PAPHOS, viernes 4 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa pronunció hoy a su llegada al aeropuerto internacional de Paphos, donde fue recibido por el Presidente de la República de Chipre, Demetris Christofias, por el Patriarca ortodoxo de Chipre, Crisóstomo II, y por los patriarcas y obispos católicos de Oriente Medio.
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Señor Presidente,
Vuestra Beatitud Crisóstomo,
Vuestras Beatitudes,
Excelencias,
Distinguidas Autoridades,
Señores y Señoras,
[¡Saludos! ¡La Paz sea con vosotros! Es un gran placer para mí estar con vosotros hoy].
Señor Presidente, Le estoy vivamente agradecido por la cortés invitación a visitar la República de Chipre. Le dirijo mis cordiales saludos a usted, al Gobierno y al pueblo de esta nación, y le agradezco por las amables palabras de bienvenida. Recuerdo aún con gratitud su reciente visita al Vaticano y espero con alegría nuestro encuentro de mañana en Nicosia.
Chipre se encuentra en la encrucijada de culturas y religiones, junto con historias gloriosas y antiguas, pero que aún mantienen un impacto fuerte y visible en la vida de vuestro país. Habiendo entrado recientemente en la Unión Europea, la República de Chipre ha comenzado a notar el beneficio de intercambios económicos y políticos con los demás países europeos. Esta pertenencia ha dado a vuestro país también acceso a los mercados, a la tecnología y a conocimientos prácticos. Es mayormente auspiciable que esta pertenencia traiga prosperidad a vuestro país y que los demás países europeos, a su vez, se enriquezcan con vuestra herencia espiritual y cultural, que refleja vuestro papel histórico, al encontraros entre Europa, Asia y África. Que el amor por vuestra patria y vuestras familias y el deseo de vivir en armonía con vuestros vecinos bajo la protección misericordiosa de Dios omnipotente, os inspire para resolver pacientemente los problemas que aún compartís con la comunidad internacional para el futuro de vuestra isla.
Siguiendo las huellas de nuestros comunes en la fe, los santos Pablo y Bernabé, he venido entre vosotros como peregrino y siervo de los siervos de Dios. Desde cuando los Apóstoles trajeron el mensaje cristiano a estas orillas, Chipre ha sido bendecida por una fuerte herencia cristiana. Saludo como un hermano en la fe a Su Beatitud Crisóstomo II, arzobispo de Nueva Justiniana y de toda Chipre, y espero intensamente poder encontrar pronto a muchos otros miembros de la Iglesia ortodoxa de Chipre.
Espero también con alegría poder saludar a los demás responsables religiosos chipriotas. Espero reforzar nuestros vínculos comunes y reafirmar la necesidad de consolidar la confianza recíproca y la amistad duradera con todos aquellos que adoran al único Dios.
Como sucesor de Pedro vengo de forma especial a saludar a los católicos de Chipre para confirmarles en la fe (cfr Lc 22,32) y animarles a ser ejemplares tanto como cristianos que como ciudadanos, y a vivir plenamente su papel en la sociedad en beneficio sea de la Iglesia, sea del Estado. Durante mi permanencia entre vosotros entregaré también el Instrumentum Laboris, un documento de trabajo de cara a la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, que se celebrará pronto, en Roma, este año. Esta Asamblea examinará muchos aspectos de la presencia de la Iglesia en la región y los desafíos que los católicos deben afrontar, a veces en circunstancias difíciles, viviendo la comunión con la Iglesia católica y ofreciendo su testimonio al servicio de la sociedad y del mundo. Chipre es por ello un lugar apropiado desde el que lanzar la reflexión de nuestra Iglesia sobre el lugar de la comunidad seglar católica en Oriente Medio, nuestra solidaridad con todos los cristianos de la región y nuestra convicción de que éstos tienen un papel insustituible que mantener en la paz y en la reconciliación entre sus pueblos.
Señor Presidente, queridos amigos, con estos pensamientos confío mi peregrinación a María, la Madre de Dios, y a la intercesión de los santos Pablo y Bernabé.
[Que Dios bendiga al pueblo de Chipre. ¡Que la Toda Santa os proteja siempre!]
[Traducción del texto italiano distribuido por la Santa Sede, por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]