visitadores un patrimonio iconográfico muy importante para reconstruir la historia de la comunidad cristiana de Roma, que, con las pinturas que decoran sus cementerios, expresan su cultura, su civilización y su fe”.
La Pontificia Comisión para la Arqueología Sacra fue instituida por el papa Pío IX en 1925. Trabaja en la conservación de las catacumbas cristianas, el restauro de las obras y las excavaciones. Hace unos 20 años viene adelantando un proyecto de recuperación del patrimonio pictórico conservado en las Catacumbas.
La actividad de este organismo vaticano ha contribuido a recuperar y conocer a profundidad las catacumbas cristianas de Italia así como valorar un patrimonio cultural y religioso que testimonia la vivencia del cristianismo desde sus orígenes.
Por Carmen Elena Villa